viernes, 7 de agosto de 2009

RUEGO AL ESPIRITU SANTO


Oro al Espíritu Santo para que me revele a “mi” Jesús. Ese Jesús que el Padre creo para mi. Ese Jesús que el Espíritu debe edificar en mi y sólo en mi.

Cristo es el Cristo de todos. Pero para cada uno de nosotros tiene un aspecto particular que manifestar. Igual para todos, pero a la vez diferente para cada uno.

No fue el mismo Jesús para Pedro, para Juan, para Pablo. Los tres le amaron intensamente. Cada uno a su manera. De acuerdo con su propio modo de ser.

La actitud de Cristo fue diferente con los fariseos, con Nicodemo, con el joven rico, con Magdalena, con los mercaderes del templo.

El Espíritu –el nos revela a Jesús- tiene modelos distintos para cada alma. El modelo preparado para mi es sólo mío y no puede adaptarse a ningún otro.

Sería un error querer aplicar una determinada espiritualidad a una comunidad entera con los mismos métodos. Debemos evitar el subjetivismo exagerado. Pero también el anonimato y la masificación.

El Jesús que el Espíritu revela es un Jesús de hoy, un Jesús eterno, siempre nuevo, que no puede ser encasillado en ninguna teología, en ninguna doctrina, en ninguna Iglesia…

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