Introducción
Por regla general, tanto en Oriente como
en Occidente, la flor siempre ha sido considerada y utilizada como símbolo del
Sí Mismo espiritual.
En China existe un antiguo texto taoísta
que trata del significado profundo de la «Flor de Oro», el cual ha sido
comentado ampliamente por Jung en El Secreto de la Flor de Oro. En la India ha
sido y sigue siendo utilizado el símbolo del Loto (nuestro nenúfar) que tiene
las raíces en el barro, el tallo en el agua y cuyas flores se abren al aire
bajo los rayos del Sol.
En Persia y en Europa, se ha utilizado
preferentemente la rosa. Tan sólo haré alusión al Román de la rose de los
Trovadores; a la rosa mística, admirablemente descrita por Dante en el
«Paraíso» (Canto XXIII); a la rosa en el centro de una cruz, símbolo de la
orden de los Rosa-Cruces.
Por regla general se ha utilizado la
imagen de la flor ya abierta como símbolo del Espíritu, y su visualización es
sumamente sugestiva y evocadora. Pero todavía es mucho más eficaz y suscitadora
de energías y de procesos psico-espirituales la utilización «dinámica» del
símbolo, es decir, la visualización del pasaje, del desarrollo, del capullo
cerrado a la flor totalmente abierta. El símbolo del «desarrollo» corresponde a
una realidad profunda, a una ley fundamental de la vida que se manifiesta tanto
en los procesos de la naturaleza como en los del alma humana.
Nuestro Ser espiritual, el Sí Mismo, que
es la parte más real y esencial de nosotros, suele estar normalmente oculto,
cerrado y «arrollado»; sobre todo por el cuerpo y sus sensaciones; también por
las múltiples emociones e impulsos (miedos, deseos, atracciones y repulsiones,
etc.), así como por una inquieta y tumultuosa actividad mental. Es necesario
liberar o «ampliar» estas envolturas para que pueda revelarse el Centro
Espiritual.
Esto sucede, tanto en la naturaleza como
en el alma humana, en virtud de la acción admirable y misteriosa de la
vitalidad, tanto biológica como psicológica, que «desde el interior» impulsa y
opera de forma irresistible. Por ello, el símbolo —o, mejor dicho, el
principio— del crecimiento, del desarrollo, de la evolución ha sido y sigue
siendo utilizado cada vez más en la psicología y en la educación, y en él se
basa tanto el concepto como la práctica de la psicosíntesis. Una de sus
aplicaciones es el ejercicio que describimos a continuación:
Técnica del Ejercicio
Este ejercicio puede realizarse tanto
individualmente como en grupo. En el primer caso, es necesario aprender bien
sus distintas fases para poder recordarlas con facilidad. En el segundo caso,
el que dirige el ejercicio, lentamente y con las pausas oportunas, lo
desarrolla de la siguiente forma:
Imaginemos el capullo cerrado de una rosa.
Visualicemos el tallo, las hojas y, en lo alto del tallo, el capullo. Este es
de color verde, porque los sépalos todavía están cerrados y, como máximo, en la
parte superior, se puede llegar a ver tan sólo un pequeño punto rosa.
Procedemos a visualizarlo vividamente, manteniendo su imagen en el centro de la
conciencia...
Mientras lo observamos, vemos cómo poco a
poco se va iniciando un lento movimiento: los sépalos comienzan a separarse
dirigiendo sus extremos hacia afuera, descubriendo así los pétalos rosados,
todavía cerrados...
Los sépalos se separan cada vez más... y
cada vez se distingue mejor el capullo de pétalos de un tenue color rosa...
Ahora, también los pétalos empiezan a
extenderse... el capullo sigue abriéndose lentamente... hasta que la rosa se
revela en toda su belleza y nos quedamos admirándola con alegría. Llegados a
este punto, comenzamos a percibir, inhalando, el aroma de la rosa, este perfume
tan característico y conocido... tenue, dulzón y agradable... lo olemos con profundo
placer...
El símbolo del Perfume ha sido utilizado
frecuentemente en el lenguaje religioso y místico («El olor de santidad») y
también es frecuente el uso de perfumes en los ritos (incienso, etc..)
Después, visualizamos toda la planta e
imaginamos la fuerza vital que brota desde las raíces hasta la flor,
produciendo este desarrollo... y permanecemos contemplando este milagro de la
naturaleza.
Ahora, nos identificaremos con la rosa o,
más exactamente, «introyectamos» la rosa en nuestro interior...
Ahora somos, simbólicamente, una flor, una
rosa. La misma Vida que anima el Universo y que ha producido el milagro de la
rosa, está produciendo en nosotros un milagro similar, o incluso mayor: el
desarrollo, la apertura, la irradiación de nuestro ser espiritual... y nosotros
podemos cooperar conscientemente con nuestro florecimiento interior.
Este ejercicio es del Dr. Roberto Assagioli, creador de la PSICOSINTESIS
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