Un día un grillo y un puma se encontraron
en el bosque. Como ambos eran reyes, empezaron a discutir sobre cuál de los dos
vencería, si entre ellos surgiera una guerra.
- Tú puedes ser el rey de los animales de
cuatro patas – decía el grillo- pero yo soy el rey de los insectos.
El puma rugió en tono burlón:
- Tengo pena de ti, señor grillo, eres un
rey tan chiquito que con un solo zarpazo podría hacerte desaparecer.
El grillo quedó resentido por tan mal
trato. Se trepó a la oreja del puma y murmuró:
- Si crees que eres tan fuerte, trae
mañana tu ejército para enfrentarse con el mío. Verás que vamos a ganar. El
puma no pudo contener la risa frente a tan insulso desafío. Para que el grillo
aprendiera se sacudió tan fuertemente que el grillo cayó al suelo.
Al día siguiente llegaron todos los
animales del ejército del puma: osos, perros, jaguares, llamas, vicuñas, toros,
ovejas, todos los animales del país.
Al poco rato el grillo apareció solo.
- ¿Dónde está tu ejército?, rugió el puma.
- Da la señal para que empiece la batalla
y ya te darás cuenta, chirrió el grillo.
Se dio la señal y desde los árboles
descendieron inmensas nubes de insectos, tan espesa que cortaron la luz del
sol. Miles de abejas, avispas, hormigas y otros insectos se pegaron el cuerpo
de cada animal, hundiendo sus aguijones en las lenguas, los ojos, los pellejos.
Tan terrible fue el ataque, que ni siquiera el puma pudo librarse del furor del
ejército del grillo.
Si un animal se tragaba un insecto,
aparecían mil para reemplazarlo.
La batalla terminó pronto, y el puma y su
ejército se rindieron, completamente derrotados corrieron al río para lavarse
las heridas. Así es la vida. Siempre que las criaturas pequeñas y débiles se
reúnen, pueden derrotar a cualquier fuerza sobre la tierra.
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