martes, 27 de abril de 2010

LUZ DIVINA


Con apuros y prisas de aquí y de allá, estamos

acercándonos a la mitad de año...
Sigamos compartiendo desde nuestra vida,
para enriquecimiento mutuo, que hay más alegría
en compartir que en simplemente experimentar...
La vida da mil vueltas, a veces estamos arriba,
a veces estamos
abajo, y a veces ni sabemos dónde estamos..
. pero la Luz divina que
nos habita es también amor y compasión pura, auténtica, que nos habla
desde el centro del alma, en el silencio y la oración
y nos re-orienta, y nos devuelve constantemente
al Camino tantas veces perdido...
Sigamos la voz de esta Luz divina que es también consejo, y sabiduría
intuitiva, que proviene de aquél
del que una vez nos
desconectamos y que vamos recuperando paulatinamente a través del
constante trabajo interior...

viernes, 16 de abril de 2010

CARTA DE HANS KÜNG A LOS OBISPOS



Cinco años de pontificado de Benedicto XVI. Carta abierta a los obispos católicos de todo el mundo

>Hans Küng, teólogo


El teólogo Hans Küng juzga el pontificado de Benedicto XVI como el de las oportunidades perdidas. En el quinto aniversario de su llegada al Vaticano, pide al clero que reaccione ante la crisis de la Iglesia, agudizada por los abusos a menores
Estimados obispos,

El Papa ha perdido la ocasión de lograr los grandes desafíos de la Iglesia

No ha pedido perdón por los abusos ni ha logrado acercarse a los judíos

Ratzinger interpreta de forma retrógrada el Concilio

En vista de tantas irregularidades, el silencio os hace cómplices

La obediencia ilimitada sólo se debe a Dios. No impide decir la verdad

Para recuperar la confianza sólo vale la franqueza y una reforma consecuente

Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI, y yo fuimos entre 1962 1965 los dos teólogos más jóvenes del concilio. Ahora, ambos somos los más ancianos y los únicos que siguen plenamente en activo. Yo siempre he entendido también mi labor teológica como un servicio a la Iglesia. Por eso, preocupado por esta nuestra Iglesia, sumida en la crisis de confianza más profunda desde la Reforma, os dirijo una carta abierta en el quinto aniversario del acceso al pontificado de Benedicto XVI. No tengo otra posibilidad de llegar a vosotros.

Aprecié mucho que el papa Benedicto, al poco de su elección, me invitara a mí, su crítico, a una conversación de cuatro horas, que discurrió amistosamente. En aquel momento, eso me hizo concebir la esperanza de que Joseph Ratzinger, mi antiguo colega en la Universidad de Tubinga, encontrara a pesar de todo el camino hacia una mayor renovación de la Iglesia y el entendimiento ecuménico en el espíritu del Concilio Vaticano II.

Mis esperanzas, y las de tantos católicos y católicas comprometidos, desgraciadamente no se han cumplido, cosa que he hecho saber al papa Benedicto de diversas formas en nuestra correspondencia. Sin duda, ha cumplido concienzudamente sus cotidianas obligaciones papales y nos ha obsequiado con tres útiles encíclicas sobre la fe, la esperanza y el amor. Pero en lo tocante a los grandes desafíos de nuestro tiempo, su pontificado se presenta cada vez más como el de las oportunidades desperdiciadas, no como el de las ocasiones aprovechadas:

- Se ha desperdiciado la oportunidad de un entendimiento perdurable con los judíos: el Papa reintroduce la plegaria preconciliar en la que se pide por la iluminación de los judíos y readmite en la Iglesia a obispos cismáticos notoriamente antisemitas, impulsa la beatificación de Pío XII y sólo se toma en serio al judaísmo como raíz histórica del cristianismo, no como una comunidad de fe que perdura y que tiene un camino propio hacia la salvación. Los judíos de todo el mundo se han indignado con el predicador pontificio en la liturgia papal del Viernes Santo, en la que comparó las críticas al Papa con la persecución antisemita.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de un diálogo en confianza con los musulmanes; es sintomático el discurso de Benedicto en Ratisbona, en el que, mal aconsejado, caricaturizó al islam como la religión de la violencia y la inhumanidad, atrayéndose así la duradera desconfianza de los musulmanes.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de la reconciliación con los pueblos nativos colonizados de Latinoamérica: el Papa afirma con toda seriedad que estos “anhelaban” la religión de sus conquistadores europeos.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de ayudar a los pueblos africanos en la lucha contra la superpoblación, aprobando los métodos anticonceptivos, y en la lucha contra el sida, admitiendo el uso de preservativos.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de concluir la paz con las ciencias modernas: reconociendo inequívocamente la teoría de la evolución y aprobando de forma diferenciada nuevos ámbitos de investigación, como el de las células madre.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de que también el Vaticano haga, finalmente, del espíritu del Concilio Vaticano II la brújula de la Iglesia católica, impulsando sus reformas.

Este último punto, estimados obispos, es especialmente grave. Una y otra vez, este Papa relativiza los textos conciliares y los interpreta de forma retrógrada contra el espíritu de los padres del concilio. Incluso se sitúa expresamente contra el concilio ecuménico, que según el derecho canónico representa la autoridad suprema de la Iglesia católica:

- Ha readmitido sin condiciones en la Iglesia a los obispos de la Hermandad Sacerdotal San Pío X, ordenados ilegalmente fuera de la Iglesia católica y que rechazan el concilio en aspectos centrales.

- Apoya con todos los medios la misa medieval tridentina y él mismo celebra ocasionalmente la eucaristía en latín y de espaldas a los fieles.

- No lleva a efecto el entendimiento con la Iglesia anglicana, firmado en documentos ecuménicos oficiales (ARCIC), sino que intenta atraer a la Iglesia católico-romana a sacerdotes anglicanos casados renunciando a aplicarles el voto de celibato.

- Ha reforzado los poderes eclesiales contrarios al concilio con el nombramiento de altos cargos anticonciliares (en la Secretaría de Estado y en la Congregación para la Liturgia, entre otros) y obispos reaccionarios en todo el mundo.

El Papa Benedicto XVI parece alejarse cada vez más de la gran mayoría del pueblo de la Iglesia, que de todas formas se ocupa cada vez menos de Roma y que, en el mejor de los casos, aún se identifica con su parroquia y sus obispos locales.

Sé que algunos de vosotros padecéis por el hecho de que el Papa se vea plenamente respaldado por la curia romana en su política anticonciliar. Esta intenta sofocar la crítica en el episcopado y en la Iglesia y desacreditar por todos los medios a los críticos. Con una renovada exhibición de pompa barroca y manifestaciones efectistas cara a los medios de comunicación, Roma trata de exhibir una Iglesia fuerte con un “representante de Cristo” absolutista, que reúne en su mano los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.

Sin embargo, la política de restauración de Benedicto ha fracasado. Todas sus apariciones públicas, viajes y documentos no son capaces de modificar en el sentido de la doctrina romana la postura de la mayoría de los católicos en cuestiones controvertidas, especialmente en materia de moral sexual. Ni siquiera los encuentros papales con la juventud, a los que asisten sobre todo agrupaciones conservadoras carismáticas, pueden frenar los abandonos de la Iglesia ni despertar más vocaciones sacerdotales.

Precisamente vosotros, como obispos, lo lamentaréis en lo más profundo: desde el concilio, decenas de miles de obispos han abandonado su vocación, sobre todo debido a la ley del celibato. La renovación sacerdotal, aunque también la de miembros de las órdenes, de hermanas y hermanos laicos, ha caído tanto cuantitativa como cualitativamente. La resignación y la frustración se extienden en el clero, precisamente entre los miembros más activos de la Iglesia.

Muchos se sienten abandonados en sus necesidades y sufren por la Iglesia. Puede que ese sea el caso en muchas de vuestras diócesis: cada vez más iglesias, seminarios y parroquias vacíos. En algunos países, debido a la carencia de sacerdotes, se finge una reforma eclesial y las parroquias se refunden, a menudo en contra de su voluntad, constituyendo gigantescas “unidades pastorales” en las que los escasos sacerdotes están completamente desbordados.

Y ahora, a las muchas tendencias de crisis todavía se añaden escándalos que claman al cielo: sobre todo el abuso de miles de niños y jóvenes por clérigos -en Estados Unidos, Irlanda, Alemania y otros países- ligado todo ello a una crisis de liderazgo y confianza sin precedentes. No puede silenciarse que el sistema de ocultamiento puesto en vigor en todo el mundo ante los delitos sexuales de los clérigos fue dirigido por la Congregación para la Fe romana del cardenal Ratzinger (1981-2005), en la que ya bajo Juan Pablo II se recopilaron los casos bajo el más estricto secreto. Todavía el 18 de mayo de 2001, Ratzinger enviaba un escrito solemne sobre los delitos más graves (Epistula de delitos gravioribus) a todos los obispos.

En ella, los casos de abusos se situaban bajo el secretum pontificium, cuya vulneración puede atraer severas penas canónicas. Con razón, pues, son muchos los que exigen al entonces prefecto y ahora Papa un mea culpa personal. Sin embargo, en Semana Santa ha perdido la ocasión de hacerlo. En vez de ello, el Domingo de Ramos movió al decano del colegio cardenalicio a levantar urbi et orbe testimonio de su inocencia.

Las consecuencias de todos estos escándalos para la reputación de la Iglesia católica son devastadoras. Esto es algo que también confirman ya dignatarios de alto rango. Innumerables curas y educadores de jóvenes sin tacha y sumamente comprometidos padecen bajo una sospecha general. Vosotros, estimados obispos, debéis plantearos la pregunta de cómo habrán de ser en el futuro las cosas en nuestra Iglesia y en vuestras diócesis. Sin embargo, no querría bosquejaros un programa de reforma; eso ya lo he hecho en repetidas ocasiones, antes y después del concilio. Sólo querría plantearos seis propuestas que, es mi convicción, serán respaldadas por millones de católicos que carecen de voz.

1. No callar: en vista de tantas y tan graves irregularidades, el silencio os hace cómplices. Allí donde consideréis que determinadas leyes, disposiciones y medidas son contraproducentes, deberíais, por el contrario, expresarlo con la mayor franqueza. ¡No enviéis a Roma declaraciones de sumisión, sino demandas de reforma!

2. Acometer reformas: en la Iglesia y en el episcopado son muchos los que se quejan de Roma, sin que ellos mismos hagan algo. Pero hoy, cuando en una diócesis o parroquia no se acude a misa, la labor pastoral es ineficaz, la apertura a las necesidades del mundo limitada, o la cooperación mínima, la culpa no puede descargarse sin más sobre Roma. Obispo, sacerdote o laico, todos y cada uno han de hacer algo para la renovación de la Iglesia en su ámbito vital, sea mayor o menor. Muchas grandes cosas en las parroquias y en la Iglesia entera se han puesto en marcha gracias a la iniciativa de individuos o de grupos pequeños. Como obispos, debéis apoyar y alentar tales iniciativas y atender, ahora mismo, las quejas justificadas de los fieles.

3. Actuar colegiadamente: tras un vivo debate y contra la sostenida oposición de la curia, el concilio decretó la colegialidad del Papa y los obispos en el sentido de los Hechos de los Apóstoles, donde Pedro tampoco actuaba sin el colegio apostólico. Sin embargo, en la época posconciliar los papas y la curia han ignorado esta decisión central del concilio.

Desde que el papa Pablo VI, ya a los dos años del concilio, publicara una encíclica para la defensa de la discutida ley del celibato, volvió a ejercerse la doctrina y la política papal al antiguo estilo, no colegiado. Incluso hasta en la liturgia se presenta el Papa como autócrata, frente al que los obispos, de los que gusta rodearse, aparecen como comparsas sin voz ni voto. Por tanto, no deberíais, estimados obispos, actuar solo como individuos, sino en comunidad con los demás obispos, con los sacerdotes y con el pueblo de la Iglesia, hombres y mujeres.

4. La obediencia ilimitada sólo se debe a Dios: todos vosotros, en la solemne consagración episcopal, habéis prestado ante el Papa un voto de obediencia ilimitada. Pero sabéis igualmente que jamás se debe obediencia ilimitada a una autoridad humana, solo a Dios. Por tanto, vuestro voto no os impide decir la verdad sobre la actual crisis de la Iglesia, de vuestra diócesis y de vuestros países. ¡Siguiendo en todo el ejemplo del apóstol Pablo, que se enfrentó a Pedro y tuvo que “decirle en la cara que actuaba de forma condenable” (Gal 2, 11)!

Una presión sobre las autoridades romanas en el espíritu de la hermandad cristiana puede ser legítima cuando estas no concuerden con el espíritu del Evangelio y su mensaje. La utilización del lenguaje vernáculo en la liturgia, la modificación de las disposiciones sobre los matrimonios mixtos, la afirmación de la tolerancia, la democracia, los derechos humanos, el entendimiento ecuménico y tantas otras cosas sólo se han alcanzado por la tenaz presión desde abajo.

5. Aspirar a soluciones regionales: es frecuente que el Vaticano haga oídos sordos a demandas justificadas del episcopado, de los sacerdotes y de los laicos. Con tanta mayor razón se debe aspirar a conseguir de forma inteligente soluciones regionales. Un problema especialmente espinoso, como sabéis, es la ley del celibato, proveniente de la Edad Media y que se está cuestionando con razón en todo el mundo precisamente en el contexto de los escándalos por abusos sexuales. Una modificación en contra de la voluntad de Roma parece prácticamente imposible.

Sin embargo, esto no nos condena a la pasividad: un sacerdote que tras madura reflexión piense en casarse no tiene que renunciar automáticamente a su estado si el obispo y la comunidad le apoyan. Algunas conferencias episcopales podrían proceder con una solución regional, aunque sería mejor aspirar a una solución para la Iglesia en su conjunto. Por tanto:

6. Exigir un concilio: así como se requirió un concilio ecuménico para la realización de la reforma litúrgica, la libertad de religión, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, lo mismo ocurre en cuanto a solucionar el problema de la reforma, que ha irrumpido ahora de forma dramática. El concilio reformista de Constanza en el siglo previo a la Reforma acordó la celebración de concilios cada cinco años, disposición que, sin embargo, burló la curia romana. Sin duda, esta hará ahora cuanto pueda para impedir un concilio del que debe temer una limitación de su poder. En todos vosotros está la responsabilidad de imponer un concilio o al menos un sínodo episcopal representativo.

La apelación que os dirijo en vista de esta Iglesia en crisis, estimados obispos, es que pongáis en la balanza la autoridad episcopal, revalorizada por el concilio. En esta situación de necesidad, los ojos del mundo están puestos en vosotros. Innúmeras personas han perdido la confianza en la Iglesia católica. Para recuperarla sólo valdrá abordar de forma franca y honrada los problemas y las reformas consecuentes. Os pido, con todo el respeto, que contribuyáis con lo que os corresponda, cuando sea posible en cooperación con el resto de los obispos; pero, si es necesario, también en solitario, con “valentía” apostólica (Hechos 4, 29-31). Dad a vuestros fieles signos de esperanza y aliento y a nuestra iglesia una perspectiva.

Os saluda, en la comunión de la fe cristiana, Hans Küng.

Traducción: Jesús Alborés Rey

Hans Küng es catedrático emérito de Teología Ecuménica en la Universidad de Tubinga (Alemania) y presidente de Global Ethic.

jueves, 15 de abril de 2010

LA FOTO DEL AMADO


CRISTO NOS AMO TANTO QUE NOS DEJO UNA FOTO
Te invito a visitar esta www
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CENTRADOS


NO ES FACIL VIVIR CENTRADO. "IN MEDIO VIRTUS". ASI, LA VALENTIA ES EL PUNTO MEDIO ENTRE EL MIEDO Y LA TEMERIDAD. NUESTRO HABITO DIARIO DE ORACIÓN Y MEDITACION DESDE UN PENSAMIENTO VIVO NOS PUEDE AYUDAR MUCHISIMO.

jueves, 8 de abril de 2010

ESPIRITUALIDAD


NADA QUE SE PUEDA
EXPRESAR CON PALABRAS ES LA ESPIRITUALIDAD.
LA ESPIRITUALIDAD ES VIDA EN EL ESPIRITU
Y DESDE EL ESPIRITU.
DIJO CRISTO:
YO SOY EL CAMINO
LA VERDA Y LA VIDA

ETICA


ETICA

El ser humano únicamente puede ser verdaderamente sano si es ético. Esto es fácil de comprender. Si la ética fuese, como pretenden convencernos, el resultado de un acuerdo social, probablemente eso tendría que ver muy poco con la salud, anímica y espiritual,incluso muchas veces estaría contrapuesta. Pero la realidad es otra, la verdadera Etica es la correspondencia de las intenciones del individuo con el delineamiento del cosmos.Con la voluntad del Creador expresada en el mandamiento AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS. AMAD A VUESTRO ENEMIGO. AMA AL PROJIMO COMO A TI MISMO

martes, 6 de abril de 2010

ESPIRITUALIDAD COMO PROPUESTA



J. Amando Robles Robles

Por espiritualidad hoy se entienden muchas cosas: experiencias, sentimientos, posiciones, filosofías, comportamientos; en general, concepciones, prácticas y manifestaciones que tengan un carácter más o menos personal, subjetivo, experiencial, de realización y trascendencia. Por ello es frecuente en la actualidad contraponer espiritualidad a religión. La espiritualidad significaría lo que hay de experiencial, realización inmediata, autotrascendencia, mientras la religión sería sinónimo de una fe impersonal, institucional, abstracta.
El problema está en que todo lo que es subjetivamente experiencial y se siente realizador, sería espiritualidad, sin más distinciones ni rigor, aunque en realidad no lo sea, incluso aunque esté muy lejos de ser y constituir una auténtica espiritualidad.
De hecho hoy son muchas las personas que consideran estar viviendo una vida espiritual cuando viven la vida con un sentido o, mejor, sentimiento integrador y holístico, ya sea de carácter metafísico, filosófico, ético, moral, estético, religioso, naturalista, ecológico, cósmico; mejor todavía si a tal sensibilidad han llegado con la ayuda de alguna doctrina más o menos esotérica, sofisticada. Y ello aunque su experiencia y su búsqueda sean profundamente interesadas y egocéntricas, en cuyo caso no hay una auténtica y verdadera espiritualidad. Por esta razón , es muy importante precisar bien qué se debe entender por espiritualidad. Los grandes maestros, aún reconociendo haber tantos caminos posibles como seres humanos, no lo dejaron al arbitrio de cada quien. Por espiritualidad aquí entendemos lo más real y pertinente: la realización más plena y total del ser humano. Así concebida la espiritualidad, no creemos que haya nada más real ni más pertinente. Un ser humano plenamente espontáneo, creativo, libre, que coincide con su ser. Un ser humano dueño y soberano de sí mismo.

La espiritualidad, tal como la entendemos, tiene denotaciones bien precisas, objetivas. No se confunde con las religiones de creencias, es cierto, pero tampoco con la espiritualidades sucedáneas, al estilo espiritualidades "Nueva Era". Como ya lo hemos planteado en otros trabajos, la espiritualidad para que sea tal, esto es, realización plena y total del ser humano, tiene que ser experiencial, pero tiene que tratarse de experiencia última, específica, irreductible a ninguna otra. Y esta experiencia no es otra que la de la gratuidad.

Cuando decimos última estamos hablando en términos de calidad humana: la experiencia espiritual es la experiencia de mayor calidad humana que pueda realizarse, es lo humano último. En este sentido, por definición, cualquier experiencia que no sea última ni de lo último, como por ejemplo toda experiencia interesada y egocentrada, por sentida, íntima y experiencial que sea, nunca será una experiencia espiritual auténtica, no será una espiritualidad digna de este nombre. Por sutil que sea la forma, siempre se tratará de una búsqueda del propio yo, siempre siguiendo el mecanismo del interés y del deseo y, en última instancia, de la necesidad, aunque se trate de una necesidad espiritualmente creada. El ser humano es capaz de más, es capaz de un desinterés y desegoncentración total. Éste es el estado en donde se hace posible la experiencia propiamente espiritual. Místicos cristianos llamarán a este lugar el "hondón" del alma.
Como última e irreductible, la experiencia en que consiste la espiritualidad será genuina, es decir, específica. No reductible pero tampoco sustituible por ninguna otra. La experiencia que es última, irreductible y específica, es la experiencia que es gratuita. Nunca es medio para un fin. Es una experiencia plena y total en sí misma. Por esta razón, se puede decir que no sirve para nada, no vale para nada, no existe en función de nada. Es decir, su valor, su importancia, no se mide en función de algo mejor. La experiencia en sí es lo mejor, es lo único, es todo. Es gratuidad plena y total. Como gratuidad no es un medio para ninguna cosa.

La espiritualidad así entendida no se confunde con las espiritualidades sucedáneas, tan de moda en nuestros días. Éstas parten siempre de la necesidad y de su fruto, el deseo; hijas de la necesidad y del deseo, nunca llevan porque no pueden hacerlo a la realización plena que prometen. Son siempre un medio para un fin, y en relación tan incestuosa que el fin prometido nunca llega y el medio exigido nunca desaparece. De ahí el estado de insatisfacción, si no de frustración, de enajenación permanente, de dependencia, tan típico de las religiones. La espiritualidad verdadera es un fin en sí misma, nunca un medio: realización plena y total; creatividad y libertad. No conoce la enajenación ni el sometimiento.

A la espiritualidad así entendida se le pueden reconocer dos características más. Es inexpresable y es laica. Conceptualmente es inefable. Por esta razón hay que recurrir al símbolo, a la metáfora. Como sucede en el dominio del arte, la experiencia espiritual auténtica sólo puede ser expresada poéticamente, mediante metáforas. Cuando se utilicen conceptos, será por su riqueza simbólica; se tratará de conceptos símbolos. Como el concepto de Dios. Y, finalmente, considerada en sí misma es una experiencia laica. No son los referentes religiosos los que hacen que la experiencia sea espiritual sino la calidad de ésta: que sea última, que sea gratuita. Este carácter de ultimidad y gratuidad no es patrimonio de las religiones sino del ser humano en lo que tiene de más humano.


J. Amando Robles es dominico, profesor de la Universidad Nacional de Costa Rica.

lunes, 5 de abril de 2010

UN BUEN LIBRO


La verdad del silencio

Por los caminos del asombro

Teresa Guardans

Investigadora del Centro de Estudio de las Tradiciones Religiosas.

19,04 € sin Iva

Herder Editorial304 pag.
Herder Editorial14.1 x 21.6 cm
Herder EditorialISBN 978-84-254-2627-8

síntesis


Hay quien va por la vida viéndola, dejándose sorprender por la existencia.

Esta obra es una aproximación laica a los fundamentos de la experiencia mística. Ayudándose de pensadores contemporáneos como Eugenio Trías, Marià Corbí o María Zambrano, la autora fundamenta el silencio de sí como peculiar vía de conocimiento y explora las formas en las que éste pueda favorecerse. Es una invitación a adentrarse en la lucidez asombrada como núcleo de una experiencia de vida plenamente humana. Mediante la relectura (y el redescubrimiento) de los maestros del camino interior -exploradores del conocimiento silencioso-, se pondrá en evidencia la práctica de un peculiar esfuerzo de desegocentración como medio de sutilización de las capacidades humanas. La exploración de La nube del no-saber, del Bhagavad Gîta, o de las obras de Maestro Eckhart, Rûmî, Al-Yîlî, Lanfranchi, Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Nisargadatta Maharaj o Yoka Daishi entre otros, nos acerca a unas lecciones de vida que, nacidas de la experiencia mística, dejarán al descubierto la aportación propia e insustituible de ese rico legado.