jueves, 10 de septiembre de 2009

AMAD A VUESTROS ENEMIGOS


Lucas 6, 27-38
27Pero yo os digo a los que me escucháis:Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, 28bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. 29Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica.30A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames.31Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente.32Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman.33Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto!34Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente.35Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos.36Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo.37No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados.38Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos.Porque con la medida con que midáis se os medirá.


Leer el comentario del Evangelio por Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas misioneras de la Caridad

«Haced el bien y prestad sin esperar nada»
Es posible que en tu apartamento o en la casa de al lado de la tuya, viva un ciego que se alegraría que le hicieras una visita para leerle el periódico. Puede ser que haya una familia que esté necesitada de alguna cosa sin importancia a tus ojos, alguna cosa tan simple como el hecho de guardarle su hijo durante media hora. Hay muchísimas cosas que son tan pequeñas que mucha gente no se da cuenta de ellas. No creas que hace falta ser simple de espíritu para ocuparse de la cocina. No pienses nunca que sentarse, levantarse, ir y venir, que todo lo que haces no es importante a los ojos de Dios. Dios no va a pedirte cuántos libros has leído, ni cuántos milagros has hecho. Te preguntará si lo has hecho lo mejor que has podido, por amor a él. ¿Puedes, sinceramente, decir: «He hecho todo lo que he podido»? Aunque lo más y mejor acabe siendo un fracaso, debe ser nuestro más y mejor. Si realmente estás enamorado de Cristo, por modesto que sea tu trabajo, lo harás lo mejor que puedas, con todo el corazón. Es tu trabajo quien dará testimonio de tu amor. Puedes agotarte en el trabajo, e incluso puedes matarte, pero en tanto que no está impregnado de amor, es inútil.

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