NOTAS PARA UNA MÍSTICA DEL REALISMO
En la vida espiritual no existe desastre mayor que el estar sumergido en la irrrealidad, pues en cada uno la vida es preservada y nutrida por nuestra vital relación con realidades fuera y por encima de nosotros. Cuando nuestra vida se alimenta con la irrealidad, se vuelve famélica. Y por consiguiente, muere... La muerte mediante la cual entramos a la vida no es fuga de la realidad sino una entrega completa de nosotros mismos que involucra un compromiso total con la realidad. Comienza al renunciar a la ilusoria realidad que las cosas creadas cuando son vistas sólo en relación con nuestros intereses egoístas.
Antes de poder ver que las cosas creadas (especialmente las materiales) son irreales, debemos ver claramente que son reales. Pues la "irrealidad" de las cosas materiales es sólo relativa a la realidad mayor de las cosas espirituales...
Sólo podemos ver las cosas en perspectiva si cesamos de abrazarlas a nuestro seno. Cuando las soltamos, comenzamos a apreciarlas como realmente son. Solamente entonces podremos comenzar a ver a Dios en ellas. Sólo cuando lo encontremos en ellas, podremos iniciar el sendero de la contemplación oscura en cuyo final nos será posible encontrarlas en Él.
Desierto interior
Los antiguos monjes del Desierto creían que el páramo había sido creado como supremamente valioso ante los ojos de Dios precisamente porque carecía de valor para los hombres... El desierto fue creado para ser simplemente él mismo, no para ser transformado por los hombres en alguna otra cosa. Lo mismo ocurrió con la montaña y el mar. Por lo tanto, el desierto es la morada lógica del hombre que no busca más que ser él mismo...
Pero el hombre que vaga por los desiertos para ser él mismo debe tener cuidado de no enloquecer y volverse un sirviente del demonio que mora allí, en un estéril paraíso de vacuidad, aislamiento y furia...
Cuando el hombre con su dinero y sus máquinas se muda al desierto interior, y habita allí sin hacer frente a las mentiras y trampas del demonio como lo hizo Jesús, sino creyendo en sus promesas de poder y riqueza... entonces el desierto se traslada a todas partes. Mas en todas partes hay una soledad donde el hombre puede penar y combatir al adversario interior y purificar su propio corazón en la gracia de Dios...
Ante todo "vida"
No debemos olvidar que la vida espiritual ante todo es vida. No consiste simplemente en algo para conocer y estudiar: es para ser vivida! Como toda vida, se enferma y muere cuando es desarraigada de su propio elemento. La luz divina está inserta en nuestra naturaleza, y el hombre íntegro está santificado por la presencia y acción del Espíritu Santo. Por lo tanto, la vida espiritual no es reductivamente una vida desarraigada de la condición del hombre y trasplantada utópicamente a la región de los ángeles.
Vivimos como hombres y mujeres espirituales cuando vivimos como seres que buscan a Dios. Si vamos a ser espirituales, debemos seguir siendo humanos... el propio misterio de la encarnación del Hijo de Dios es prueba de ello. ¿Porqué Dios se hizo hombre sino para dar la salud espiritual a los hombres uniéndolos místicamente con Él mediante su propia carne sagrada? Jesús vivió la vida corriente de los hombres de su tiempo, para santificar las vidas corrientes de los hombres de todos los tiempos. Entonces, si queremos ser espirituales, ante todo vivamos en serio nuestras propias vidas. Abracemos la realidad y encontrémonos así inmersos en la luz divina que nos envuelve por doquier.
Primero, asegurémonos de saber lo que estamos haciendo... Tropezamos y caemos constantemente incluso cuando estamos más iluminados. Pero cuando estamos en la verdadera oscuridad ni siquiera sabemos que hemos caído. Para mantenernos espiritualmente vivos debemos renovar nuestra confianza, nuestra fe. Somos pilotos de buques en neblina, que escudriñamos la tiniebla frente a nosotros, escuchamos los sonidos de otros barcos, y sólo podemos llegar a nuestro puerto si nos mantenemos alerta. Por esta razón la vida espiritual es ante todo una cuestión de mantenerse despiertos...
El ojo que se abre a la luz y es capaz de advertir la suave y sutil presencia de Dios está en el mismo centro de nuestra humildad, en el propio corazón de nuestra libertad, en las profundidades de nuestra propia naturaleza espiritual. La contemplación es la apertura de este ojo...
Riqueza en la pobreza
Hay una etapa en la vida espiritual en la que hallamos a Dios en nosotros mismos... Cuando llega el momento justo en que debemos aprender otras cosas, Dios parece esconderse para fortalecer así nuestra fe. Quiere decir, entonces, cuando esto sucede, que ha llegado el momento de emerger de nosotros y sobre nosotros para encontrarlo fuera de nosotros...
¿De qué sirve conocer nuestra debilidad y límites si no nos ponemos en sus manos amorosas para que nos sustente con su poder?...
El valor de nuestra fragilidad y pobreza son la tierra donde Dios planta la semilla del deseo. Y no importa lo abandonado que creamos estar, el deseo confiado de amar auténticamente a pesar de nuestra abyecta miseria, es signo de su presencia y de nuestra salvación.
Thomas Merton
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