viernes, 27 de marzo de 2009

SIDA Y PRESERVATIVO, UNA POLEMICA TRASNOCHADA


«No se puede solucionar este flagelo sólo distribuyendo profilácticos». Esta frase de Benedicto XVI, evidente para cualquier médico o experto en la lucha contra el sida, pronunciada en respuesta a la pregunta de un periodista, a bordo del avión que le llevó el 17 de marzo a Camerún, desencadenó una trasnochada polémica promovida por periodistas y representantes políticos.El pecado original de los comunicadores estuvo, como de costumbre, en tergiversar unas palabras del Papa y censurar otras. Si hubieran ofrecido todas sus declaraciones, el gran público hubiera descubierto que el Papa ofrece una respuesta global al sida, que, por otra parte, es la única que hasta ahora ha dado resultados en la lucha contra el virus. «La solución puede encontrarse sólo en un doble empeño -afirmó-: el primero, una humanización de la sexualidad, es decir, una renovación espiritual y humana que traiga consigo una nueva forma de comportarse uno con el otro; y segundo, una verdadera amistad también y, sobre todo hacia las personas que sufren, la disponibilidad incluso con sacrificios, con renuncias personales, a estar con los que sufren».Las estadísticas dan la razón al Papa. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), relativos al período que va de 1991 a 2001, aquellos países en los que se ha promovido un acercamiento educativo-global a la lucha contra el sida, el número de los afectados ha disminuido. Es lo que ha sucedido en Uganda, Burundi y República Democrática del Congo. Sin embargo, en los países africanos en los que las campañas de lucha contra el sida se centraron sobre todo y casi únicamente en la distribución de preservativos, los resultados han sido dramáticos, comenzando por Botswana y siguiendo por Suazilandia, Lesoto, Namibia y Zimbawe. Quizá no sea casualidad el que los católicos en los primeros casos tengan una cierta mayoría, mientras que en los segundos sean una exigua minoría.

lunes, 23 de marzo de 2009

LA ADORACION DEL HOMBRE


Por su interés reproduzco este artículo de Juan Manuel de Prada Decía Leon Bloy que, cuando quería enterarse de lo que sucedía, leía el Apocalipsis. Y como hoy nadie quiere enterarse de lo que está sucediendo, se lee cualquier cosa menos el Apocalipsis. Pero hasta evitando leer lo que nos permitiría enterarnos de lo que está sucediendo, la verdad sale a nuestro paso, aunque sea disfrazada de palabras melifluas. Obama acaba de afirmar, después de autorizar la experimentación con células embrionarias: «Como persona de fe, creo que debemos ayudarnos los unos a los otros y evitar el sufrimiento humano. Creo que tenemos la capacidad y la voluntad de llevar a cabo esta investigación, y la humanidad y la conciencia para hacerlo de forma responsable». Y Zapatero, en una larga entrevista que editaron a modo de libro turiferario, describía así sus creencias religiosas: «En la medida en que he ido evolucionando y madurando creo que la religión más auténtica es el hombre. Es el ser humano el que merece adoración, es el vértice claro del mundo tal como se nos ha mostrado, tal como lo hemos llegado a comprender». Ambas declaraciones coinciden en adoptar una fraseología religiosa: Obama –más sibilino o farisaico– comienza declarándose «hombre de fe» y enmascara su discurso con la coartada filantrópica; Zapatero, más expeditivo, nos habla sin ambages de la «adoración del hombre». Ambas declaraciones hacen profesión de una fe ilimitada en las posibilidades humanas, en la grandeza del hombre, en la capacidad del hombre para instaurar un paraíso en la Tierra, evitando el sufrimiento y erigiéndose en juez omnímodo, investido de voluntad y conciencia moral, para determinar el bien común. Ambas declaraciones, en fin, exaltan la grandeza infinita del hombre, pero disfrazándola con los ropajes y aspavientos de la religiosidad. No se trata, pues, de aquel ateísmo antañón, que negaba la existencia de Dios y vaciaba el templo, arrojando al hombre a una orfandad cósmica; se trata de una nueva forma de ateísmo, que sienta al hombre en el templo de Dios y lo adora como si fuera Dios él mismo. Esta suplantación ya la prevenía San Pablo en su Epístola a los romanos, cuando auguraba que los hombres, «entontecidos en sus razonamientos» y «alardeando de sabios», acabarían «sirviendo a la criatura y no al Creador». Y en eso estamos. La adoración del hombre es la religión universal de nuestra época; la proclaman sus sacerdotes y corifeos –falsos mesías y falsos profetas «que vienen a nosotros con vestiduras de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces»– y la celebran las multitudes crédulas y ofuscadas. La acompañan «multitud de milagros, señales y prodigios engañosos y seducciones de iniquidad», como predijo el mismo San Pablo (II Tes 2, 9): nos aseguran que dejaremos de sufrir, que nuestras enfermedades serán sanadas, que seremos el «vértice claro del mundo tal como se nos ha mostrado». Por supuesto, el «mundo tal como se nos ha mostrado» –como nos lo han mostrado los falsos mesías y los falsos profetas– no es sino un espejismo o utopía ilusoria, donde la idolatría de la Ciencia, la esperanza en el Progreso y la adhesión a la Ideología prometen al hombre la implantación de un nuevo paraíso en la Tierra. Un paraíso, por supuesto, con un trasfondo infernal, donde la deificación del hombre se logra a costa de su deshumanización, donde la liberación de la Humanidad se logra sobre su suicidio futuro, donde la experimentación con células embrionarias o el aborto a mansalva se nos venden como logros humanitarios (¡y hasta como conquistas de derechos!) que instaurarán un nuevo Reino de las Delicias Universales. A algunos les sorprende que este mesianismo secularizado o adoración del hombre se desmelene precisamente ahora, cuando las multitudes crédulas y ofuscadas se debaten en la tribulación, acuciadas por la sombra de una crisis económica que no hace sino extenderse como plaga de langosta. E, incapaces de penetrar en la sustancia de estos misterios de iniquidad, los despachan afirmando que son «cortinas de humo» que se lanzan para mantener distraída a la gente. No aciertan a entender que tales «cortinas de humo» son en realidad signos de un drama que se nos cuenta con pelos y señales en ese libro que Leon Bloy aconsejaba leer, para enterarse de lo que estaba sucediendo. Pero ¿cómo va a ponerse la gente a seguir el consejo de Leon Bloy si ni siquiera sabe quién es ese fulano? Y, además, ¿quién es ese fulano para decirles lo que tienen que leer a los hombres deificados a quienes se debe adoración?

jueves, 12 de marzo de 2009

GNOSTICOS






Una conocida fábula de Hans Christian Andersen es la del emperador y el traje invisible. En el reino de un emperador aficionado a los trajes refinados, llegaron un día dos sastres extranjeros, precedidos de gran fama. "El emperador -cuenta Andersen- les concedió una audiencia de inmediato.
- Quiero ver esa famosa tela de la que tanto hablan -exigió el emperador.
- Aún no la hemos tejido. Pero si su majestad nos proporciona una habitación espaciosa, unos telares y ciertos materiales, confeccionaremos para su excelencia esta magnífica tela -dijo uno de los sastres.
- Y nosotros, por supuesto, como regalo, añadiremos la magia -añadió el otro sastre.
- ¿Qué magia? -preguntó el emperador, entusiasmado.
- Nadie que sea perverso o estúpido, que esté en un cargo para el que no sirve o que ocupe un lugar inmerecido en la corte, podrá ver la tela ni el vestido que haremos -comentaron los sastres con ademán de estar contando un secreto importante.
- ¿Es eso cierto? -exclamó el emperador-. ¡Asombroso! ¡Estupendo! Comiencen ya, y, por favor, no escatimen nada. De inmediato haré que les proporcionen los materiales necesarios para elaborar esa tela".
Los sastres recopilaron así gran cantidad de hilo de oro y piedras preciosas, mientras simulaban estar tejiendo. Los ministros que supervisaban el trabajo no podían ver nada, pero nadie estaba dispuesto a pasar por tonto o por inepto, por lo que daban todo por bueno y así siguió la farsa.
Cuando fue presentada en la corte, nadie veía nada. Pero... "hicieron cara de asombro, no por ver la tela, sino por no verla y, en su confusión, exclamaron:
- ¡Magnífica! ¡Realmente magnífica!
- Observe su majestad qué espléndidos estampados ¡y qué colores! -decían los cortesanos señalando los telares, creyendo en verdad que los otros veían lo que no podían ver.
¿Qué absurdo es éste?, pensó el emperador. No puedo ver nada. ¡Esto es horrible! ¿Soy un estúpido? ¡Esto es lo peor que me ha ocurrido! Nadie lo debe saber. Aprobaré la tela como sea.
- ¡Oh, es deliciosa, de verdad majestuosa! -dijo el emperador en voz alta, con una sonrisa de satisfacción de oreja a oreja.- ¡Cuenta con mi aprobación!"
Así llegamos al gran día de la presentación oficial a todo el reino. Todo el mundo fingía admiración, pues nadie quería pasar por tonto. Hasta que, por fin, un niño de entre la multitud gritó: "¡Pero si está desnudo!". Al principio, hubo desconcierto, hasta que el sentido común consiguió abrirse paso, y la multitud acabó burlándose del emperador. Quedó en ridículo y se descubrió el timo; tarde, pues los sastres estafadores habían huido con el rico botín.
La fábula es aún más vieja: se recoge en el cuento nº 14 de El Conde Lucanor, escrito en el siglo XIV (con la diferencia de que quienes no lo veían no eran aquí los tontos, sino los hijos ilegítimos). Pone de manifiesto, en todo caso, que la vanidad humana es capaz de pasar por encima del sentido común y aceptar las cosas más descabelladas.
Esto viene a cuento de que, dentro del ámbito de la religión, es una de las claves para entender una constante histórica que ha recibido el nombre de "gnosticismo". El nombre viene del griego gnosis, que significa "conocimiento" (no se debe confundir con el agnosticismo, pues la "a" como prefijo significa negación: el "no-conocimiento"). Reúne una miriada de círculos esotéricos o sectas que tienen en común afirmar una visión de la auténtica realidad que escapa al conocimiento del vulgo y se reserva para un restringido grupo de privilegiados que puede alcanzar la iluminación necesaria para alcanzar la "gnosis".
El gnosticismo ha sido una constante histórica: siempre ha habido sectas gnósticas, y siempre han sido religiones minoritarias. Entre sus seguidores han predominado, en contra de lo que pudiera suponerse a primera vista, personas de buena posición social y cultural, como sucedía con los cortesanos de la fábula. Y no puede decirse que haya un origen determinado de este tipo de grupos. Por el contrario, se puede decir que ninguna religión bien establecida se ha librado de algún parasitismo gnóstico. El cristianismo, por supuesto, tampoco. Aparecieron gnósticos tan al principio, que ya hay en el Nuevo Testamento alguna alusión a embaucadores que vienen con extrañas fábulas. Es posible que el descubrimiento reciente de un manuscrito del llamado Evangelio de Judas tenga valor arqueológico, pero desde luego no constituye un hallazgo sorprendente. Ya está mencionado en las obras de San Ireneo, en el siglo III. Es uno más de una larga lista de escritos gnósticos, como el Evangelio de Matías, el Evangelio de Felipe, los Hechos de Pedro, los Hechos de Tomás, el Apocalipsis de Adán, el Evangelio de la verdad, el Tratado de las tres naturalezas y un largo etcétera. Alguno enlaza con gnosticismos judíos anteriores a Cristo. Los argumentos varían, pero siempre hay un denominador común: la Biblia está dirigida al vulgo ignorante, mientras que estos documentos revelan la auténtica verdad, asequible tan sólo a unos privilegiados.
Si nos ceñimos a los gnosticismos de raíz cristiana y a la actualidad, encontramos dos filones de procedencia de sectas gnósticas: Sudamérica (sobre todo Colombia, Venezuela y Brasil) y Europa occidental; a diferencia de lo que sucede con sectas de otros tipos, los Estados Unidos no son aquí muy significativos. De América del Sur -el filón más reciente- vienen cosas como el llamado Movimiento Gnóstico Cristiano Universal, con alguna implantación en España. Lo fundó en 1954 el colombiano Víctor Manuel Gómez, que aseguró ser la última reencarnación de antiguos sabios y se hizo llamar "Venerable Maestro Aun Weor". Sostenía lo que denominaba "gnosis del Cristo cósmico": Cristo, que había estudiado en la pirámide de Kefrén y viajado al Tíbet, legó una "liturgia solar" para que quienes tuvieran acceso a ella pudieran pasar del "cuerpo lunar" o molecular al "cuerpo solar" o astral. No falta, como en la fábula, un toque de magia -de dudoso gusto-, que proporciona además la clave oculta para poder entender lo que esconde la narración de los Evangelios. Un típico producto gnóstico.
En el mundo occidental encontramos un mosaico de grupos, que tienen antecedentes en otros similares, en una cadena que se remonta siglos. Esto permite hablar de diversas tradiciones. Entre ellas, destacan dos. La primera es la rosacruciana, nombre que hace alusión al legendario viajero alemán del siglo XIII Christian Rosenkreutz. En la actualidad, la secta de este grupo mejor implantada -España incluida- es AMORC (Antigua y Mística Orden de la Rosa Cruz), fundada en 1915 por el norteamericano -algo poco común- Harvey Spencer Lewis. Presenta una mezcla de contenidos orientales -hinduistas sobre todo-, símbolos del antiguo Egipto y algún elemento de origen cristiano. Su gnosis debe llegar a la Gran Alma Universal, y no falta el elemento mágico, que aquí se llama alquimia espiritual. Como suele ser común, reivindica que fueron rosacrucianos personajes como Leonardo o Newton.
La otra tradición destacable es la templaria, radicada sobre todo en Francia. Sus exponentes tienen en común la pretensión de ser continuadores de los secretos de la antigua Orden Templaria, suprimida en el siglo XIV, cuando su último Gran Maestre, Jacques de Molay, fue injustamente ajusticiado en la hoguera en 1314. Los "secretos" en realidad no tienen nada que ver con los auténticos templarios. En este gran saco, y dependiendo de la miriada de sectas de esta línea -más de quinientas identificadas en Francia en los últimos dos siglos- se pueden encontrar todo tipo de santos griales, tesoros ocultos y revelaciones gnósticas supuestamente conservadas por una minoría iluminada a través de los siglos, sobre Jesús y sus primeros discípulos. Y, por supuesto, también aquí es moneda común decir que Leonardo, Descartes o Newton pertenecían a esa secreta minoría. El análisis de las doctrinas de cada grupo, así como las influencias y trasvases entre ellas o con otras tradiciones, la masonería, etc., nos introduciría en un enrevesado laberinto tan complicado como inútil.
En momentos de escasa libertad religiosa, las sectas gnósticas se encierran en un hermetismo estricto. Pero cuando pueden expresar con más libertad sus ideas, la tentación de mostrarse como seres de conocimiento privilegiado es difícil de resistir. Hay también en este aspecto un paralelismo con la fábula: el emperador tenía ganas de mostrar su maravilloso traje al pueblo. Si el deseo va aderezado con el encanto del misterio y de lo mágico, se convierte fácilmente en un producto comercial. Puede dar lugar a una erudita exposición gnóstica, como ocurrió con el best-seller El retorno de los brujos (de Louis Pauwels y Jacques Bergier) hace cuarenta años; a tratar la fantasía como tal y convertirla en un cómic filmado como es el caso del grial de Indiana Jones; o a una novela aderezada de morbo y con peor idea, como sucede con El Código da Vinci. En un sentido u otro, el gnosticismo siempre ha sido una veta para los buscadores de fantasías.
¿Qué sucede al final con toda esta ilusión gnóstica? Si no se toma en serio, simplemente entretiene, y nada más. Si se toma en serio, la fábula vuelve a ser ilustrativa. Parece que hay un primer momento de mezcla de incertidumbre -¿y si es verdad?-, curiosidad y fascinación. Después acaba por imponerse el sentido común, más propicio a salir de la gente sencilla que de los pretendidamente cultos e inteligentes, más propensos a mantener actitudes postizas por vanidad o miedo a quedar en mala posición. En la Roma del año 150 debía sonar muy moderna la doctrina de Marción -un conocido gnóstico, al que Tertuliano dedica una obra-, según la cual Jesucristo era un "eón" que rescató el mundo del orgulloso Gran Arkhón que adoraban los judíos, pero tardó poco en ser considerada una ridícula fantasía, y hoy nos cuesta entender que todo un Tertuliano le dedicara tanta atención. Hoy ocurrirá lo mismo. Pero hay una última enseñanza extraída de la fábula de Andersen. Cuando todos recuperaron la sensatez, los mágicos sastres causantes de la estafa ya estaban fuera de escena, disfrutando de sus pingües ganancias a costa de los ingenuos que deseaban ser inteligentes a toda costa.

martes, 10 de marzo de 2009

INVESTIGACION CON CELULAS MADRE EMBRIONARIAS


Entrevista con la Dra. Mónica López Barahona, especialista en Bioética
La Dra. Mónica López Barahona, vocal del Comité Asesor de Ética en la Investigación Científica y Técnica, miembro del Comité Director de Bioética del Consejo de Europa, Decana de la Facultad de Ciencias Biosanitarias de la Universidad Francisco de Vitoria, Profesora de Oncología Molecular y Bioética en dicha universidad… responde a las preguntas planteadas por

Jesús Romero

En el 2002 la prestigiosa revista Nature publicó un artículo de la Dra. Cattherine Verfaillie y su equipo (Universidad de Minnesota), donde se describía el aislamiento de las MAPC, un tipo de células madre adultas de la médula ósea, capaces de diferenciarse en las tres líneas germinales organogenésicas (ecto, meso y endodérmicas). A raíz de este estudio el Dr. Justo Aznar (jefe del Departamento de Biopatología, Clínica del Hospital Universitario La Fe, Valencia) resumió en diez las diferencias entre las células madre embrionarias (en adelante CME) y las MAPC, concluyendo una aconsejable utilización de estas últimas.

Entre las "ventajas" reseñadas destacaríamos las siguientes:

Las MAPC pueden ser más controlables en su diferenciación frente a las CME.

La pluripotencialidad de las CME les confiere un mayor potencial oncológico frente a las MPAC. El recurso a las MPAC no exige la creación de un banco de embriones.

Por último, aunque no menos importante, el empleo de las MPAC no crea problemas éticos en ningún sector.

Dra. López Barahona, ¿podría detallarnos su opinión sobre estos cuatro puntos?Mónica López Barahona.

-Comparto los cuatro puntos. Efectivamente la capacidad proliferativa de una célula troncal adulta es menor que la de una embrionaria y, por tanto, su potencial tumorigénico menor.Además, empleando células troncales adultas se evitan los problemas de rechazo inmunológico que pueden tener las embrionarias; pues podrían emplearse con fines terapéuticos células madres adultas del mismo paciente y, por tanto, totalmente compatibles con su sistema inmune.La destrucción de embriones para obtener sus células madres embrionarias es injustificable desde un punto de vista ético pues supone dar más valor a la vida de un adulto enfermo que a la de un embrión. Provocar la muerte a un ser humano es inadmisible desde una ética personalista.

J.R..- El presidente de la Sociedad Internacional de Bioética, Marcelo Palacios, en declaraciones a Europa Press (23-08-2002) manifestó su deseo de que se modificara la Ley sobre Técnicas de Reproducción Asistida de 1988, con el fin de poder utilizar embriones congelados y "sobrantes" con fines científicos y terapéuticos. Por otra parte, Josep María Simón (presidente de "Médicos Cristianos de Catalunya") declaró a la misma agencia (marzo de 2003) que la investigación con CME no responde a la ética natural. Doctora, es conocido su planteamiento coincidente con este último, manifestado recientemente en su voto particular frente a la resolución del Comité Asesor que recomendaba al Gobierno la investigación con CME. ¿Se debe entender que el Comité ha optado por una fórmula "del mal menor", es decir, aprovechar los embriones no viables de esos 40.000 crioconservados antes de su destrucción?

M. L. B..-No. El Comité en sus recomendaciones no plantea la utilización de los embriones no viables, sino la de embriones vivos. Ahí justamente se basa uno de los puntos de mi discrepancia. En mi voto particular yo si hablo de embriones no viables o carentes de vida integrada o embriones muertos, en estos casos la obtención de las células madres embrionarias no provoca la muerte al embrión; pues éste es ya un cadáver y la utilización de sus células madres embrionarias no plantearía problemas éticos. Ahora bien, la destrucción de un embrión vivo y viable para obtener sus células madres embrionarias no es un mal menor. Es intrínsecamente malo pues supone la eliminación intencionada de una vida humana con fines utilitaristas.

J.R..- Si bien vd., como manifestó en su voto particular y partiendo de la base de que el embrión es un ser humano, admite ser partidaria de investigar con las CME cuando, al descongelarlos, mueran o estén ya muertos. ¿No presupone la descongelación de embriones próximos a los 5 años, con alta probabilidad, provocar su muerte? Y en este sentido,¿Cuál es la vida estimada de un embrión congelado?

M. L. B..-La descongelación de un embrión vivo y viable sin posterior transferencia al útero de una mujer SIEMPRE provoca su muerte. Esto no depende del tiempo que lleve congelado el embrión, sino del hecho objetivo científico que pone de manifiesto que el embrión a los 5-7 días de vida post-fecundación comienza su proceso de implantación en un útero, y si no se transfiere a ese útero no puede mantenerse vivo "in vitro". Un embrión sólo puede mantenerse vivo "in vitro" 5-7 días post-fecundación.Es imposible dar una respuesta científica y exacta a esta pregunta. El tiempo que un embrión congelado permanece vivo depende de múltiples factores (edad de los donantes de gametos, método empleado en su congelación, momento del desarrollo embrionario en que se congeló), por tanto, es arbitrario establecer un número de años para mantener congelados los embriones sobrantes de procesos de fecundación in vitro.J.R..- Doctora, qué avances se han producido en las técnicas de congelación / descongelación de embriones.¿Existen o se están desarrollando protocolos que garanticen: i) una mayor longevidad de los embriones congelados; ii) una menor mortandad en el proceso de descongelación?M. L. B..-Ambas cosas han mejorado y actualmente las técnicas de congelación y descongelación de células en general y de embriones en particular dañan menos la estructura embrionaria, sin embargo, la congelación siempre supone una agresión al embrión. Esta agresión no es sólo desde el hecho objetivo del daño celular que provoca la congelación; sino también desde el punto de vista bioético. No es éticamente aceptable "suspender" las reacciones metabólicas de un individuo de la especie humana en las primeras fases de su desarrollo condenándolo a estar un cierto número de años en un congelador esperando que se le otorgue un destino.

J.R..- En el nº 282 de Science (1998) el equipo de James Thompson (Universidad de Wisconsin) describió como las CME tempranamente, en estado de blastocito, generan las células del trofoblasto, capa de la que derivará la placenta, es decir: son pluripotentes. Según sus estudios, reprogramar las CME, limitando esa pluripotencialidad encaminada a desarrollar un organismo completo, para que generen una determinada estirpe celular de un tejido concreto, resulta un proceso complejo e impredecible. El implante de estas CME en ratones ha provocado teratomas. Y en el vol. 16 de Human Reproduction (febrero de 2003) se ha publicado un artículo donde se dice que los embriones procedentes de una fecundación in vitro se desarrollan con más malformaciones.¿Existen, Dra. López Barahona, nuevos y más contundentes estudios que demuestren los serios inconvenientes derivados de la utilización de las CME?

M. L. B..-Existen otras publicaciones donde se describe la formación de teratomas o la proliferación descontrolada de células madres embrionarias. Hay por otra parte varios trabajos que describen la mayor incidencia de cáncer en niños generados por fecundación in vitro.J.R..- Por otra parte, estudios llevados a cabo por investigadores del CDC (Estados Unidos) demuestran que, en las gestaciones inducidas por reproducción asistida, los niveles de proteínas endometriales se alteran significativamente, y que la placenta sufre mayores alteraciones estructurales; al año de edad los defectos congénitos graves en estos niños suponen un 9 % (frente al 4,2 % de los niños "naturales); por ende el riesgo de bajo peso también se incrementa (6,5 % vs 2,5 %). Reseñar algunos datos recogidos por la Dra. Natalia López Moratalla (en www.bioeticaweb.com): Estudios realizados en Francia indican que la gestación por embrión es menor en los congelados (7,3 % frente a 9,2 %); y que el daño sufrido por los embriones en el proceso congelación/descongelación está en torno al 30 %.¿Comparte la opinión de varios autores (Moore, Nargund,...) en el sentido de que la mayoría de los embriones obtenidos de una multiovulación son defectuosos, precisamente por proceder de óvulos inmaduros? Y en relación al mismo asunto, si se eligen los "mejores" embriones, ¿son los sobrantes los más débiles frente al proceso congelación/descongelación?

M. L. B..-Sí, comparto la opinión de los autores que cita y me permito apuntar que, además de provenir de óvulos inmaduros, el hecho de desarrollar el embrión durante sus primeros días fuera del útero de la madre impide que se dé el reconocimiento a nivel molecular entre madre y embrión, y provoca que la transferencia de un único embrión no suela culminar en la implantación de éste. Por ello, es necesario transferir unos 3 embriones en cada ciclo de los que, en gran número de ocasiones, sólo uno se implanta y los otros dos mueren ayudando a su hermano a implantarse.No necesariamente son más débiles. Sólo se congelan embriones viables y en el momento de congelarlos se tiene el convencimiento de que han pasado el "test" de calidad y de que pueden implantarse y desarrollarse.J.R..- Sin duda, parece más efectivo el uso de CMA. Las investigaciones de Vescovi (2000) con mioblastos, las de Beauchamp (1999) o las de Clarke, con ratones, así parecen confirmarlo. Pero es que además, Menasche (2001) ha realizado el primer transplante autólogo de mioblastos a un paciente con isquemia cardiaca. Recientemente (enero de 2003), Proceedings of the National Academy of Sciences publicaba un artículo de investigadores de la Universidad de Indiana, donde concluían que las CMA procedentes del cordón umbilical se crioconservan durante 15 años y mantienen su eficacia tras la congelación. Endocrinology (2002) avanzaba la obtención de insulina a partir de CMA de pacientes diabéticos. Eliezer Huberman del Laboratorio Nacional de Argonne (Illinois), informaba en Proceedings (junio 2003) que habían conseguido diferenciar células hepáticas, nerviosas, cutáneas e inmunes a partir de monocitos. Y el equipo de la citada Dra. Verfaillie (2002) ha concluído que las CMA de la médula ósea pueden diferenciarse en neuronas dopaminérgicas en enfermos de Parkinson. ¿Cómo han progresado las investigaciones en el empleo de CMA en humanos? ¿Hasta dónde se ha avanzado?

M. L. B..-Las investigaciones han avanzado vertiginosamente desde 1998 hasta 2003. Antes de 1998 prácticamente la investigación con células madres adultas se reducía a las de origen hematopoyético. Hoy se produce con todos los tipos tisulares de células madres adultas. Basta notar que hay más de 400 protocolos de ensayos clínicos en el mundo con células madres adultas (algunos de ellos en España) y ninguno con células madres embrionarias.

J.R..- Investigadores de PPL Therapeutics informaron, en el Congreso de la Sociedad Británica de Fertilidad (23-02-2001), que habían conseguido células musculares cardiacas partiendo de CMA obtenidas, a su vez, de células adultas de piel de vaca. ¿Cuál ha sido la evolución de esta nueva línea de investigación? ¿Piensa vd. que es prometedora?

M. L. B..-No he visto nada publicado en relación a esta presentación en el congreso; pero la línea me parece interesante y prometedora.J.R..- Si bien la Reunión Anual de la Sociedad de Reproducción y Embriología Humanas se pronunció en el 2002 (Viena) a favor de restringir a dos el número de embriones que se transfieren, por los riesgos más arriba comentados, ¿cree que los legisladores irán a la raíz del problema? Concretamente,¿restringirán también al menor número posible el número de embriones obtenidos por fecundación in vitro?

M. L. B..-La experiencia nos demuestra que lamentablemente no es el caso. Sólo Alemania tiene una legislación restrictiva en este sentido. En el resto de las legislaciones o no hay restricción o hay restricción con excepciones que es básicamente equivalente a no haber restricción.

J.R..- La ingeniería genética aplicada a la clonación de células madre también parece una prometedora vía. En diciembre 2002 Diario Médico informaba que un equipo de investigadores habían conseguido modificar el código genético de células neuronales, consiguiendo así que segregaran ligantes inductores de apoptosis ligados al factor de anacrosis tumoral (un tumor muy agresivo: el glioblastoma multiforme).¿Qué opinión le merece esta innovadora línea de investigación?M. L. B..-El planteamiento de estas investigaciones es impecable desde el punto de vista teórico, sin embargo la experiencia de muchos años de investigación en áreas de terapia génica pone de manifiesto la dificultad de llevar estos avances a la cabecera del paciente.

J.R..- Finalmente, Dra. López Barahona, ¿podemos confiar en que los avances en la investigación (con CMA u otras técnicas) conlleven, a medio plazo, la solución del problema generado con los embriones congelados?

M. L. B..-Los avances con células madres adultas abrirán nuevas, interesantes y eficaces líneas terapéuticas. El problema generado con los embriones sobrantes sólo se resolverá dando una alternativa que permita el desarrollo de su vida a los que están ya congelados, que considero puede resolverse arbitrando las medidas necesarias para favorecer la adopción pre-natal y modificando las legislaciones en el ánimo de no permitir que se generen más embriones de los que se transfieren por ciclo a una mujer que se somete a técnicas de reproducción asistida

SOLIDARIDAD


La solidaridad, respuesta a la crisis.

Según el cardenal Rodríguez Maradiaga no es económica o financiera, es crisis ética
"La crisis es generalizada y no hay que desanimarse. La Iglesia no es un organismo muerto y responde en tiempo de crisis. Este tiempo de carencia es una ocasión de crecimiento y la solución es la solidaridad". Con estas palabras el cardenal Oscar Andrés Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa, Honduras, dio respuesta al particular en una conferencia dictada en el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (IMDOSOC).El cardenal centroamericano, quien es también presidente de Cáritas Internacional, hizo un balance de la crisis financiera que atraviesa el mundo y presentó su respuesta inspirada por la fe: "La encarnación del Hijo de Dios es una muestra de solidaridad", porque el cristiano, lejos de encerrarse y de pensar en "sálvese quien pueda", siente el llamado a ser solidario. Esta crisis no es económica o financiera, advirtió, sino una "crisis de ética". Rodríguez Maradiaga subrayó que cuando el ser humano margina la ética de la vida, aflora la crisis. Lo principal --apuntó-- es que la sociedad no caiga en el "síndrome de Caín", que es no preocuparse por los demás: "Es vivir encerrados y llenos de egoísmo", sin pensar que estamos para ayudarnos unos a otros. Preocupado el arzobispo hondureño aseveró que si no hay alivio se puede llegar a estallidos sociales, violencia y crimen organizado, por tanto debemos trabajar en contra de esta situación como hijos de Dios y ayudarnos unos a otros. Redes de solidaridadEl cardenal centroamericano presentó como opción realizar redes de solidaridad y puso como ejemplo a Cáritas, el organismo que preside a nivel internacional y que está promoviendo privarse de algo para compartir con los demás y no esperar a las acciones de los gobiernos de los países que están echando el dinero en saco roto y nunca lo van a llenar. Rodríguez Maradiaga expresó que la crisis también ha golpeado a la Iglesia, pero ésta seguirá con su labor caritativa y de promoción humana, aunque es cierto que se tendrán que reducir algunas obras.

martes, 3 de marzo de 2009

LA ENVIDIA


Es una emoción basada en el afán de poseer y nos ayuda a conocer nuestras capacidades; sin embargo, también puede usarse como motivación para mejorar.

La envidia es una emoción experimentada por aquel que desea intensamente algo poseído por otro. La base de la envidia es el afán de poseer y no el deseo de privar de algo al otro, aunque si el objeto en cuestión es el único disponible la privación del otro es una consecuencia necesaria.
Es tan antigua como lo es la humanidad y forma parte de nuestra propia historia; ha sido la protagonista de grandes historias y mitos, y es uno de los siete pecados capitales. Ésta se define como tristeza o pesar del bien ajeno, en la cual suelen mezclarse emociones que pueden llegar a ser contradictorias, como el deseo de tener lo que otro tiene y, al mismo tiempo, la admiración por lo que otro ha conseguido.
El origen
Ahora, la envidia se produce como consecuencia de dos tendencias que llevan al individuo a desear lo que no tiene y a compararse con los demás.
Esta emoción se desarrolla durante el primer año de vida y es una respuesta natural a la dependencia e indefensión totales del bebé respecto de la madre, ya que ésta acude a satisfacer todas sus necesidades. El niño siente el pecho materno, hacia el cual están dirigidos sus deseos, instintivamente, no sólo como una fuente de nutrición sino como la fuente de la vida misma.
Pero, inevitablemente, en la primera relación del bebé con la madre se presenta un elemento de frustración, ya que aún en el caso de que se sienta satisfactoriamente alimentado y cuidado, esto de ninguna manera reemplaza la unidad prenatal con la madre; es decir, el proceso del embarazo en el cual el bebé tiene cubiertas todas sus necesidades; por lo tanto, la frustración e indefensión que el bebé experimenta son las raíces de la envidia. El bebé envidia a su madre por el poder que ella tiene de alimentarlo o privarlo del alimento, de satisfacerlo o frustrarlo.
Primero mamá, luego el mundo
Ese primer vínculo con la madre contiene los elementos fundamentales de la futura relación del bebé con el mundo. Si el vínculo es amoroso y satisfactorio, el bebé desarrollará un sentido básico de seguridad y confianza hacia la gente, pero si el vínculo no es ni amoroso ni satisfactorio, se desarrollarán síntomas de inseguridad y de envidia. Es por ello que cada vez que un adulto siente envidia las "heridas" de la primera infancia se reabren con todo su poder destructivo.
Hay que tener en cuenta que por más que hayamos tenido una madre que tratara de satisfacer nuestras necesidades, esto pudo no ser así en todo momento, lo cual puede resultar una moneda de dos caras, ya que, por un lado, genera frustración y enojo en el momento en que se siente insatisfecho pero, al mismo tiempo, según el manejo que se le dé a esta situación, nos permite obtener tolerancia a la frustración la cual es sumamente necesaria en la vida cotidiana.
¿Envidioso yo?
Por lo tanto, todos sentimos envidia, pero al ser un sentimiento que se llega a considerar negativo, la mayoría tratamos de negarla o maquillarla porque justamente lo que envidiamos señala nuestras debilidades, fracasos y puntos ciegos. Si reconociéramos que alguna persona nos cae mal porque tiene cosas y/o cualidades que nosotros no tenemos, estaríamos dejando al descubierto nuestros vacíos.
Al tratar de maquillar este sentimiento, la mayoría dice "te tengo envidia, pero de la buena"; pero, en realidad, no existe envidia de la buena y de la mala. Muchos otros la confunden con los celos, por ejemplo, si buscamos ser ascendidos en el trabajo y dicho ascenso lo consigue un amigo, la mayoría tiende a decir "me da gusto que tú lo hayas conseguido, pero me siento celoso"; aunque él sea nuestro amigo y sintamos cariño por esa persona lo que en realidad estamos sintiendo es envidia porque nosotros no lo conseguimos.
Tendemos a valorar en los demás aquello que a nosotros nos falta, pero casi nunca nos ponemos a pensar en todo lo que sí tenemos y lo que sí hemos logrado. No se trata de ser conformistas y abandonar cualquier deseo o ambición que nos hayamos planteado sino de realizar una valoración sobre quiénes somos y lo que aspiramos a ser.
Esto no se debe hacer en base a comparaciones con los demás, ya que siempre existe alguien que se puede encontrar mejor o peor posicionado que nosotros en cierta área, lo debemos hacer, partiendo de nosotros mismos, de nuestras percepciones, sentimientos y perspectivas de futuro.
Compararnos con quienes admiramos o envidiamos puede ser un estímulo positivo siempre y cuando a través del éxito ajeno saquemos conclusiones adaptables a nuestra forma de ser, nuestras capacidades y nuestras circunstancias personales.
Debemos aceptar la envidia como un sentimiento más, y al igual que cualquier otro que no sepamos "manejar", puede llegar a perjudicar nuestro equilibrio emocional y bienestar, es por ello que el conocernos mejor a nosotros mismos, potenciar y trabajar nuestras cualidades y capacidades y el ser consciente de nuestras limitaciones es el mejor inicio para mejorar.


Artículo escrito por la psicoanalista Miriam López Mejía, miembro de la Sociedad Psicoanalítica de México

lunes, 2 de marzo de 2009

SI A LA VIDA CONYUGAL


El amor debe ser el primer argumento de la vida. Casi todo lo bueno y lo malo de la existencia humana se vertebra en torno a los aciertos y a los errores en el amor comprometido. Equivocarse en las expectativas de la relación conyugal es grave y produce unos efectos que se alargan en el tiempo. Las expectativas son ideas previas, esperanzas, ilusiones, sobre lo que se entiende a nivel general que debe ser este tema. Aquí cuentan desde la información que hemos ido recibiendo desde jóvenes, la educación sentimental, los referentes familiares, las circunstancias personales, hasta nuestro estilo de vida, las ideas y creencias que se han ido hospedando en nosotros. Todo ello forma el subsuelo en donde nos apoyamos.
Lo que es evidente es que amor y trabajo, afectividad y profesión, constituyen los dos ejes decisivos sobre los que se consolida el ser humano.
Leemos estos días en la prensa el gran aumento del número de rupturas de parejas y divorcios en nuestro país. Quiero llamar la atención sobre cinco de los errores más frecuentes que se producen entre quienes se embarcan en la vida en pareja, o dicho de otra forma, en el manejo indiscriminado de la palabra amor:
1. Hacer del amor algo divino. Esto conduce a hacer del amor tal elogio, alzaprimarlo tanto que nos acaba deslumbrando y nos hace pensar que las cosas han de ser siempre así. En el amor inteligente hay una visión inmediata y otra mediata, una próxima y otra lejana; en el primero, la mirada se concentra en el aquí-ahí-ahora, y en el segundo, en el allí-allá-allende. En la divinización del amor entramos en un mundo mágico y excepcional que es la poesía, que nos ofrece sólo una parcela de la realidad sentimental, la mejor. Aquélla menos difícil y más desproblematizada.
En su célebre soneto Varios efectos del amor, Lope de Vega lo termina resumiendo así: «Beber veneno por licor/olvidar el provecho, amar el daño/creer que un cielo en un infierno cabe/dar la vida y el alma a un desengaño:/esto es amor. Quien lo probó lo sabe». Y un siglo antes, en el XV, Juan de la Encina, en uno de sus villancicos nos dice: «No te tardes, que me muero, carcelero./Sácame de esta cadena/ que recibo muy gran pena/pues tu tardar me condena/carcelero». El gran poeta romántico Bécquer nos pone delante del enamoramiento y nos deslumbra con sus certeros dardos expresivos, al ofrecernos lo mejor de sí mismo.
Con la esfinge de la palabra amor se acuñan muchas monedas falsas. Uno se emborracha de ella y puede perder incluso la cabeza. Amar a alguien es decirle «tú estarás siempre conmigo e intentaré darte lo mejor que tengo. Lucharé por ello, me esforzaré», pero sabiendo que mantener ese fuego encendido depende de que se vaya alimentando a base de cosas pequeñas, diarias, menudas, que le dan esas llamas permanentes. El amor es divino y es humano, el amor es espiritual y terrenal. Tener una concepción correcta evita muchas andaduras negativas…
2. Hacer de la otra persona un absoluto. Sería como una prolongación del concepto de cristalización que describió Stendhal, pero con algo más de fundamento. Decía este autor francés que enamorarse es idealizar al otro, con todo lo que ello significa.
El príncipe azul no existe, existe desde fuera, desde los aledaños de la convivencia. Pero no existe desde dentro: nadie es un gran señor para su mayordomo. Aquí se mantiene al otro en una posición excesivamente elevada, lo que lleva a ponerlo en un pedestal psicológico. En la convivencia diaria, la visión que se va a ir teniendo de él es milimétrica, codo con codo; habrá mil y una ocasiones en las que esta imagen superlativa caiga y se desplome. No de un día para otro, sino de forma gradual. El otro, de cerca, pasa de ser absoluto a ser relativo, de magnificar sus capacidades positivas a verlas con un cierto espíritu critico. Por eso, para mantenerse enamorado hay dos cosas esenciales: seguir admirando al otro y mantener un buen nivel de comunicación. Pero es una seria equivocación no ver los defectos de esa otra persona y saberlos aceptar como condición sine qua non de lo que es el ser humano. Eso es tener los pies en la tierra.
Hoy tenemos mucha información respecto a las rupturas de pareja en medio mundo, lo que está llevando a un miedo enorme al compromiso conyugal, al ver los datos de la realidad sobre la mesa. La inteligencia es capacidad de síntesis; también es tener esquemas mentales que nos ponen en la realidad.
El verdadero amor consiste en luchar por sacar lo mejor de la otra persona (y, por supuesto, lo mejor de uno mismo). Tener el arte, la gracia y el oficio de que lo más positivo que el otro tiene salga en la vida ordinaria.
En nuestra cultura, el hombre se enamora por la vista y la mujer por el oído. Al principio, en el enamoramiento casi todo se mueve en el juego de las apariencias. Después de los primeros lances, va apareciendo la verdad de cada uno. Conocer al otro en sus cosas positivas y negativas es tener un buen equilibrio psicológico.
3. Es un fallo bastante generalizado pensar que sólo con estar enamorado es suficiente para que el amor funcione. Es ése el principio, el empujón que pone en marcha toda la maquinaria psicológica de los sentimientos. Pero eso tiene validez solamente al principio. El amor es como un fuego al que hay que alimentar día a día; si no, se apaga. Hay que nutrirlo de cosas pequeñas, en apariencia poco relevantes, pero que están en la falda de lo diario. Cuando se descuidan, antes o después esa relación se enfría y acaba por llevarse las mejores intenciones.
Dicen los economistas que en los negocios hay que estar muy pendientes de los más mínimos detalles para que no se den sorpresas. Cuidar los detalles pequeños también es amor inteligente. La afectividad se parece también a un negocio en el que la cuenta de resultados es subjetiva y se mide por unos termómetros privados que nos dicen si el tema va bien o uno se desvía de la ruta.
En el hombre light, todo está centrado en lo material: dinero, éxito, poder, triunfo. Dicho de forma mas académica: hedonismo, consumismo, permisividad y relativismo. Placer por encima de todo, acumulación, darlo todo por válido si a uno le apetece y tener una visión de la realidad tan amplia que se borran los límites geográficos entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto… Con esos presupuestos, es muy difícil mantener una relación sentimental estable, salvo que la otra persona sea capaz de doblegarse, desaparecer psicológicamente y someterse a fondo. Pero eso no es matrimonio, ni relación conyugal, ni vida de pareja. Eso es otra cosa.
La inteligencia afectiva nos lleva a saber plantear lo que son los sentimientos compartidos y a buscar soluciones. Anticiparse y resolver. Prever y solventar. Facultad para dominarse a sí mismo e ir entendiendo la geografía sentimental en su diversidad. Mapa del viaje exploratorio hacia la arqueología afectiva, espacio donde radica lo más humano del hombre. Desde esos parajes, uno debe esmerarse en concretar planos y aristas y territorios a modificar, enmendar y rehacer lo que no va como es debido.
4. La vida conyugal necesita ser aprendida. Es de una gran inmadurez pensar que una vez que dos personas deciden compartir su vida, todo circulará más o menos bien, por el sólo hecho de la decisión recíproca de estar el uno de acuerdo con el otro. Se necesita un consenso sobre lo básico, bien hilvanado. La convivencia es un trabajo costoso de comprensión y generosidad constantes, en donde no se puede bajar la guardia. Para mí no hay nada tan complejo como esto. Tiene muchos ángulos y vertientes. Sus lenguajes son físicos, sexuales, afectivos, intelectuales, económicos, sociales, culturales, espirituales. La integración de todos esos engranajes, su acoplamiento y el que las piezas rueden con cierta fluidez, es una operación en donde hay que poner los mejores esfuerzos. Tarda uno mucho tiempo en entenderse con otra persona. La madurez conyugal es serenidad y benevolencia. Pero esa madurez necesita tanto de la pasión como de la paciencia.
En la psicología del aprendizaje hay todo un conjunto de reglas que se van a ir cumpliendo para que esa información se archive en la mente y dé lugar a respuestas eficaces y certeras, que solucionen conflictos y apacigüen problemas. La inteligencia y la voluntad deben estar aquí especialmente presentes. La primera como ilustración, perspicacia, percepción integradora, lucidez reflexiva, vivacidad que mueve a la experiencia y la trae a primer plano para aportar soluciones operativas. La segunda, la voluntad, no es otra cosa que la herramienta para luchar deportivamente y permitir vencernos en pequeñas escaramuzas, en batallas afanosas donde se pone el acento en puntos de mira concretos, específicos, en donde el empeño insiste para superar el capricho y el antojo del momento.
La inteligencia y la voluntad potencian la libertad y aseguran la diana de los propósitos. Una muestra pequeña de ello: compartir cosas positivas juntos, evitar la incontinencia verbal negativa (decirle cosas fuertes y negativas al otro, siendo demasiado directo), controlar el no sacar la lista de agravios del pasado (la colección de atranques y roces de atrás). Es necesaria mucha capacidad para perdonar (no hay auténtico perdón sin esfuerzo para olvidar), hay que evitar discusiones innecesarias (rara vez de la discusión sale la verdad, porque hay más desahogo y querer ganarle al otro en la contienda). Hay que evitar malos entendidos, que a veces están a la vuelta de la esquina.
Algunas personas tienen muy pocas habilidades en la comunicación conyugal y necesitan adquirir recursos psicológicos en esa área. Las expectativas demasiado idealistas ignoran la importancia de estos aspectos. Luego vendrá la vida con sus exámenes y esas asignaturas no preparadas no pueden ser superadas. Ahí se va a establecer una reciprocidad positiva, una especie de círculo de satisfacciones bilaterales. Intercambio de conexiones y vínculos que hacen mas fácil y agradable la vida del otro.
Nadie puede dudar que esto se aprende. No es posible que uno se embarque en una relación y todo funcione por una especie de automatismo innato. Verlo así implicaría un error de base que se pagaría muy caro a la larga. Porque no hay que perder de vista que, en la gran mayoría de los casos, los motivos desencadenantes de un conflicto o de una tensión suelen ser fútiles, irrelevantes, nimios, detalles de poca importancia que se acumulan a otros cansancios o frustraciones y producen reacciones de irritabilidad y/o descontrol.
5. Otra equivocación muy reiterada consiste en desconocer que a lo largo de cualquier relación conyugal, por estable y positiva que sea, han de darse algunas crisis psicológicas. Unas serán fisiológicas o normales, es decir, tránsitos necesarios, inevitables, por donde hay que pasar sin más remedio; forman parte de lo que es la condición humana, en lo que atañe a la comunicación y convivencia. Otras, relativamente fisiológicas, suceden con etapas propias del paso de los años, como el crecimiento de los hijos, el paso de las generaciones, las alternativas psicológicas, familiares y económicas…
Unas y otras deben ser superadas sin dificultad, salvo que la pareja no encuentre mínimos apoyos en su cercanía o se produzca la intervención desafortunada de algunos miembros de la familia que, con escasa fortuna psicológica, hacen daño y tienen un efecto contraproducente.
No hay felicidad sin amor y no hay amor sin renuncias. El amor entre dos personas es alquimia y complicidad y estar pendiente del otro. Para estar bien con alguien hace falta primero estar bien con uno mismo. La cultura sentimental es necesaria para alzarnos sobre la mediocridad del entorno. Por ahí nos acercamos a la vida lograda. Suma y compendio de la vida auténtica. Si no puedo cambiar el pasado, sí puedo dirigir el futuro.


Enrique Rojas.