jueves, 8 de enero de 2009

"HE RENUNCIADO A MI MISMO, NO AL MUNDO"


Experto en espiritualidad, historia de las religiones y diálogo intercultural, Raimon Pannikar hace tiempo que no ofrece entrevistas ni escribe artículos. Sin embargo, Emilia Robles Bohórquez nos cuenta en 21 la interesante conversación que mantuvo con el pensador en su 90º cumpleaños.
Siempre que me encuentro con Raimon Pannikar, o leo alguno de sus escritos, recuerdo el proverbio oriental: “Cuando el sabio apunta a la luz con el dedo, el necio se queda mirando el dedo”.

Y digo esto, no idealizando su figura y minusvalorando a quien no le entienda como él quisiera ser entendido; sino pensando que, para que la comunicación con sus intuiciones sea sabia y, con ello, sea fructífera, hay que situarse en otro espacio y en otro lenguaje, que no es el de la lógica conceptual, de los opuestos y las dicotomías, sino más bien en el advaita más propio del universo hindú: el principio de no-dualidad.

Si Raimon Pannikar te dijera, por ejemplo, algo así como “Dios no existe”, de ninguna manera significaría una postura atea, sino que estaría hablando de un dios extraño, no relacional, ajeno al Andros (Hombre) y al Cosmos; porque su visión y su experiencia son profundamente cosmoteándricas.

Sorpresa en este encuentro, no anunciado, el día del 90 cumpleaños. Llevamos todo el día de viaje. Anochece, ya han marchado las visitas, numerosas y significadas en estos dos días: familia, feligreses, amigos… Alegre, tras la sorpresa; nos dice: “Un hombre puede vivir sin esposa; puede vivir sin hijos, pero no puede vivir sin amigos”; y, de seguida, nos aclara que “amigo es aquel que no busca sacar nada de la relación, más que la relación misma, porque si no, ya no es amigo”. Después de charlar un rato y compartir sobre cómo nos encontramos; y sobre acontecimientos que han ido marcando nuestras vidas, nos retiramos a descansar; y quedamos para conversar al día siguiente.Por la mañana compartimos desayuno y conversación. Le pregunto, dudando yo misma, por la oportunidad de una entrevista para algún medio eclesial; y me dice que, ya desde hace algún tiempo, no concede entrevistas ni escribe artículos; y ante mi rápido gesto de aceptar sin discusión –sonríe y anima- “pero, tu escribe, puedes escribir lo que quieras, no te lo voy a prohibir”. Hablamos de la vivencia de los límites, de lo que queda y de lo que cambia. ¿Cómo lo llevas?, le preguntan muchos. El no poder, por ejemplo, concentrarte de la misma manera que antes… “Bien, - les dice- lo llevo bien, porque he renunciado a mi mismo. Pero sigo en algunas tareas, y en el compartir con los amigos, en la medida de mis fuerzas; porque no he renunciado al mundo”. “He ido dejando algunos compromisos y actividades, aunque eran bellas y significativas” porque “uno se da cuenta de que todo lo que empieza acaba y no hay que empeñarse en agotarlo; hay que dejar espacio a otros, que hagan las cosas a su manera.”Se aprecia que a estas alturas de su vida, se puede encontrar un tanto sólo en la búsqueda teológica que deja como legado, en un modo de ver y de situarse muy especial, al que algunos se aproximan e investigan, intuyen que apunta a algo esencial, o ven con simpatía; pero que pocos pueden sostener, vital (por su experiencia) e institucionalmente hablando. Él también puede entender que la Institución eclesial trate de fomentar otros perfiles y quehaceres. E incluso, se puede percibir que él mismo, en su ámbito de libertad practicada, que muchos pueden reconocer, necesita sentirse en paz con ella (con la Iglesia) de alguna manera. Que le dejen ser y expresar lo que vive, en autenticidad, y, al mismo tiempo, ser acogido en la Comunión y en el ejercicio de su ministerio. Nos alegramos de que ésto sea posible y de que así lo viva: por él, por nosotros y por la Iglesia Católica Romana. Porque Raimon Panikkar nos parece un símbolo vivo del esfuerzo por la búsqueda sabia y amorosa de integración, de la integración en su propia vida de culturas diversas, de la convergencia en la Iglesia de experiencias pastorales y teologías diversas, de la búsqueda de paz entre las religiones. Y piensa que éste encuentro no será posible a un nivel profundo mientras que reduzcamos la manifestación de Cristo, porque –reconoce- si uno dice “Jesús es el Cristo” ese es un cristiano. Pero en su experiencia vital, el Cristo está también más allá y puede ser vivido como El Ungido, también por los “no cristianos”; y parafrasea a San Pablo- “en Cristo no hay hombre ni mujer, judío ni gentil, célibe ni casado”. Y, sin dejar de apreciar el valor de la Cristología y estimando a muchos grandes cristólogos, echa de menos lo que él llama más insistencia en la Cristofanía, la manifestación del Cristo. “Porque, si no descubrimos y expresamos el Cristo que vive en nosotros ¿De que Cristo estamos hablando? Si dejáramos de cultivar esto, no me extrañaría – comenta- que muchos nos dejaran y que pocos se acercaran, ya que no encontrarían esta Iglesia creíble…” Se intuye que no percibe un impedimento real, dogmático para que, en algún momento, en un proceso, siempre buscando el diálogo y la Comunión, pero apostando por lo que uno, en conciencia, cree y vive, la mujer llegue a ejercer cualquier ministerio en la Iglesia, ni para dejar de exigir el celibato como obligación a los presbíteros. Y cuando piensa en un nuevo Concilio, a la manera en que él lo entiende, piensa que hay que trabajar hacia él, ya que considera que la Iglesia, en su conjunto, no está aún preparada… porque “aún no es posible hablar con libertad de todo lo anterior y de otros temas importantes”; y hay que seguir “haciendo y madurando un camino de proceso conciliar, viviendo, trabajando y compartiendo experiencias, en diferentes espacios, con ese espíritu y orientación.”Respecto a la dificultad y a las idas y venidas para los avances visibles en la sociedad, en general y en las Iglesias, en particular, dice: “Yo creo, profundamente, que nada de lo que se hace con autenticidad, se pierde”. “Así vivo yo el Misterio de la Comunión de los Santos”. Por eso, cuando habla de la renovación de nuestra Iglesia Católica Romana en el sentido más profundo, dice, con esperanza:- Hace algunos años, en un Congreso al que me llamaron dije: “Esto no hay quien lo pare”. Y en esto, sé que no se refiere a puntos demasiado concretos de una agenda de reformas; sino a una renovación profunda, que aflore en toda la vida de la Iglesia, y que oriente esos cambios necesarios, que pueden estar ya en la mente y el corazón de muchos. Pero para abrir cauces a esa renovación -dice- hay que tomar distancia de la microdoxia, la reducción del dogma, “al que empequeñecemos, haciendo con ello una reducción de la ortodoxia”. Y se explica: “Si entendiéramos, por ejemplo, la Iglesia, en un sentido amplio, como Misterio del Cosmos ¿cómo decir entonces, que “fuera de la Iglesia no hay salvación”?. Por eso puede entender la Salvación, como un acontecimiento magnífico y misterioso, que se ofrece a todos y a un nivel cósmico, no sólo a los de nuestra particular Iglesia. ¡Qué diferente –reflexiono- es una concepción restringida, excluyente, que, a veces, podemos tener, de la Iglesia Católica, de la extensión hindú del sanatana dharma, un camino de salvación abierto a todos!, en el que “todas las grandes religiones son más o menos verdaderas en diversos grados” (Gandhi).Y, probablemente, en el encuentro entre sus raíces (hijo de padre hindú y madre católica) se ha podido vivir ese dilema desgarrador a un nivel existencial. Aunque este pensamiento que me viene, no me impide entender la diferencia, en el nivel social, de religiones diferentes: por un lado el ramillete de religiones y filosofías, que cuesta incluso definir como hinduismo; y, por otro lado, la Iglesia católica, que ha necesitado históricamente definir sus fronteras y ha hecho proselitismo, como religión misionera, al igual que otras. Pero está bien - pienso- que los niveles se interpelen; y que prevalezca, en ciertos contextos, la Grandeza de Espíritu y la Misericordia. Tal vez si damos testimonio de esto en nuestra vida, sucederá lo que decía también Gandhi: “la fe no está hecha para ser predicada, sino para ser vivida. Entonces es cuando se propagará por sí misma”.Da a entender que, en ocasiones, en las Iglesias, como en la sociedad, es importante que el espíritu prevalezca sobre la norma, para que ésta no tome un valor absoluto, incluso carente de sentido. Sobre el cuestionamiento de aquellas normas a las que, en determinados contextos, no se ve sentido positivo; y de cómo esto puede hacer avanzar las sociedades y las conciencias, nos matiza bien el sentido del desafío y de la infracción, para que no se tome como capricho, negligencia ni ignorancia; y nos comenta un versículo de San Lucas, sacado de los evangelios apócrifos; pero que aparece en numerosos códices, por lo que se supone que es ampliamente reconocido, en el que Jesús sale a pasear con sus discípulos en sábado; y ve a un hombre trabajando en el campo - gravísima falta en la sociedad judía de la época-. Jesús se dirige a él y le dice. “Makarios” (Beato, bienaventurado) eres, si sabes lo que estás haciendo”. Por lo tanto, subraya, Pannikar, el quebrantamiento de alguna norma, que se justifica y que sería sancionable con la pena máxima en el sistema social, podría ser, según con la conciencia que se haga, motivo de bienaventuranza en otro nivel.Se maneja con tanta soltura en diversas lenguas, que cuando le preguntamos algo sobre un libro en inglés, busca a ver cual era el idioma original en el que lo escribió. Y, con esta misma soltura, recurre a la etimología, cuando rechaza la idea del Dios Omnipotente. No sé –dice- de donde sacamos esta concepción errónea del Dios que todo lo puede, porque Pantocrátor significa ´El que está por encima de toda autoridad humana´, no “el que puede todo”, en el sentido que se le ha querido atribuir a la omnipotencia de Dios. Desde aquí, trata de comprender, a Lucrecio, que ya tres siglos antes del nacimiento de Jesús, decía “O Dios no es omnipotente, o no es bueno”. El se inclina porque lo que llamamos el mal en el mundo, siempre con una carga de Misterio, esté, en parte, al menos, en directa relación con nuestra actuación; y también con nuestra comprensión dualista de lo que acontece. E insiste en la conciencia del Dios que sólo se expresa en la Relación. Ese es para él -se intuye- un sentido profundo y misterioso de la Trinidad: Dios es Relación y se expresa en la Relación.Tras hora y media de compartir vida y esperanza, cuando anunciamos el viaje de vuelta “despidámonos –sugiere- con unos minutos en silencio”. Nos tomamos las manos, en silencio y sin prisas, bajo la imagen de la Morenetta, que preside la sala; y, así, llevando con nosotros esta experiencia de oración y de Unidad profunda, nos separamos. Quiere salir a la puerta a despedirnos. Le acompaña Jorge, el muchacho boliviano que, últimamente, comparte tareas caseras con Carmen, mujer catalana, de Tavertet, que le atiende con inmensa delicadeza y cariño, en las tardes, desde hace años; y entre ambos le proporcionan algún apoyo diario que ahora precisa. Subimos al coche y emprendemos regreso, con la certeza gozosa de que este “adios”- nos veamos o no nos veamos más- es un “hasta siempre”.

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