martes, 9 de diciembre de 2008

OVEJA PERDIDA


Evangelio según San Mateo 18,12-14.

¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió? Y si llega a encontrarla, os aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron. De la misma manera, el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños.


COMENTARIO


«Vuestro Padre... no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeño»
Si los hombres supieran qué cosa es el amor del Señor, sería una multitud la que seguiría a Cristo, y él les recalentaría el corazón con todas sus gracias. Su misericordia no se puede expresar. El Señor ama al pecador que se arrepiente, y con ternura le abraza contra su pecho: «¿Dónde estabas, hijo mío? Hace mucho tiempo que te espero» (cf Lc 15,20). El Señor, a través de la voz del Evangelio, llama a todos los hombres para que vayan a él, y su voz resuena en el mundo entero: «Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. (Mt 11,28). Venid y bebed del agua viva (Jn 7,37). Venid y conoced que os amo. Si no os amara, no os llamaría. No puedo soportar que se pierda ni una sola de mis ovejas. Aunque sea por una sola, el pastor va al monte y la busca hasta encontrarla. Venid, pues a mí, ovejas mías. Soy yo quien os ha creado y os amo. Mi amor por vosotras me ha hecho venir a la tierra, y todo lo he soportado por vuestra salvación. Quiero que conozcáis mi amor y que digáis como los apóstoles en el Monte Tabor: 'Señor, qué bien estamos aquí contigo'» (Mc 9,5)...
San Silvano (1866-1938), monje ortodoxo

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