viernes, 31 de julio de 2009

EL LEONARDO RUSO


Pavel A. Florenskij

Ingeniero, filósofo, poeta, matemático, teólogo..., pero sobre todo un hombre profundamente enamorado de Dios. Pavel Florenskij, a quien Juan Pablo II menciona explícitamente en su encíclica Fides et ratio, tuvo una especial contribución a la filosofía de la ciencia, así como a las relaciones Oriente-Occidente. Él es el protagonista de la muestra Nada se ha perdido: la experiencia de Pavel Florenskij, que tiene lugar este verano, del 23 al 29 de agosto, en el Meeting de Rímini. Ofrecemos un extracto de un artículo de Alexander Men, publicado en La nuova Europa


Pavel Florenskij


En su Historia de la filosofía rusa, Vasili Zenkovskij se refiere a Pavel Florenskij como un auténtico erudito, capaz de dar respuestas precisas acerca de cualquier cuestión referente a los más diversos campos de las ciencias humanas y técnicas. Su multiplicidad de intereses le venía de pequeño, hasta el punto de que le llamaban el Leonardo ruso.Nació en 1882, en el actual Azerbaiyán, en el seno de una familia no especialmente religiosa, y durante la primera parte de su vida adulta desarrolló una intensa vida intelectual como profesor en la Universidad de Moscú. Las matemáticas eran para él el fundamento del universo. Llegó a pensar que toda la naturaleza visible, en sustancia, podía ser reducida a puntos de apoyo invisibles. Por esta razón, amaba tanto a Platón, ya que, para éste, lo invisible era la fuente de todo lo visible. Florenskij amó, estudió y comentó a Platón durante toda su vida. Pero las matemáticas y Platón no fueron sus únicas referencias intelectuales. Su obra entera comprende una inmensa herencia: litúrgica, literaria, filosófica y teológica. También enseñó en la Academia Teológica. Para él, los dogmas de la Iglesia no son simplemente un sistema de ideas, sino que suponen entrar en una experiencia mística, a través de la cual comprende desde dentro el misterio de la Iglesia. En 1911, es ordenado sacerdote ortodoxo, y se convierte en profesor de la Academia Teológica. Poco antes de ordenarse, se casó con la hermana de un amigo, una joven maestra rural, que aceptó verdaderamente la cruz de ser la esposa de un genio. Al sobrevenir al Revolución, Florenskij buscó la manera de introducirse en la vida pública. Ya durante la revolución de 1905 creó, junto a varios amigos, la Fraternidad cristiana de lucha, un movimiento religioso-revolucionario. La mayor parte de los pensadores religiosos rusos fueron expulsados de su país en los primeros años de la Revolución comunista, o bien lo abandonaron ellos mismos por su propia voluntad. Florenskij fue uno de los pocos que decidió quedarse. Se consideraba a sí mismo como un científico que seguía trabajando por su país. No le dejaban celebrar la Eucaristía, pero para hacer ver a la gente que no era un apóstata, siguió llevando el talar. En 1933, en los años duros del estalinismo, fue arrestado y se le destinó a los trabajos de construcción de la línea ferroviaria Bajkal-Amur, donde vivió condiciones muy difíciles. Después, Florenskij fue mandado a otro lager con el suelo permanentemente helado, pero en sus cartas a su mujer lo podemos ver inmerso de lleno en sus estudios científicos. En aquellas condiciones increíbles, seguía preso de la investigación. El 24 de enero de 1935 escribe que, dos días antes, ha cumplido cincuenta años, y que ya es hora de hacer balance de su propia vida, lo que ha alcanzado, en qué campos ha contribuido al progreso de la ciencia.

No hay comentarios: