jueves, 30 de diciembre de 2010

2.011





Que hoy reine la paz . Que confíes en Dios en que estás exactamente donde tienes que estar. Que no olvides las infinitas posibilidades que nacen de la fe. Que utilices aquellos dones que has recibido, y que compartas el amor que te ha sido dado. Que estés contento de saber que eres un hijo de Dios. Deja que esta presencia se asiente en tus huesos y le permita a tu alma la libertad de cantar, bailar, orar y amar

jueves, 16 de diciembre de 2010

NAVIDADES



A TODOS CUANTOS VISITAIS ESTE BLOG OS DESEO QUE

VUESTRO HERODES INTERNO PERMITA
QUE VUESTRO CRISTO INTERIOR NAZCA
CREZCA Y VIVA EN ESTAS NAVIDADES
Y SIEMPRE
EN VUESTRO CORAZON

miércoles, 15 de diciembre de 2010

APRENDER A DISCERNIR


APRENDER A DISCERNIR

“¡Cuánto nos cuesta Señor,

descubrir por dónde pasa tu voluntad

en muchas ocasiones de nuestra vida!

¿Cómo ser fiel a tu Palabra,

a tu práctica, a tu ejemplo?

¿Cómo actualizar hoy tu mensaje

en las situaciones y

frente a los problemas de nuestros días?

¿Cómo hacer real,

viva y visible,

una sociedad nueva y distinta?

Aquí, en medio de las injusticias

que nos rebelan a diario

y que a veces nos hacen crujir

la esperanza de la utopía del Reino.

Ayúdanos Maestro

a seguirte en tu cauce.

Ayúdanos a reflejar hoy,

en nuestras vidas,

lo que Vos nos mostraste con tu vida.

Ayúdanos a creer

contra toda incredulidad,

ayúdanos a actuar

frente a toda inmovilidad,

ayúdanos a esperar siempre

frente al escepticismo creciente,

ayúdanos a dar la vida

y perderla por el Evangelio

frente al leif motiv de nuestra sociedad

que nos grita:

¡salvase quien pueda!

Queremos Jesús

seguir tus pasos.

Poner a Dios en su lugar,

arriba de todo.

<>

y liberarlo de todos los prejuicios

y preconceptos

que le fuimos <>

hasta tapar su rostro verdadero.

Santificar su Nombre

como a diario rezamos

en el Padrenuestro.

Lo decimos y no nos ponemos a pensar

cómo hacer Santo el nombre

y la presencia de Dios

en torno a un mundo

que al condenar injustamente

a la muerte en vida a grandes mayorías,

profana ese nombre de Dios.

Lo pisotea en cada niño hambriento,

sin educación,

ni salud,

ni vida digna.

Colocar a Dios por encima de todo

y colaborar en su reinado

implica, como Vos, Jesús,

gastar la vida en bien y beneficio del otro

empezando por los más débiles

y marginados de esta sociedad opulenta

que ya ni migajas deja

para la multitud de Lázaros

que claman justicia y dignidad.

Queremos Jesús

seguir tus pasos.

Ayúdanos a descubrir

al Dios que se hace menor,

se empequeñece,

se hace insignificante

y revela su presencia

entre los más pobres y afligidos.

Ayúdanos a no escandalizarnos

por encontrarte

no donde creíamos que estabas

sino donde precariamente pasas la vida

sufriendo y compartiendo

los dolores de un pueblo

que camina un largo Vía Crucis.

Ayúdanos a no darte vuelta la cara

como hicieron el sacerdote y el levita

en la parábola que tanto conocemos

y tanto más nos cuesta vivir.

Ayúdanos a contemplarte

y reconocerte

tan vivo y presente

en medio de los pobres,

volviendo a armar el pesebre

de esperanza y vida nueva prometida.

Queremos Jesús

seguir tus pasos.

Queremos aprender

cómo discernir la voluntad del Padre.

Queremos aprender

cómo tenemos que vivir

para que nuestras palabras,

nuestras acciones,

nuestros compromisos,

nuestras luchas

y nuestras opciones

muestren y revelen

al mismo Dios que Vos serviste

y por el cual diste la vida.

Discernir es, ante todo,

cómo corresponder al Dios de la Vida,

cómo actuar para que su presencia

se haga explícita y renueve la sociedad.

Discernir es estar dispuesto al conflicto

que supone ser fiel a Dios

en la construcción del Reino.

No es fácil ser discípulo

y Vos, Jesús, lo anunciaste muchas veces:

<

en mi nombre…>>.

Quien se toma en serio el Evangelio

que se haga cargo de su cruz.

La cruz del rechazo, de la incomprensión,

de la mentira, de la persecución

y hasta de la entrega de la propia vida.

Discernir es también estar dispuesto

a pasar por las consecuencias

de un buen discernimiento.

Queremos seguir tus pasos, Señor,

ayúdanos a discernir según tu Espíritu

para vivir de acuerdo con tu práctica liberadora

y así ser fieles al Padre Bueno

construyendo con gestos y hechos

su voluntad del Reino”.

(Marcelo A. Murúa).

viernes, 3 de diciembre de 2010

BENEDICTO XVI Y EL PRESERVATIVO
















Suena muy bien la frase que dice que la jerarquía eclesiástica (el Papa y los Obispos, por ejemplo) no deben inmiscuirse en asuntos terrenales, porque eso sería tanto como «meterse en política».

Pero hay que decir que uno de los peores modos de «meterse en política» sería que la Iglesia bendijese, por acción, omisión o complacencia, la intromisión del César en los asuntos que son de Dios, creador del hombre a quien le dio un detallado y maravilloso instructivo de funcionamiento para lograr su felicidad en la tierra, condición necesaria para alcanzar la eterna.

El día en que la Iglesia permitiera, sin más, la intromisión del César en los asuntos que son de Dios se habría convertido en esa «gran ramera que fornica con los reyes de la tierra» de la que nos habla el Apocalipsis. Esa iglesia farisaica y corrompida, puesta de rodillas ante el César, es la que anhelan ciertos ámbitos sectarios a los que muchos medios de comunicación conceden amplios espacios, deformando ordinariamente el pensamiento de aquellos que consideran sus opositores.

Somos muchos millones las personas que aplaudimos el coraje y la claridad de ideas del Papa Benedicto XVI.

¿Qué ha dicho el Papa en relación al condón? Todas las veces que se ha referido al preservativo lo ha hecho dentro de un contexto, insistiendo que hay que buscar una «humanización de la sexualidad», es decir, que la sexualidad entre personas debe ser una sexualidad humana que difiere en mucho de la meramente animal y que sería un error, contrario al querer de Dios, equiparar una a la otra.

En los últimos días muchos medios alrededor del mundo hicieron sonar las fanfarrias de sus grandes titulares anunciando con bombo y platillo, con palabras más o menos semejantes, que el Papa había aprobado el uso del condón. Pero, exactamente, ¿qué dijo el Papa?

El periódico del Vaticano, L’Osservatore Romano, presentó algunos párrafos, descontextualizados, del nuevo “libro-entrevista” de Benedicto XVI titulado “La luz del mundo” realizado por el periodista alemán Peter Seewald, que fue publicado en varias lenguas el pasado 23 de noviembre. El párrafo que desató el ruido y la confusión es parte de la respuesta que dio el Santo Padre a Seewald, ante la pregunta acerca del uso del preservativo en la lucha contra el sida. El párrafo publicado por L’Osservatore Romano, en su versión en español, dice así:

«Puede haber casos justificados singulares, por ejemplo, cuando una prostituta utiliza un preservativo, y éste puede ser el primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad para desarrollar de nuevo la conciencia sobre el hecho de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que se quiere. Sin embargo, este no es el verdadero modo para vencer la infección del VIH. Es verdaderamente necesaria una humanización de la sexualidad.»

En el texto original, en alemán, el Papa habla de «männliche Prostituierte» que significa “prostituto” (no prostituta) y vale puntualizar que el Santo Padre está hablando del preservativo como posible herramienta contra el sida y no del preservativo como medio de anticoncepción.

Bien se dice que traduttore, traditore pues el término «männliche Prostituierte» conserva el género masculino en la traducción que hace L’Osservatore al inglés, en donde se habla de «male prostitute», pero se cambia de manera arbitraria al femenino en las traducciones al español, italiano y francés. Sería interesante averiguar si hay malos traductores en ese periódico o si hay personas perversas que aprovecharon el viaje para ampliar conceptos y situaciones con animo de confundir aún más.

Lo que dice el Papa, si tomamos sus palabras originales en alemán, es simple y sencillamente que si un prostituto homosexual utiliza un condón, con el objetivo de no contagiar ni contagiarse de sida, esto podría ser señal de un inicio de moralización, puesto que se está dando cuenta, gracias a su conciencia, de que no puede hacer con su sexualidad lo que le venga en gana. El Papa no está justificando ni aprobando el uso del condón. Deja muy claro, además, que el preservativo no es la solución para frenar la trasmisión del VIH que se ha convertido en una pandemia.

Cuando un católico mira a un enfermo de sida lo ve, en expresión evangélica, como uno de esos «pequeños» sobre los que un seguidor de Jesús tiene la dulce obligación de quererlo, fundiéndose con su dolor. El neopaganismo reinante, en cambio, solo es capaz de ver en el sidoso una «tormenta de hormonas», y lo único que se le ocurre es regalarle un impermeable para que la tormenta no lo empape. Que es tanto como si a un pirómano se le obsequia un extintor, para que el fuego no lo abrase.

El sida tiene su origen, en muchos casos, en la promiscuidad sexual; y los santones laicos en lugar de combatir la promiscuidad sexual, la exaltan y aplauden, exhortando a sus súbditos a entregarse a ella sin recato y regalándoles luego un condón, para que actúe como salvoconducto de su promiscuidad. Si se promueve la promiscuidad, no puede extrañarnos que abunden personas promiscuas, aunque se hayan olvidado de meter un condón en el bolsillo, como el pirómano no puede renunciar a su pulsión aunque se haya dejado olvidado en casa el extintor.

Parece claro que hay amplios sectores de la sociedad que no están dispuestos a solucionar los males en su origen y se fijan solo en las consecuencias; consecuencias que, además, son incapaces de controlar. Ir al origen del grave problema del sida, por ejemplo, no se soluciona repartiendo condones a diestra y siniestra. Independientemente de que los condones garanticen o no un «sexo seguro», lo que es indubitable es que garantizan un sexo deshumanizado.

La actividad sexual es una unión física y afectiva tan radical pues supone la entrega de una buena parte de la intimidad, que sólo puede responder a una entrega total, sin reservas. Sólo esa unión es digna para ser sellada con una acción, que es en sí misma, y es la única, apta para generar una nueva vida. Buscar la manera de hacer imposible esa aptitud introduce una reserva que convierte el acto en una entrega que ya no es total, y que objetivamente abre la puerta para que el sexo no sea verdaderamente humano sino instintivo.

La verdad simple y llana es que la Iglesia católica proclama el querer de Dios para que las relaciones sexuales sean verdaderamente humanas, es decir con entrega total y estable, que solo son posibles con estas características en el verdadero matrimonio. La Iglesia denuncia abiertamente la falacia de quienes piensan que el uso del condón, da carta de bondad a la sexualidad, aún cuando argumenten, con otra falacia, que se trata de «sexo seguro».

Benedicto XVI cree en la «humanización de la sexualidad», que consiste en liberar al hombre de la esclavitud del sexo como mero instinto animal o el sexo como promiscuidad. Cree que la sexualidad debe contribuir a restituir al hombre su verdadera naturaleza, que no consiste en chapotear en una «tormenta de hormonas», aunque sea con impermeable, sino en buscar un sentido vital profundo en el que eros y ágape -amor carnal y amor como donación de afectos- formen una unidad liberadora del ser humano.

jueves, 2 de diciembre de 2010

EL MISTERIO DEL ADVIENTO

Misterio del adviento, El.

Misterio del adviento, El.

Daniélou, Jean

17,50€

Ediciones cristiandad
ISBN: 978-84-7057-510-5

Colección: Literatura Cristiana Antigua y Medieval
Encuadernación: Rústica
Año de edición: 2006
Páginas: 190


Descripción:
El Misterio del Adviento, fue la tercera obra publicada por Jean Daniélou (1905-1974). En un momento que parecía propicio para una reflexión crítica frente a las naciones europeas, que habían provocado, por segunda vez en pocas décadas, una hecatombe mundial, Daniélou escarba en los orígenes del cristianismo, lo compara con otras religiones, y trata de descubrir lo que puede servir para integrar a -las naciones- en el cristianismo. Daniélou, a quien Pablo VI nombró cardenal en 1969, busca en este libro las claves que pueden ayudar a una correcta inculturación del cristianismo en las grandes civilizaciones que hasta el siglo XX permanecieron aparentemente ajenas al influjo de esta religión. Este hecho, el retraso en el anuncio de la fe, es parte del misterio que trata de explicar Daniélou.
Con un providencialismo que también resulta ilustrativo desde el punto de vista ecuménico, el autor se refiere a los elementos de otras religiones y culturas que en su opinión favorecerán la comprensión del cristianismo: así sería el aprecio hacia la virginidad en la India o hacia la maternidad en China, asuntos ambos que Daniélou ve aprovechables a la hora de comprender los misterios de la Virginidad y Maternidad de María.


Autor:
Daniélou, JeanJ. Danielou. (Neuilly1905 – 1974)
Teólogo francés, autor de numerosas obras de
historia de la iglesia primitiva, liturgia,
ecumenismo. En 1929 entró en el noviciado de la
Compañía de Jesús de Laval, donde profesó el 21
de noviembre de 1931; fue ordenado sacerdote el
24 de agosto de 1938.
En 1941 llegó a París para preparar su doctorado
en Teología en el Instituto Católico, en tanto que se
desempeñaba como capellán del Grupo Católico de
Letras, con el que empezó las peregrinaciones de
estudiantes a Chartres; durante el mismo tiempo
fue también capellán de la Escuela Superior
Femenina de Sévres. En 1942 publicó su obra Le
Signe du Temple ou de la Présence de Dieu,
pequeño libro del cual él mismo dijo que contenía
todo su pensamiento en forma embrionaria.
Humanista y religioso a la vez, para sus dos
doctorados -el de teología en el instituto Católico y
el de Letras en la Sorbona- escogió un mismo
tema: La doctrine mystique de saint Grégoire de
Nysse. En 1943 sucedió al P. Lebreton en la
cátedra sobre los Orígenes del cristianismo en el
Instituto Católico de París. Hombre de diálogo y de
convicción, supo unir a su tarea de profesor la de
pastor.
En 1944 fundó el Círculo de San Juan Bautista, que
era un grupo de jóvenes con inquietudes
misioneras del que Daniélou sería capellán y
director espiritual; su objetivo era establecer
relaciones amplias con los grupos no cristianos,
para constituir comunidades cristianas sin que
tuvieran que romper con su entorno cultural, algo
así como hizo el primitivo cristianismo con las
culturas semita, judeo-cristiana y greco-romana.
En 1961 fue constituido decano de la Facultad de
Teología del Instituto Católico, y al año siguiente el
Papa Juan XXIII le escogió como "perito" para el
Concilio Vaticano II y trabajó en el documento de
la Gaudium et Spes. Fue consagrado obispo en
París el 21 de abril de 1969 y Pablo VI le nombró
cardenal 28 de abril del mismo año. Desde ese
cargo, sin dejar sus tareas habituales, se
constituyó en la voz que proclamaba la fidelidad al
evangelio.

martes, 23 de noviembre de 2010

PAUL EVDOKIMOV



El teólogo ortodoxo

Paul Evdokimov nace en San Petersburgo (Rusia). Se educa en un ambiente religioso, lleno de valores cristianos en su ciudad natal, hasta que hubo de emigrar con su familia, por motivos políticos: la revolución bolchevique de 1917.

Su vida de juventud se desarrolla entre los estudios y el conocimiento cada vez mayor del hecho religioso. Se gradúa en la Escuela Militar, a la vez que cursa estudios de Teología en la Escuela Superior de Teología de Kiev. Siendo un alumno aventajado en el currículum teológico, acabará sus estudios en el Instituto de Teología San Sergio de París (1928).

Precisamente aquí, en este Instituto, es donde nuestro pensador ruso se forjó como uno de los intelectuales ortodoxos más sobresalientes del siglo XX. Fue discípulo de Sergéi Bulgákov y del obispo Casiano. Llegó a ser, después de la II Guerra Mundial, profesor del Instituto en las materias de Patrística y Teología sistemática.

Pero su dedicación a los estudios no acaba con la Teología. En 1942 Evdokimov se doctora en Filosofía por la Universidad de Aix-en-Provence (Francia), ampliando sus conocimientos sobre el saber humano, que puso al servicio de la comunidad universitaria durante toda su vida. De ahí que en 1954 fuese nombrado profesor de Teología Moral en el Instituto ruso-ortodoxo San Sergio, y se le otorgara, por el propio Instituto, el doctorado en Teología (1962).

De entre sus obras podemos destacar: Dostoievski y el problema del mal (1942); El matrimonio, sacramento del amor (1944); Ortodoxia (1959); Gogol y Dostoievski en el Descenso a los Infiernos (1961); El Sacramento del Amor (1962); La oración de la Iglesia (1966).

Su pensamiento y estilo

El cristianismo de Evdokimov nace de la experiencia de fe nutrida en la Iglesia Ortodoxa. Interpreta la tradición oriental a la luz de la occidental, creando así un puente necesario entre ambas culturas.

Su pensamiento emerge de su experiencia. Vida y obras van unidas y encaminadas hacia un mismo ideal: la reflexión y la contemplación de la religión ortodoxa. En él encontramos al monje y al asceta, al poeta y al filósofo, al escritor y al teólogo. Más allá de la aridez cientifista de muchos pensadores del siglo XX, Evdokimov nos enseña el arte de ver la existencia humana desde los ojos de la contemplación.

Su estilo poético no choca con la realidad. No trata de evadirse de los problemas mundanos para acceder a un mundo de ensueño y mágico. Más bien trata de plantar cara a los problemas existenciales desde un lado más espiritual y pleno. Con su lenguaje poético, el pensador ruso manifiesta al lector la presencia de un Dios-Amor revelado que nos saca de la rutina diaria.

Su lenguaje claro y conciso nos transmite esperanza. La esperanza de la victoria de Cristo, el Resucitado, sobre el mal y el dolor (cf. El Sacramento del Amor, 1962). En este pensador ruso encontramos las claves de lectura sobre la esperanza cristiana. Con esta experiencia de confianza en el Resucitado, Evdokimov desea transformar al hombre y al mundo entero.

El tesoro del cristianismo

Muchos, hoy día, consideran que el cristianismo ya ha pasado a la historia. Creen que ya no es capaz de llenar los sentimientos más profundos del hombre contemporáneo. Las ciencias empíricas, la técnica y el subjetivismo se proclaman como los nuevos libertadores del hombre del siglo XXI.

Pese a todo, hay un pensador sencillo que nos muestra la riqueza del cristianismo. En un mundo de revoluciones y de guerras mundiales, nuestro teólogo ortodoxo afirma enérgicamente la victoria de Cristo y de la fe. El cristianismo aparece, pues, no como una religión retrotraída al glorioso pasado "medieval", sino como un proyecto de futuro.


Evdokimov plantea una visión cósmica de la fe cristiana, de modo que sea capaz de resolver los problemas del mundo actual. Considera que la Iglesia debe concebirse como un microcosmos, dentro de la Creación divina (cf. Ortodoxia, 1959).

Formada por comunidades vivas, la Iglesia se presenta ante el mundo como una institución solidaria, ofreciendo esperanza, ayuda socio-educativa y razones para seguir viviendo.

Una teología más humana

El pensamiento teológico de Evdokimov gravita sobre tres ejes: humanismo, ascesis y arquetipo. En efecto, encontramos en el pensador ruso un vivo humanismo cristiano, donde convierte su teología, no en algo especulativo, sino en una búsqueda insaciable de la verdad sobre Dios y el hombre. Búsqueda que finaliza en la posibilidad del hombre y la mujer de participar en la gloria de Dios. Mediante la experiencia de fe podemos pasar de la miseria humana a la felicidad plena de la verdad (sobornost), dependiendo ello de de cada uno de nosotros.

La ascesis se entiende en Evdokimov como la vía del conocimiento divino por medio del ejercicio de la voluntad humana. Gracias a la vida ascética, el cristiano se convierte en un monje en el mundo moderno. Su visión vertical le salva de la rutina y el adocenamiento existencial (cf. Las edades de la vida espiritual, 1964).

El cristiano asceta responde vivamente al ateísmo de nuestro tiempo. El ser humano se encuentra consigo mismo, con la ascesis de sus facultades. De este modo se halla capacitado para luchar contra el mal que le envuelve, en profunda compenetración (kolouteia) con el bien. Así, el pecador será, para Evdokimov, la persona que todavía no ha descubierto la plenitud vital de la fe cristiana. La fe debe tocar la existencia humana, ésta debe ser impregnada por el Espíritu Santo.

El arquetipo de la vida cristiana, sin duda alguna, es Cristo. Evdokimov ve la necesidad de que el cristiano descubra el misterio de la naturaleza humana. Esta naturaleza, dignificada con la presencia de Cristo, hace que el ser humano posea a Cristo como verdadero y único arquetipo de su vida (cf. Las edades de la vida espiritual).

Frente a las filosofías mecanicistas modernas, que atomizan y destruyen la unidad del ser humano, Evdokimov está convencido de que el hombre actual, especialmente el joven, debe vivir de cara al arquetipo Cristo. Sin Él la vida es impersonal, vacía y árida repetición de acontecimientos sin sentido alguno.

Su personalismo ortodoxo

Podemos catalogar a Evdokimov como el personalista ortodoxo por excelencia del siglo XX. Su preocupación por la persona humana se hace patente a lo largo de sus escritos. Expone la tradición oriental humanística acerca del hombre, presenta a éste como ser psicológico. Dota a la teología moderna de los datos de la ciencia psicológica (especialmente de C.G. Jung).

Sin lugar a dudas, la construcción del hombre moderno no debe aislarse de la religión. Nuestro pensador ruso es consciente de la fuerza de la voluntad humana a la hora de decidir su destino. El hombre, según Evdokimov, está llamado a construir su futuro desde el pensamiento vertical y divino.

Por ello, nos transmite la esperanza de que todavía no hay nada perdido, sustentados en la victoria divina de la Resurrección. Y, apoyándose en las palabras de Zossyma, de Los hermanos Karamazov, Dostoievski afirma: "El infierno y el paraíso no son una indemnización, un castigo o un premio, sino calificaciones de la vida que el hombre mismo crea y con la que prepara su destino".

lunes, 22 de noviembre de 2010

FABULA DEL PUERCO ESPIN

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La fábula del puerco espín

Durante la Edad de Hielo, muchos animales murieron a causa del frío.

Los puercoespín dándose cuenta de la situación, decidieron unirse en grupos. De esa manera se abrigarían y protegerían entre sí, pero las espinas de cada uno herían a los compañeros más cercanos, los que justo ofrecían más calor. Por lo tanto decidieron alejarse unos de otros y empezaron a morir congelados.

Así que tuvieron que hacer una elección, o aceptaban las espinas de sus compañeros o desaparecían de la Tierra. Con sabiduría, decidieron volver a estar juntos. De esa forma aprendieron a convivir con las pequeñas heridas que la relación con una persona muy cercana puede ocasionar, ya que lo más importante es el calor del otro.

De esa forma pudieron sobrevivir.

Moraleja de la historia

La mejor relación no es aquella que une a personas perfectas, sino aquella en que cada individuo aprende a vivir con los defectos de los demás y admirar sus cualidades.