viernes, 17 de octubre de 2008

SER FELIZ


Cuenta la leyenda que un hombre oyó decir que la felicidad era un tesoro. A partir de aquel momento comenzó a buscarla. Primero se aventuró por el placer y todo lo sensual. Luego por el poder y la riqueza. Luego por la fama y la gloria. Así fue recorriendo el mundo del orgullo, del saber, de los viajes, del trabajo, del ocio, y de todo cuanto estaba a su alcance.

Un día, en un camino, vio un letrero que decía: "te quedan dos meses de vida".

Aquel hombre, cansado y desgastado por los sinsabores de la vida se dijo: "Estos dos meses los dedicaré a compartir todo lo que tengo de experiencia, de saber, de vida, con las personas que me rodean".

Y aquel buscador infatigable de la felicidad, solo al final de sus días, encontró que en su interior, en lo que podía compartir, en el tiempo que le dedicaba a los demás, en la renuncia que hacía de sí mismo por servir, estaba el tesoro que tanto había deseado y buscado.

Comprendió que para ser feliz, se necesita amar, aceptar la vida tal y como viene, disfrutar de lo pequeño y de lo grande, conocerse a sí mismo, aceptarse como se es; sentirse querido y valorado, y también querer y valorar, tener razones para vivir y esperar, y también razones para morir y descansar.

Entendió que la felicidad brota en el corazón, con la lluvia del cariño, la ternura y la comprensión. Que son instantes y momentos de plenitud. Que está unida a la forma de ver a las personas y relacionarse con ellas. Que siempre está disponible y que para tenerla hay que gozar de paz interior.

Descubrió que cada edad tiene su medida de felicidad y que sólo Dios es la fuente suprema de la alegría por ser El Amor.

Aprende a gozar con lo poco que tengas y evita sufrir por lo mucho que anhelas.

Ser feliz implica una actitud ante la vida. Una actitud positiva, amorosa y creativa.

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