miércoles, 13 de mayo de 2009

LA VID Y LOS SARMIENTOS


Evangelio según San Juan 15,1-8.Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que yo os anuncié. Permaneced en mí, como yo permanezco en vosotros. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada podéis hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si vosotros permanecen en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo obtendréis. La gloria de mi Padre consiste en que vosotros deis fruto abundante, y así seáis mis discípulos.


Leer el comentario del Evangelio por Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad El gozo del don
«Permaneced en mí como yo en vosotros»
No es posible comprometerse en el apostolado directo si no se es un alma de oración. Seamos conscientes de ser uno con Cristo, tal como él era consciente de ser uno con su Padre; nuestra actividad no es verdaderamente apostólica si no en la medida en que le dejamos a él trabajar en nosotros y a través nuestro con su propio poder, su deseo y su amor. Hemos de llegar a la santidad pero no para sentirnos en estado de santidad, sino para que Cristo pueda plenamente vivir en nosotros. El don total de nosotros mismos en el amor, en la fe, en la pureza, está ligado al servicio de los pobres. Sólo cuando hayamos aprendido a buscar a Dios y su voluntad, nuestras relaciones con los pobres serán un camino de santificación para nosotros y para los demás. Amad orar; a lo largo del día sentid la necesidad de orar y esforzaos para orar. La oración dilata el corazón hasta tener la capacidad de este don que Dios nos hace de sí mismo. Pedid y buscad, y vuestro corazón se ensanchará hasta poderle acoger y que esté con vosotros. Lleguemos a ser un verdadero racimo de la viña de Jesús, un racimo que dé fruto. Para ello aceptemos a Jesús en nuestra vida tal como a él le plazca de llegar hasta nosotros:

como Verdad para ser dicha,

como Vida para ser vivida,

como Luz para ser encendida,

como Amor para ser amado,

como Camino para ser seguido,

como Gozo para ser dado,

como Paz para ser derramada,

como Sacrificio para ser ofrecido,

entre nuestros familiares,

nuestros prójimos, nuestros vecinos.

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