lunes, 15 de noviembre de 2010

De la experiencia estética a la experiencia religiosa.


Lo absoluto es Dios, pero Dios sobrepasa la perfección abstracta de un concepto filosófico: Él es el Viviente,el Existente; en tanto que Amor, Él es Trinidad; en cuanto Amor, es Él mismo y el Otro, el Dios-Hombre. El mundo no existe sino porque es amado y su existencia es testimonio del Padre "que tanto ha amado al mundo" (Jn 3, 16) A la luz de esto, la contemplación, no estética sino religiosa, se revela enamorada de toda criatura; en el nivel de la "ternura ontológica", la contemplación se eleva por encima de la muerte, de la angustia y de las "preocupaciones", incluso por encima de los remordimientos, pues "Dios es más grande que nuestro corazón". En el trasfondo de la oposición radical entre el Ser y la Nada, entre la Luz y las Tinieblas, los textos de San Juan se centran en la inmanencia recíproca de Dios y el hombre. Desde este momento, es evidente que la verdadera Belleza no se sitúa en la naturaleza misma sino en la epifanía del trascendente que hace de la naturaleza el lugar cósmico de su resplandor, su "zarza ardiente"

Paul Evdokimov. El arte del icono.

No hay comentarios: