lunes, 27 de octubre de 2008

DISCULPAR Y PERDONAR


Es muy posible que, en la convivencia de todos los días, alguien nos ofenda, que se porte con nosotros de forma poco noble, que incluso con sus palabras, sus actos u omisiones nos perjudique. Y esto de forma habitual. ¿He de perdonar siempre?. Conocemos la respuesta que da Cristo a Pedro, y a nosotros: "no te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Es decir, siempre. Cristo pide a sus discípulos, a quines le siguen, una postura de perdón y de disculpa ilimitadas. A los suyos Cristo les pide un corazón noble y grande.

Nuestro perdón ha de ser sincero, de corazón. Hemos de intentar hacer como Cristo, que perdona todo y a todos.

El perdón ha de ser lo más rápido posible, sin dejar que el rencor nazca en nuestro corazón. Sin humillar a la otra parte, sin adoptar gestos teatrales haciéndonos la víctima. Muchas veces es suficiente con sonreír y seguir la conversación interrumpida.

En muchas ocasiones nos puede costar el perdón. En lo grande o en lo pequeño. Hemos de comprender que el perdón real tiene su origen en la humildad y en el amor.

El amor ensancha el corazón para que quepan en él todos los hombres incluso aquellos que no nos comprenden o no corresponden a nuestro amor.

Hemos de aprender a no juzgar las intenciones íntimas de las personas. Solemos cometer muchos errores porque a veces nos dejamos llevar por sospechas temerarias ya que la soberbia es como esos espejos curvos que deforman la realidad.

Tan sólo el humilde es objetivo y capaz de comprender las faltas de los demás y desde la comprensión puede perdonar.

Es muy difícil la convivencia en paz y armonía para quienes no han desarrollado la capacidad de perdonar desde la comprensión.

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