jueves, 20 de septiembre de 2012

EXIGENCIA ETICA




Pero él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:
—¿Y quién es mi prójimo?
Jesús le respondió:
—Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y
cayó en manos de unos salteadores que, después
de desnudarlo y golpearlo sin piedad, se alejaron
dejándolo medio muerto. Un sacerdote bajaba
casualmente por aquel camino y, al verlo, se desvió
y paso de largo. Igualmente un levita que pasó
por aquel lugar, al verlo, se desvió y pasó de largo.
Pero un samaritano que iba de viaje, al llegar junto
a él y verlo, sintió lástima. Se acercó y le vendó
las heridas, después de habérselas curado con
aceite y vino; luego lo montó en su cabalgadura,
lo llevó al mesón y cuidó de él. Al día siguiente,
sacando dos denarios, se los dio al mesonero,
diciendo: “Cuida de él, y lo que gastes de más te
lo pagaré a mi vuelta”. ¿Quién de los tres te parece
que fue prójimo del que cayó en manos de los
salteadores?
El otro contestó:
—El que tuvo compasión de él.
Jesús le dijo:
—Vete y haz tú lo mismo.
Estamos en tiempos complicados, tiempos de miedo
e incertidumbre, tiempos de sufrimiento y exclusión.
En épocas así, reviven muchos fantasmas: con el
miedo toman fuerza la ley de la selva, el “sálvese
quien pueda”, el “cada uno a lo suyo”. Aparece más
fuerte el racismo y ante el aumento de los excluidos
que nos incomodan, preferimos olvidarlos y mirar
para otro lado.
Conquistas sociales que nos parecían
incuestionables se caen como fichas de dominó.
Los derechos universales, a la salud, a la educación,
de los que nos sentíamos tan orgullosos, hoy se
ponen en duda o directamente desaparecen para
los últimos. Los derechos que se han ido
conquistando muy despacio, van siendo reducidos
ante nuestra pasividad.
Si queremos luchar por un mundo más justo, si
la solidaridad es para nosotros un valor importante,
si nos importan los últimos, tendremos que estar
muy atentos a lo que está ocurriendo. Es importante
la ayuda asistencial, la solidaridad cotidiana, pero
también es importante una apuesta pública por los
más débiles, por los últimos, por los que más están
pagando la crisis. Nada es neutro. Nuestro silencio
está lleno de significado, nuestra palabra también.
La palabra siempre ha sido importante, pero no
silenciar la voz de los últimos se convierte ahora
en una exigencia ética. Callar o comprometernos
puede ser un dilema al que enfrentarnos.
Y cuando pensemos que no hay nada que hacer,
acercarnos al Evangelio nos muestra el compromiso
de Jesús hacia los últimos, los excluidos, los
desheredados, y su promesa de un Reino de justicia
para los pobres.
No mirar para otro lado, no resignarnos a la
injusticia, no callarnos, no convertir a los
desheredados en invisibles es uno de nuestros
trabajos en la lucha por un mundo más justo.

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