jueves, 13 de agosto de 2009

COMO LOS NIÑOS


El dijo: “Las palabras que os digo son espíritu y vida”. “El cielo y la tierra pasaran, pero mis palabras no pasarán”.
Debemos tener presente en la Biblia los géneros literarios. Pero también debemos evitar el irnos al extremo opuesto. Es decir, caer en el racionalismo teológico que tantas polémicas crea y tanta confusión produce.
Las palabras de Cristo y todo aquello que se pide al Padre en su nombre tienen mucho poder.
La historia está ahí para mostrar que quienes han creído de verdad las palabras de Cristo han generado verdaderos milagros. Quienes se han puesto a cavilar y a discutir sobre las mismas se han agotado en polémicas inacabables e inútiles para la vida de las almas.
Para que el Espíritu te revele a Jesús él te ha puesto una condición. Es una cuestión de corazón y no de entendimiento. “Padre, Señor del cielo y de la tierra, yo te alabo porque has mantenido ocultas estas cosas a lo sabios y las has revelado a la gente sencilla – Mat, 11, 25-.
Por tanto, tan sólo los que acogen tu palabra con prontitud y sencillez de corazón la comprenden. Los que creen lo que tu dices, los sencillos como los niños, sin miedos, sin reinterpretaciones, ellos son los depositarios de tus revelaciones.
Cada vez que abra y lea el evangelio lo haré como si fuese la primera vez. Lo leeré con la curiosidad de un niño – “Si no sois como niños no entrareis en el Reino de los Cielos-.
Así quiero yo buscarte en esas páginas. Como persona viva, real, actual, que me hablas con un lenguaje sencillo.
Te quiero contemplar como un niño encantado que se encontrase por vez primera con tu rostro fascinante.

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