jueves, 28 de agosto de 2008



NACER DOS VECES PARA
MORIR UNA VEZ



Este artículo desea ser una meditación sobre el capítulo tres del Evangelio según San Juan:

" Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. Fue este a Jesús de noche y le dijo" Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar los signos que tu realizas si Dios no está con él. Jesús le respondió:
En verdad, en verdad te digo:
el que no nazca de nuevo
no puede ver el Reino de Dios.
Dícele Nicodemo: ¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo?.¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?. Respondió Jesús:
En verdad, en verdad te digo:
el que no nazca de agua y de Espíritu
no puede entrar en el Reino de Dios.
Lo nacido de la carne, es carne;
Lo nacido del Espíritu es espíritu.
No te asombres de que te haya dicho:
Tenéis que nacer de nuevo.
El viento sopla donde quiere,
y oyes su voz,
pero no sabes de donde viene ni adonde va.
Así es todo lo que nace del Espíritu.

Respondió Nicodemo: ¿Cómo puede ser eso?" Jesús le respondió: Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas?

"En verdad en verdad te digo:
nosotros hablamos de lo que sabemos y damos
testimonio de lo que hemos visto,
pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio.
Si al deciros cosas de la tierra
no creéis,
¿cómo vais a creer
si os digo cosas del cielo?.
Nadie ha subido al cielo
sino el que bajó del cielo,
el hijo del hombre.
Y como Moisés elevó la serpiente en el desierto,
así tiene que ser elevado el hijo del hombre,
para que todo el que crea tenga en él la vida eterna.
Porque tanto amo Dios al mundo
que dio a su Hijo unigénito,
para que todo el que crea en él no perezca.
sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo
para juzgar al mundo,
sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él, no es juzgado,
pero el que no cree, ya está juzgado,
porque no ha creído
en el nombre del Hijo unigénito de Dios.
Y el juicio está
en que la luz vino al mundo,
y los hombres amaron más las tinieblas que la luz,
porque sus obras eran malas.
Pues todo el que obra el mal
aborrece la luz y no ve la luz,
para que no sean censuradas sus obras.
Pero el que obra la verdad
va a la luz,
para que quede de manifiesto
que sus obras están hechas según Dios.

En este capítulo Nicodemo recibe una verdadera lección iniciática sobre el segundo nacimiento como condición imprescindible para poder entrar en el Reino. No basta el bautismo de agua, hace falta nacer en el Espíritu. Lo anunciado por el Bautista es realizado por Cristo. Y el Bautista ratifica con su testimonio la palabra de Cristo.

Le explica que para salvarse es necesario creer en el nombre del Hijo, o sea, en su persona como Hijo, y en la Verdad revelada por El . "El que obra la verdad va a la luz", mientras que el que obra el mal, odia la luz.

Jesús dice a Nicodemo: "El que no nace de nuevo no puede ver el Reino de Dios". Y no lo entiende. ¿Tu eres maestro de Israel y lo ignoras?. Es una dura réplica, pero nos enseña que un doctorado en teología no siempre es garantía de espiritualidad ni de conocimiento espiritual.

Y sigue desarrollando su lección magistral: "Hablamos de lo que sabemos y atestiguamos lo que hemos visto; pero no os creéis nuestro testimonio." Aquí resalta el problema ineludible de que para entender las cosas del espíritu se necesita una mente transmutada -espiritual- y criterios espirituales.

Las cosas de Dios tan sólo se entienden con la inteligencia del corazón cuando está iluminada por el Espíritu Santo. Existe bastante confusión en nuestro mundo sobre el término espiritual; muy a menudo se le atribuye a la capacidad del cerebro para entender las teorías científicas, artísticas o culturales. Pero esta facultad pertenece al espíritu humano, al espíritu dirigido hacia las cosas del hombre, de la materia, de lo físico, hacia lo concreto. Por si sólo el espíritu humano no puede alcanzar el plano Divino. Se confunde al alma, al psiquismo, con el Espíritu.

La teología de la letra dice que por el bautismo del agua somos hijos de Dios, pero la teología del Espíritu nos enseña que para entrar en el Reino, debemos nacer de nuevo, nacer en el mundo del Espíritu. Hace falta un largo caminar sostenido por una Fe verdadera, consciente, activa, metafísica, y un conocimiento profundo de la Revelación del Hijo Unigénito de Dios, Jesús el Cristo, para que el Espíritu Santo descienda sobre nuestro espíritu humano y así podamos comprender en profundidad.

Lo que queda también claro es que sólo se puede entrar en el Reino cuando se ha sido engendrado en Dios. En este nacimiento espiritual participa María, la nueva Eva, Madre de todos los discípulos, tal como quedó establecido al pie de la cruz -he ahí a tu madre- y dirigiéndose a María - he ahí a tu hijo-.


El que busca la Verdad con corazón puro y sincero y realiza sus acciones de conformidad con esta búsqueda termina siempre por encontrar la Luz. Pero el Creador no puede salvar a los hombres en contra de su voluntad. Respeta su voluntad.

El estudio puede ayudar a encontrar la Verdad. Y puede alejar mucho de la misma. El camino es la oración, la meditación en el silencio, la contemplación tras larga ascesis –Purificacion-. Por mucho que te esfuerces no llegarás a comprender lo espiritual, más si eres muy, muy sencillo El se te revelará. Pero eso sólo sucederá cuando mueras al yo y nazcas de nuevo desde el YO. Cuando te cristifiques.


José Antonio Sha

2 comentarios:

Abulafia dijo...

Palabras muy acertadas. Sobre este tema de la Oración y la historia de su proceso, acabo de leer el texto de Isidro Juan Palacios "Cenobitas".
Un saludo Jose

JOSE ANTONIO SHA dijo...

Muchas gracias José Manuel.
He visto tu Blog. Enhorabuena.
Un abrazo fraterno:
José Antonio Sha