miércoles, 14 de agosto de 2013

LA ROSA






Una rosa soñaba día y noche con la compañía de las abejas, pero ninguna iba a posarse en sus pétalos. La flor, sin embargo, seguía soñando: durante sus largas noches, imaginaba un cielo donde volaban muchas abejas que se acercaban cariñosamente a besarla. Así aguantaba hasta el día siguiente, cuando volvía a abrirse con la luz del Sol.

Una noche, la Luna, sabiendo de su soledad, le preguntó a la rosa:
-      ¿No estás cansada de esperar?
-      Tal vez. Pero hay que seguir luchando
-      ¿Por qué?
-      Porque si no me abro me marchito.

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En los momentos en que la soledad parece aplastar toda la belleza, la única forma de resistir es continuar abiertos.

PERMANECIENDO EN SU AMOR

  Vicente de Jesús Mujica Amador

CON EL ALBA QUE ANUNCIA YA
EL NUEVO DIA,
MI SER SE DESPIERTA
Y CUBIERTO DE SILENCIO
Y ESA SOLEDAD LUMINOSA
QUE ME ALUMBRA,
DESPIERTO LENTAMENTE A
SU SAGRADA PRESENCIA,
CON LA PALABRA SAGRADA
EN LA RESPIRACION,
QUE VA Y VIENE.
Y EMPIEZO A SENTIR 
QUE EL INTENTO DE SER 
LO QUE DIOS QUIERE EN MI
SE VA HACIENDO REALIDAD
EN LA CONTEMPLACION,
DONDE PERMANEZCO
EN SU AMOR
POR SU INMENSA MISERICORDIA
Y LLENO DE TANTO AMOR,
SIENTO QUE MUERO
Y VUELVO A LA VIDA,
PERMANECIENDO EN SU AMOR.

Vicente de Jesús Mujica Amador

martes, 6 de agosto de 2013

El Papa que vino de América Latina


 
Los griegos inventaron la metafísica. Y Grecia está en Europa. Los romanos inventaron el derecho que tenemos. Y Roma está en Europa. Los escolásticos medievales canonizaron la metafísica y el derecho.
Y esto también ocurrió en Europa. Por eso Europa engendró el pensamiento dogmático, que es primo hermano del pensamiento absoluto. Y pariente también del pensamiento excluyente. Luego, los grandes conquistadores, que también nacieron en Europa, esgrimiendo las bulas papales (Nicolás V, en 1454, Alejandro VI, en 1493, León X, en 1516, y Pablo III, en 1534), se vieron con el derecho de “hacer esclavos suyos a los habitantes de África” (sic) y de apropiarse del oro y demás objetos preciosos descubiertos en América.

Es verdad que la Ilustración puso todo esto patas arriba. Pero no es menos cierto que las estructuras de pensamiento, rectoras de la cultura que produjo (y exportó) Europa, siguen aquí, entre nosotros y con nosotros, dictaminando desde nosotros, los hijos de Europa, cómo tiene que funcionar el mundo. Y, por supuesto, la religión.
Pues bien, aquí es donde yo quería llegar. Porque el hecho es que, hasta el actual papa, todos los papas que en el mundo han sido, nacieron en el Imperio donde había nacido la metafísica y el derecho, la escolástica y los dogmas, el pensamiento absoluto y la coherencia de cada absoluto, enfrentada a todos los que se resisten a admitir o tolerar otras posibles coherencias, que, según se dice ahora, no pasan de ser un “pensamiento débil”.
Francisco ha sido el primer papa que ha venido de otra cultura, de otra historia, de otra forma de situarse ante la vida y sus problemas. Francisco, por supuesto, ha leído metafísica y teología escolástica. Pero lo que configura a una persona no es lo que lee o estudia, sino la cultura en que nace, crece y se educa. Francisco no se ha hecho en la cultura de Europa, sino en la de América Latina, donde la vida se afronta de manera que allí un europeo ve cosas que no se acaba de explicar. Yo lo he vivido durante años. He visto “viejitas” que van a misa con velo, medallas y escapularios de los que usaba mi abuela. Mujeres que le rezan a un santo tan ñoño y tan antiguo que da grima verlo. Pero esas mismas mujeres, piadosas de hace dos siglos, acabada la misa, se echan a la calle, armando lío, para defender a un cura “rojete” al que está esposando la policía porque ha defendido a un tipejo que no le ha hecho mal a nadie.
Aquí nos sentimos desconcertados cuando nos dicen que el papa piensa canonizar a Juan Pablo II y a Pío XII. Pero, ¿cómo es posible que quiera hacer eso y, al mismo tiempo, quiera también elevar a los altares a Juan XXIII y a Mons. Romero? En definitiva, ¿qué Iglesia quiere este papa? Seguramente – esto me parece a mí – Francisco quiere la Iglesia que tiene su eje y su consistencia en la bondad con todos, en la acogida y la cercanía a todos, en el respeto y la tolerancia. Ahora mismo hay gente que se pone de los nervios si un obispo no permite la misa tradicional (en latín, de espaldas al pueblo, etc). Es importante que respetemos la misa tradicional y las demás formas posibles (y aceptadas por la Iglesia) para recordar la Cena del Señor.
El papa Francisco no tiene pelos en la lengua para decirle a cada cual lo que tiene que decirle. Pero, lo mismo que dice lo que tiene que decir, con la misma sinceridad deja en paz a los que no piensan como él. Jesús dejó claro que no estaba de acuerdo con los fariseos. Pero comió en casas de fariseos, lo mismo que compartió mesa y mantel con publicanos y pecadores. ¿Y no quedó claro el Evangelio? ¿Cuándo nos vamos a tragar, de una vez, que lo que importa en la vida es la bondad? Francisco, con la mentalidad del continente en el que nació la teología de la liberación de los pobres, está abriendo un camino nuevo, para la Iglesia, para cada uno de nosotros. Francisco no está desconcertado. Lo que ocurre es que nos ha desconcertado a todos los que tenemos más integrado en nuestras vidas el Helenismo que el Evangelio. ¿Os es que pretendemos que un latinoamericano se sitúe ante los problemas de la Iglesia y de la vida como nos situamos los europeos?
Hay quienes piensan que el Francisco no puede con la Curia. Y si puede, ¿por qué no ha tomado ya medidas importantes? He vivido mucho tiempo en América Latina, desde México a Argentina. Y sé muy bien que el sentido del tiempo y de la puntualidad tampoco es allí como lo es en Europa. Cuando preguntas a qué hora empieza el acto y te responden “Ahorita”, nadie sabe, ni puede saber, cuándo comienza lo que ya nos impacienta. Decir que Francisco, por su lentitud en la toma de decisiones, está desorientado, eso sí que es desorientación de la buena. Francisco no le ha dicho a nadie que “ahorita reformo la Curia”. No es eso. Simplemente insisto una vez más en lo que ya he dicho: Francisco sabe muy bien lo que quiere. Y sabe los pasos que tiene que dar. Pero que nadie tenga miedo. Que si algo va a encontrar en este papa, será respeto. A no ser que nos pasemos de la raya. Me refiero a la raya que divide al “pecado” del “delito”. Porque si hablamos de delitos, ya se sabe lo que le espera al delincuente.
Y termino. Apenas he acabado de redactar estas reflexiones, me llega la carta del papa Francisco a los católicos tradicionalistas. Tendré que reflexionar sobre este documento. En todo caso, bendigo a Dios porque este hombre, en el momento que estamos, ha dado en el clavo. Lo más urgente, ahora mismo, es que sepamos respetarnos y unirnos

miércoles, 31 de julio de 2013

LA LENTE DE CONTACTO






Brenda era una joven mujer que fue invitada a escalar rocas. Aunque esto le causaba mucho miedo, fue con su grupo a un tremendo risco de granito. A pesar de su miedo, se colocó el equipo, tomó un extremo de la cuerda y comenzó a enfrentar la roca. En determinado momento, llegó a un borde, donde pudo tomar un respiro.
Mientras estaba ahí, la cuerda de seguridad golpeó contra un ojo de Brenda y le sacó su lente de contacto. Bueno, ahí estaba ella en el borde de la roca, con cientos de metros bajo ella y cientos de metros sobre ella.
Por supuesto que buscó y buscó, esperando que hubiera caído en el borde, pero simplemente no estaba la lente. Ahí estaba ella, lejos de casa, con su vista borrosa.
Estaba desesperada y comenzó a enfadarse, por lo que oró al Señor para que la ayudase a encontrar su lente.
Cuando llegó a la cima, un amigo examinó su ojo y su ropa buscando la lente, pero no lo pudieron encontrar. Ella se sentó, desalentada, con el resto de la gente, esperando a que los demás llegaran a la cima.
Ella miró a través de las montañas, pensando en el verso de la Biblia acerca de que los ojos del Señor observan alrededor de toda la tierra y pensó:
"Señor, Tú puedes ver estas montañas. Tú conoces cada piedra y cada hoja, y Tú sabes exactamente dónde está mi lente de contacto. Por favor ayúdame."
Finalmente, bajaron. Al pie de la montaña había un nuevo grupo de alpinistas comenzando a enfrentar el risco.
Uno de ellos gritó:
- Oigan, jóvenes! ¿Alguien perdió un lente de contacto?

Bueno, esto hubiera sido suficientemente inquietante, pero... ¿Sabes cómo el alpinista vio la lente de contacto? Una hormiga se movía lentamente a través de la roca, cargando la lente.
Brenda me dijo que su padre era caricaturista. Cuando ella le contó esta increíble historia de la hormiga, la oración y la lente de contacto, él dibujó una caricatura de una hormiga cargando un lente de contacto, diciendo:
"Señor, no sé por qué Tú quieres que yo cargue esta cosa. No puedo comérmela, y está extremadamente pesada. Pero si eso es lo que Tú quieres que yo haga, yo la cargaré para Ti."

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Creo que probablemente nos haría bien a algunos de nosotros decir ocasionalmente:
"Señor, no sé por qué quieres que yo lleve esta carga. No veo nada bueno en ello y es bastante pesada. Pero si Tú quieres que yo la cargue, lo haré para Ti."

jueves, 18 de julio de 2013

NO HABLAR MAL DE NADIE




Quiero hablar de un principio que me parece fundamental: No hablar nunca mal de

nadie, bajo ningún concepto. Yo pondría esta frase como una leyenda en mi cabeza, y

en la de los más cercanos. Me parece que es un síntoma de madurez y buen equilibrio.

Es formidable ver a un amigo nuestro al que nunca hemos oído decir nada contra nadie,

que se le pone en un aprieto o se le hace una pregunta capciosa en la que debe mojarse,

y que tiene el arte, la habilidad y la coherencia de no decir nada negativo. Sino puedo

hablar bien del otro, me callo.

Dr Enrique Rojas. Psiquiatra.

lunes, 15 de julio de 2013

LA ILUSIÓN DE DIOS (RESUMEN)







Sin ilusión no se puede vivir:
de ilusión tampoco (AOO).
ANDRES ORTIZ OSES. Filósofo. Catedrático emérito de la Universidad de Deusto

El creyente ostenta la ilusión positiva de Dios, afirmativa y afirmadora, mientras que el increyente ostenta la ilusión negativa de Dios, puesto que considera a este una ilusión falsa. El famoso libro de Richard Dawkins “El espejismo de Dios” (The God Delusion) critica la ilusión del creyente en Dios, caracterizándola y caricaturizándola como una dilusión o espejismo. El autor representa a los que han pasado de la ilusión a la desilusión de Dios, así como a los que han apostado o apostatado en favor de su disolución.

La posición de Dawkins revela un materialismo naturalista, el cual se opone a toda trascendencia, a todo Dios presuntamente creador de un universo que, en su opinión, no necesita del Dios porque se concrea a sí mismo. El propio Einstein no creía en un Dios personal, sino en una divinidad impersonal, asumiendo una especie de religiosidad cósmica. Pero es sobre todo contra el Dios controlador o fundamentalista, contra el que carga Dawkins en su alegato ateo, el cual paradójicamente desemboca en un fundamentalismo científico.

El problema radica en que Dawkins recoge la idea fundamentalista de Dios para atacarla a su vez de modo fundamentalista, al tiempo que recoge la idea de la religión dogmática y literal para atacarla dogmática y literalmente. De esta manera, su crítica a la religión dogmática tiene su validez, pero al precio de recaer en un dogmatismo científico anclado en la cerrazón, la cual resulta incapaz de abrirse y sobrepasar su razón materialista. Olvida nuestro científico que la ciencia se ancla en lo empírico-racional, mientras que la religión es un simbolismo axiológico y relacional, el cual trasciende el significado empírico en nombre de la apertura simbólica al sentido radical (que trasciende a las cosas radicadas).

Es verdad que Einstein desechaba todo Dios reducido o antropomórfico, y pensaba que la religión sin ciencia es ciega; pero también afirmaba que la ciencia sin religión resulta coja, sin duda porque junto a la razón se ubica el corazón como “co-razón” de nuestra propia razón. Fue otro judío, el mismísimo Marx, quien en su juventud romántica calificó la religión como el corazón de un mundo sin corazón, mientras que a su vez el respetable y respetado científico S.J. Gould, entre otros como nuestro F. J. Ayala, respeta la especificidad de la religión como búsqueda del significado no meramente dado empíricamente sino esencial, así pues el sentido existencial de lo real.

El auténtico homo religiosus no es un creyente al uso y abuso, sino un hombre religioso que no cree en ídolos, pero que deja abierta la puerta a la trascendencia para no recaer en cerrazón dogmática. Si tomamos tan en serio la evolución, parece un contrasentido no tomar tan en serio su apertura no sólo inmanente sino trascendente, ya que la evolución de la materia al hombre es ya trascendente.

Habría que cambiar la visión tradicional del Dios inmóvil, recogida por Dawkins del fundamentalismo religioso, y proyectar un Dios móvil e interior al mundo, a modo de interioridad de la exterioridad. Un tal Dios no dice verdad dogmática, sino sentido vital, no dice razón sino co-razón, no dice explicación abstracta sino implicación existencial.
Resulta intrigante que Dawkins hable finalmente de que hay que reconocer que, tanto el universo cósmico como nuestro mundo humano resultan “amigables”, amigabilidad que ha supuesto nada menos que el surgimiento de la vida (humana). Y bien, esa amigabilidad es un término que trasciende lo meramente empírico para expresar lo amable o amoroso, y es el propio Dawkins quien pone en correlación el instinto religioso con el instinto amoroso. En lo cual estamos de acuerdo, ya que proyectamos a Dios a través de nuestra experiencia de lo divino, simbolizado por el amor. En efecto, a través de la vivencia cuasi sagrada del amor experimentamos lo divino y lo personificamos en Dios, así como personificamos al antiamor en la figura o figuración del diablo. Se trata de símbolos radicales de nuestra experiencia humana del mundo, cuyo sentido resulta irreductible.

El libro de Dawkins asesta un duro golpe al dogmatismo religioso y a la creencia tradicional del Dios fundamentalista, pero por desgracia el autor recae a su vez en el dogmatismo científico y en un fundamentalismo antirreligioso. El gran fallo del libro está en caer en la trampa del literalismo religioso de la creencia en Dios, ignorando el simbolismo propio del lenguaje religioso. En este sentido, el empirismo de nuestro autor le juega una mala pasada, ya que parte del empirismo de la religión –su exterioridad-, sin enterarse de su auténtico sentido interior.