viernes, 17 de abril de 2009

LITURGIA Y VIDA ESPIRITUAL


-Finalidad de la liturgia: intensificar la vida espiritual (que incluye la moral pero no se agota en ella) a través de la contemplación e interiorización de los símbolos.
-Tres niveles principales: intelectual, moral y espiritual, los cuales son, en rigor, inseparables.
-Intelectual: comprensión de las justas relaciones entre Dios y el hombre.
-Moral: obediencia a los mandatos divinos, entendidos como un mínimo (es lo característico de la etapa "purgativa").
-Espiritual: despojarse paulatinamente del yo exterior y dejarse llenar por Dios; por tanto, se trata de un camino sin fin, constituido por las muchas "moradas" del Reino de los Cielos.
-¿Porqué se contrapone a veces el hombre de las "prácticas litúrgicas" y el hombre "moral"? Porque el segundo no valora la oración ni la presencia física de Cristo en la Eucaristía, mientras que el primero tiende a banalizar ambas cosas, al menos cara al exterior. Y si el apóstol Santiago nos desafía a mostrarle la fe sin obras, en tanto que considera fácil probar la primera por las segundas, semejante argumentación en nada contradice a la afirmación de san Pablo de que las obras, por grandes que sean, "sin la caridad no son nada".
Ahora bien, las obras abandonadas a sí mismas no pueden transformarse en caridad; a lo sumo y como diría santa Catalina de Siena, podrían "predisponer" a Dios (nunca obligarlo) para que se digne otorgarnos su gracia (a no ser que vea en nosotros la actitud de "hybris" de quien pretende ser "santo sin Dios"-habría que añadir). Y eso no puede alcanzarse al margen de la oración (que nos sitúa en nuestro verdadero lugar) y de la frecuencia sacramental, que pone de manifiesto nuestra apertura a la acción de la gracia.

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