jueves, 3 de marzo de 2011

FALLECIO BERNARD NATHANSON


Falleció Bernard Nathanson / De “rey del aborto” a médico pro-vida

Por Verónica Toller.
Una historia que merece conocerse. Nathanson reveló la receta que empleó para lograr el aborto: tomar los medios de comunicación; falsificar estadísticas; desacreditar a la Iglesia Católica; ignorar la evidencia científica.

Mató a 75 mil personas, pero nunca fue preso. Al contrario: la ley se lo permitió, lo alentó y los padres de las personas asesinadas le pagaron por ello. “Yo tenía barcos, avionetas, fincas, mujeres… pero era todo en base a una gran mentira”, escribió años después, cuando comprendió la dimensión de lo que había hecho. “Soy el responsable directo de 75 mil muertes, gracias a la mentira de que la persona en el vientre materno no vale nada”, afirmó. Era el doctor Bernard Nathanson, el “rey del aborto”, el médico que logró la legalización del aborto en Estados Unidos.
Hace seis días, murió a los 84 años, convertido ya en uno de los mayores líderes pro-vida del mundo. Es la suya una historia de muerte y de regreso a la luz; una demostración de que el cambio es posible y un testimonio directo y valiente acerca de con qué métodos y manipulaciones se logró implantar la ley del aborto. Un modelo que, tras la experiencia norteamericana, se viene repitiendo en el resto de los países donde se pretende tener aborto libre, incluido nuestro país. “Como científico no creo; yo sé y conozco que la vida humana comienza en la concepción”, escribió en 1992. ¿Qué fue lo que pasó? Es una historia que merece conocerse.
Bernard Nathanson mató a 75 mil personas. Y al morir esperaba tener abiertas las puertas del Cielo, y seguramente las habrá tenido, pero no por haber matado a tantos, sino por haberlo reconocido, haberse arrepentido, haber pedido perdón y haber comenzado el camino inverso de defensa de la vida y denuncia contra la industria de la muerte. ¿Que por qué no fue preso? Sencillo. Porque las muertes que causó (Nathanson reconoció que supervisó más de 10 mil, concretó con su mano unas 5 mil y en la clínica que él dirigía se realizaron otras 60 mil) eran y son en su país, Estados Unidos, muy legales. Estamos hablando del aborto.

Abortista número uno: “ejecuté a mi propio hijo”, escribió
Nació Nathanson en una familia judía. Su padre era un ginecólogo muy reconocido. Lo envió a la McGill University Medical College, en Montreal. “Tuve mi primera experiencia con el aborto en la Facultad –escribió años después-. Mi novia quedó embarazada, y nos parecía imposible casarnos. Mi padre me pasó dinero para pagar el aborto, ilegal, que se complicó. Ella casi murió. Yo la cuidaba, y me llenaba de indignación social contra el aborto ilegal. Años después otra novia mía quedó embarazada. Ella no quería abortar pero yo la persuadí. Quería el mejor abortista, y ése era yo: lo hice y así ejecuté a mi propio hijo, fríamente, sin sentimiento, otro procedimiento quirúrgico más para mí”, anotó.
En su autobiografía “La mano de Dios”, escribió sobre este episodio: “Yo no tenía sentimientos al hacerlo, más allá de la sensación de logro, el orgullo de la experiencia”. La mentalidad del abortista, dice, es “helada, sin conciencia, sin remordimientos, pervirtiendo sus habilidades médicas, profanando su carga ética. Es seductor, con su calma clínica, su profesionalismo en el acto que más se acerca a la libre masacre”.
En 1968 se une operativamente a Larry Lader, otro partidario del aborto. Junto a él creó la Liga de Acción Nacional por el Derecho al Aborto. “Tuvimos éxito: en dos años conseguimos destruir la ley de Nueva York que penalizaba el aborto desde 1829 –dijo Nathanson-. Pero el aborto legal no bastaba: debía ser “barato, seguro y humanitario”", agregó. La ley se aprobó en Nueva York en 1970 con la firma del entonces gobernador republicano Nelson Rockefeller.
Nathanson fue nombrado director del flamante Centro de Salud Sexual y Reproductiva de Manhattan, la “clínica de aborto más grande en el mundo occidental”, según la calificó él mismo. La censura que, por el contrario, recibió de varios círculos médicos, le hizo renunciar en 1972 y radicarse como jefe de obstetricia en el St. Luke’s Hospital, donde igualmente seguía realizando abortos.
El cambio: la luz que vino de la mano de la ciencia
¿Cuándo entendió que el aborto era un crimen? Cuando comenzó a aplicarse la nueva tecnología del ultrasonido, las ecografías. “En esa época no sabíamos nada del feto, no teníamos forma de medirlo, ni verlo, ni confirmar su humanidad. Nuestro interés se centraba en la mujer, no en el bebé, pero cuando dejé la clínica y fui director de obstetricia en el Saint Luke Hospital de Nueva York, algo cambió”, dijo.
Con la nueva tecnología “por primera vez pudimos estudiar al ser humano en el vientre y descubrimos que no era distinto de nosotros: comía, dormía, bebía líquidos, soñaba, se chupaba el dedo, igual que un niño recién nacido. La verdad era que esto era un ser humano con dignidad, dada por Dios, que no debía ser destruido o dañado”, afirmó Nathanson. Tras 4 años de estudiar el feto se convirtió en médico pro-vida, “cuestioné el aborto con conferencias e hice dos películas. En una se veía un aborto real, un niño de 12 semanas aspirado hasta la muerte. Se veía cómo le succionaban brazos y piernas, se rompía el tórax, era muy fuerte. Los proabortistas dijeron que era un montaje. Yo les he animado siempre a que, si piensan así, que hagan ellos su propia película de un aborto real, con sus propias imágenes. Nunca lo han hecho, porque saben muy bien lo que se vería”.
El camino de regreso a casa
Aunque fue a una escuela judía, su propio padre se burlaba de las enseñanzas religiosas que recibía. “Así que me convertí en un judío ateo”, escribió. Tras su proceso de reconocimiento de la realidad del aborto, cayó en una profunda desazón, un callejón oscuro. Durante 7 años, dialogó con un sacerdote católico, el padre C. John McCloskey, del Opus Dei. En 1994 le dijo que quería convertirse a la fe católica.
“A principios de los 80 yo tenía dinero, propiedades, bodegas, tres matrimonios fracasados, un hijo trastornado y 75.000 víctimas –narró-. Negaba que hubiese otra vida, pero sabía que la había. Deprimido, pensaba en el suicidio. Conocí entonces a un sacerdote “pro-vida”. Él fue mi guía, mi Virgilio en el infierno. Me convencí de la verdad, de que la gran mentira ya no dominaba mi vida. Ahora mi trabajo “provida” salía del corazón y del alma, no sólo del cerebro”.
Uno de los hechos que más le llamó la atención fue, según contó, un “operativo de rescate”, una manifestación de católicos pro-vida frente a una clínica abortista. Cantaban y rezaban. Tenían tanta paz y tanta dignidad que Nathanson se sintió atravesado de respeto y quiso ser como ellos.
“A menudo se plantea el tema del aborto como libertad de elección de la mujer. Pero una persona no puede elegir el quitar la vida a otra. No es posible hablar de derecho a elegir, porque se trata del mandamiento “no matarás”, escribió.
Fue bautizado en diciembre de 1996 por el Cardenal John O’Connor en una misa privada a la que asistieron algunos amigos y familiares, en la Catedral de San patricio de Nueva York. También recibió la Confirmación y Primera Comunión del cardenal. Sobre ello, declaró luego: “encontré la cura a lo que me pasaba, agua fresca en mí, y voces suaves y una sensación indescriptible de paz. Había encontrado un lugar seguro”.
“Él era un profeta a favor de la vida”, dijo el padre McCloskey en una entrevista publicada por el National Catholic Register. “Vio a toda la cultura de la muerte que viene, y sabía que el aborto es sólo la punta del iceberg”.
“El aborto es ahora un monstruo tan inimaginablemente gigantesco que suena ridículo pensar en volverlo a su jaula. Sin embargo, ése es nuestro cargo. Una tarea hercúlea. Yo soy de los que ayudaron a marcar el comienzo de esta era de barbarie”, declaró Nathanson.
Cómo manipular para lograr una ley de aborto
En 1992, Nathanson escribió una carta pública dando testimonio de todo lo que había hecho y cómo, con otros amigos y colegas, lograron torcer voluntades y aprobar el aborto. Develar todo esto, así como escribir los libros que publicó y hacer las películas que hizo, le valió críticas de sus antiguos amigos y persecución personal. Nathanson debió ser valiente y a la vez humilde para hacer y decir cuanto hizo y dijo.
Esta es su carta abierta de 1992:
“Soy responsable directo de 75.000 abortos, lo que me empuja a dirigirme al público poseyendo credibilidad sobre la materia.
Fui uno de los fundadores de la Asociación Nacional para Revocar las Leyes sobre el Aborto en los Estados Unidos, en 1968. Entonces una encuesta veraz hubiera establecido el hecho de que la mayoría de los norteamericanos estaban en contra de leyes permisivas sobre el aborto. No obstante, a los cinco años conseguimos que la Corte Suprema legalizara el aborto, en 1973. ¿Cómo lo conseguimos? Es importante conocer las tácticas que utilizamos, pues con pequeñas diferencias se repitieron con éxito en el mundo Occidental.
Nuestro primer gran logro fue hacernos con los medios de comunicación; les convencimos de que la causa proaborto favorecía un avanzado liberalismo y sabiendo que en encuestas veraces seríamos derrotados, amañamos los resultados con encuestas inventadas y las publicamos en los medios; según ellas el 60% de los norteamericanos era favorable a la implantación de leyes permisivas de aborto.
Fue la táctica de exaltar la propia mentira y así conseguimos un apoyo suficiente, basado en números falsos sobre los abortos ilegales que se producían anualmente en USA. Esta cifra era de 100.000 (cien mil) aproximadamente, pero la que reiteradamente dimos a los medios de comunicación fue de 1.000.000 (un millón). Y una mentira lo suficientemente reiterada, la opinión pública la hace verdad.
El número de mujeres que morían anualmente por abortos ilegales oscilaba entre 200 y 250, pero la cifra que continuamente repetían los medios era 10.000 (diez mil), y a pesar de su falsedad fue admitida por muchos norteamericanos convenciéndoles de la necesidad de cambiar las leyes sobre el aborto.
Otro mito que extendimos entre el público, es que el cambio de las leyes solamente implicaría que los abortos que se practicaban ilegalmente, pasarían a ser legales. Pero la verdad es que actualmente, el aborto es el principal medio para controlar la natalidad en USA. Y el número anual de abortos se ha incrementado en un 1500 por ciento, 15 veces más.
La segunda táctica fundamental fue jugar la carta del anticatolicismo.
Vilipendiamos sistemáticamente a la Iglesia Católica, calificando sus ideas sociales de retrógradas; y atribuimos a sus Jerarquías el papel del “malvado” principal entre los opositores al aborto permisivo. Lo resaltamos incesantemente. Los medios reiteraban que la oposición al aborto procedía de dichas Jerarquías, no del pueblo católico; y una vez más, falsas encuestas “probaban” reiteradamente que la mayoría de los católicos deseaban la reforma de las leyes antiaborto.
Y los tambores de los medios persuadieron al pueblo americano de que cualquier oposición al aborto tenía su origen en la Jerarquía Católica y que los católicos proaborto eran los inteligentes y progresistas. El hecho de que grupos cristianos no católicos, y aún ateos, se declarasen pro-vida, fue constantemente silenciado.
La tercera táctica fundamental fue denigrar o ignorar, cualquier evidencia científica de que la vida comienza con la concepción.
Frecuentemente me preguntan qué es lo que me hizo cambiar. ¿Cómo pasé de ser un destacado abortista a un abogado pro-vida? En 1973 llegué a ser Director de Obstetricia en un gran Hospital de la ciudad de Nueva York, y tuve que iniciar una unidad de investigación perinatal; era el comienzo de una nueva tecnología que ahora utilizamos diariamente para estudiar el feto en el útero materno. Un típico argumento pro aborto es aducir la imposibilidad de definir cuando comienza el principio de la vida, afirmando que ello es un problema teológico o filosófico, no científico.
Pero la fetología demuestra la evidencia de que la vida comienza en la concepción y requiere toda la protección de que gozamos cualquiera de nosotros.
Usted podría preguntar: ¿Entonces, por qué algunos doctores, conocedores de la fetología, se desacreditan practicando abortos?
Cuestión de aritmética: a 300 dólares cada uno, un millón quinientos cincuenta mil (1.550.000) abortos en los Estados Unidos, implican una industria que produce 500 millones de dólares anualmente. De los cuales, la mayor parte van a los bolsillos de los doctores que practican el aborto.
Es un hecho claro que el aborto voluntario es una premeditada destrucción de vidas humanas. Es un acto de mortífera violencia. Debe de reconocerse que un embarazo inesperado plantea graves y difíciles problemas. Pero acudir para solucionarlo a un deliberado acto de destrucción supone podar la capacidad de recursos de los seres humanos; y, en el orden social, subordinar el bien público a una respuesta utilitarista.
Como científico no creo; yo sé y conozco que la vida humana comienza en la concepción. Y aunque no soy de una religión determinada, creo con todo mi corazón que existe una divinidad que nos ordena finalizar para siempre este infinitamente triste y vergonzoso crimen contra la humanidad”.
(Nota: para escribir este artículo hemos tomado datos publicados por Noticias Globales, National Catholic Register y La Razón de fluvium.org).

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