martes, 2 de junio de 2009

DIOS ES AMOR. DIOS ES HUMILDE


En otros tiempos, "Dios" fue una palabra llena de sentido para muchos hombres y mujeres. Hoy son cada vez más los que se avergüenzan de hablar de Dios de manera seria. Para muchos, Dios trae malos recuerdos. No interesa pensar en él. Es mejor «pasar» de Dios.
¿Cuál es la raíz profunda de este «ateismo mediocre» que sigue creciendo en el corazón de tantos que, incluso, se llaman cristianos? Quizás, muchos de ellos han experimentado a Dios como alguien prepotente, tirano poderoso ante el que tenemos que defender nuestra libertad, rival invencible que nos roba la espontaneidad y la felicidad.
Sin darse cuenta están matando en su corazón a este Dios indeseado porque están secretamente convencidos de que es un ser prepotente que nos estropea la vida avasallando nuestra libertad.
No saben que ese Dios tirano y dominador contra el que inconscientemente se rebelan, es un fantasma que no existe en la realidad. La clave para recuperar de nuevo la fe en el verdadero Dios sería, para muchos, descubrir que Dios es amigo humilde y respetuoso.
Dios no es un ídolo satisfecho de sí mismo y de su poder. No es un tirano narcisista que se goza y se complace en su omnipotencia. Dios no grita, no se impone, no coacciona. Dios no se exhibe. No se ofrece en espectáculo. Son muchos los que se quejan de que Dios es demasiado invisible y no interviene espectacularmente en nuestras vidas, ni siquiera para reaccionar ante tantas injusticias. No han descubierto todavía que Dios es invisible porque es discreto y respeta hasta el final la libertad de los hombres.
La fiesta de la Trinidad nos vuelve a recordar algo que olvidamos una y otra vez. Dios sólo es Amor y su gloria y su poder consiste sólo en amar.
Para nosotros, la gloria siempre es algo ambiguo y nos sugiere renombre, éxito por encima de todo, triunfo sobre los demás, poder que puede con los otros... La gloria de Dios es otra cosa. Dios sólo es amor y, precisamente por eso, no puede sino amar. Dios no puede manipular, humillar, abusar, destruir. Dios sólo puede acercarse a nosotros para que nosotros podamos ser nosotros mismos. «La gloria de Dios consiste en que el hombre esté lleno de vida» como dice S. Ireneo.
Muchos hombres y mujeres cambiarían su actitud ante Dios si descubrieran que su idea de Dios es una «degradación lamentable» y si aprendieran a creer en un Dios humilde y respetuoso, amigo de la vida y la felicidad de los hombres, un Dios que no sabe ni puede hacer otra cosa que amarnos.

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