Así funciona la red caritativa de la Iglesia
La tragedia de Haití, una de las más grandes de la historia moderna, junto al tsunami del océano Índico de 2004, se ha convertido en la mayor operación caritativa mundial lanzada por la Iglesia. La movilización se inició en los primeros instantes de suceder la tragedia, y continuará cuando ya nadie más se acuerde de este país
En medio del comprensible caos surgido en las horas posteriores al seísmo, a causa de las carencias de infraestructuras en la isla caribeña, entre las pocas instituciones que comenzaron a coordinar a los socorristas, a atender médicamente a los damnificados y a darles de comer, se encontraban las instituciones católicas. Ante todo, Cáritas, la Federación de instituciones católicas de las diócesis y Conferencias Episcopales, presente en 198 países y territorios, que no sólo ha podido contar con la ayuda de todas sus hermanas del mundo, sino que, además -a diferencia de las ONG, Gobiernos e instituciones que también llevan su ayuda-, está firmemente asentada sobre el terreno, gracias a sus voluntarios y a las estructuras de cada parroquia. Ésta es, de hecho, la red humanitaria y caritativa más ramificada del planeta.
Por otro lado, a lo largo de dos mil años de Historia, de la Iglesia han surgido Congregaciones religiosas como los franciscanos, los jesuitas, los dominicos o los salesianos, que también son expertos en la atención al que más lo necesita, e instituciones como la Confederación Internacional de la Sociedad de San Vicente de Paúl, Ayuda a la Iglesia Necesitada o la Orden de Malta. Se trata de redes particularmente presentes en Haití, después de décadas de catástrofes naturales y de desastres políticos y sociales. De hecho, la misma Cruz Roja Internacional ha utilizado sus informaciones y servicios, con espíritu de fecunda colaboración.
Estos ejércitos de la caridad, para mejorar su eficacia, cuentan con la coordinación mundial del Consejo Pontificio Cor Unum, institución de la Santa Sede que, en estos momentos, preside el cardenal alemán Paul Josef Cordes. Gracias a su trabajo, las diversas agencias y organizaciones católicas han podido responder, de forma directa, a las necesidades más urgentes, con importantes apoyos logísticos como los de la Nunciatura Apostólica en Puerto Príncipe, o también la de Santo Domingo, capital del país vecino, República Dominicana.
El mismo cardenal Cordes ha contado cómo se ha organizado la reacción caritativa católica con Haití desde los primeros instantes. El purpurado explica que, ya en las primeras horas del desastre, se comprendió que la red de Cáritas de Haití, afectada por el flagelo del terremoto, no podría, por sí sola, coordinar las ayudas. Por este motivo, la primera decisión que tomó el Consejo vaticano fue aceptar la propuesta de la Cáritas de los Estados Unidos, los Catholic Relief Services, de coordinar las operaciones de ayuda de la Iglesia, pues ya antes del terremoto contaban con 300 miembros en Haití, donde están presentes desde hace 50 años
A las pocas horas, Benedicto XVI con un llamamiento público, pronunciado en la audiencia general del miércoles, lanzó la movilización de toda la Iglesia católica a favor de Haití. Poco después -informa el cardenal Cordes-, llegaron propuestas «de Iglesias alejadas, en Rusia, en Corea y Taiwán, y de organizaciones eclesiales, que proponían enviar voluntarios y ayuda». Con estos datos -añade el purpurado-, «tuvieron lugar inmediatamente las primeras reuniones de los obispos de Haití con el nuncio apostólico, monseñor Bernardito Auza, y con las diferentes agencias caritativas católicas extranjeras presentes en Puerto Príncipe, para seguir constantemente la situación y actuar con objetivos concretos. Inmediatamente se crearon doce puntos de distribución de las ayudas. Mientras que el personal voluntario y las ayudas en especie se canalizaron a través, sobre todo, de Santo Domingo». El nuncio explicó qué ayudas hay disponibles en esos momentos, sobre todo para distribuir medicinas, agua y comida. Pero el cardenal añade: «Además, nos dijo que hace falta restituir esperanza a esta gente».
Para el 21 de enero, Cáritas ya había recibido compromisos de ayuda por parte de las Cáritas nacionales por un valor de 23,5 millones de euros, y espera alcanzar pronto los 30 millones. El objetivo es atender de manera estable las necesidades básicas de doscientos mil supervivientes. Otras instituciones católicas, según su propio carisma, también han logrado una movilización sin precedentes. Por ejemplo, Ayuda a la Iglesia Necesitada se convirtió en la primera agencia en enviar dinero en metálico a la Nunciatura Apostólica para atender a necesidades a las que nadie está respondiendo, por ejemplo, el seminario, que contaba antes del terremoto con 250 seminaristas. Si bien al cierre de esta edición no había datos definitivos, se había constatado la muerte de treinta seminaristas religiosos y diocesanos. Los supervivientes lo han perdido todo, y sus obispos necesitaban ayuda para pagarles medicinas o ropa. Las ayudas de Ayuda a la Iglesia Necesitada han sido un paliativo.
Además, como explica a Alfa y Omega don Xavier Legorreta, responsable de las ayudas para Iberoamérica de Ayuda a la Iglesia Necesitada, prácticamente las 80 parroquias de la archidiócesis de Puerto Príncipe y sus capillas (unas cuatro por parroquia) han quedado destruidas. «¡Estamos hablando de unas 320 capillas!», explica, para dar una idea de la enorme tarea que ahora tiene por delante la Iglesia local, que ha perdido al arzobispo de Puerto Príncipe y a su Vicario General.
Por otro lado, a lo largo de dos mil años de Historia, de la Iglesia han surgido Congregaciones religiosas como los franciscanos, los jesuitas, los dominicos o los salesianos, que también son expertos en la atención al que más lo necesita, e instituciones como la Confederación Internacional de la Sociedad de San Vicente de Paúl, Ayuda a la Iglesia Necesitada o la Orden de Malta. Se trata de redes particularmente presentes en Haití, después de décadas de catástrofes naturales y de desastres políticos y sociales. De hecho, la misma Cruz Roja Internacional ha utilizado sus informaciones y servicios, con espíritu de fecunda colaboración.
Estos ejércitos de la caridad, para mejorar su eficacia, cuentan con la coordinación mundial del Consejo Pontificio Cor Unum, institución de la Santa Sede que, en estos momentos, preside el cardenal alemán Paul Josef Cordes. Gracias a su trabajo, las diversas agencias y organizaciones católicas han podido responder, de forma directa, a las necesidades más urgentes, con importantes apoyos logísticos como los de la Nunciatura Apostólica en Puerto Príncipe, o también la de Santo Domingo, capital del país vecino, República Dominicana.
El mismo cardenal Cordes ha contado cómo se ha organizado la reacción caritativa católica con Haití desde los primeros instantes. El purpurado explica que, ya en las primeras horas del desastre, se comprendió que la red de Cáritas de Haití, afectada por el flagelo del terremoto, no podría, por sí sola, coordinar las ayudas. Por este motivo, la primera decisión que tomó el Consejo vaticano fue aceptar la propuesta de la Cáritas de los Estados Unidos, los Catholic Relief Services, de coordinar las operaciones de ayuda de la Iglesia, pues ya antes del terremoto contaban con 300 miembros en Haití, donde están presentes desde hace 50 años
A las pocas horas, Benedicto XVI con un llamamiento público, pronunciado en la audiencia general del miércoles, lanzó la movilización de toda la Iglesia católica a favor de Haití. Poco después -informa el cardenal Cordes-, llegaron propuestas «de Iglesias alejadas, en Rusia, en Corea y Taiwán, y de organizaciones eclesiales, que proponían enviar voluntarios y ayuda». Con estos datos -añade el purpurado-, «tuvieron lugar inmediatamente las primeras reuniones de los obispos de Haití con el nuncio apostólico, monseñor Bernardito Auza, y con las diferentes agencias caritativas católicas extranjeras presentes en Puerto Príncipe, para seguir constantemente la situación y actuar con objetivos concretos. Inmediatamente se crearon doce puntos de distribución de las ayudas. Mientras que el personal voluntario y las ayudas en especie se canalizaron a través, sobre todo, de Santo Domingo». El nuncio explicó qué ayudas hay disponibles en esos momentos, sobre todo para distribuir medicinas, agua y comida. Pero el cardenal añade: «Además, nos dijo que hace falta restituir esperanza a esta gente».
Para el 21 de enero, Cáritas ya había recibido compromisos de ayuda por parte de las Cáritas nacionales por un valor de 23,5 millones de euros, y espera alcanzar pronto los 30 millones. El objetivo es atender de manera estable las necesidades básicas de doscientos mil supervivientes. Otras instituciones católicas, según su propio carisma, también han logrado una movilización sin precedentes. Por ejemplo, Ayuda a la Iglesia Necesitada se convirtió en la primera agencia en enviar dinero en metálico a la Nunciatura Apostólica para atender a necesidades a las que nadie está respondiendo, por ejemplo, el seminario, que contaba antes del terremoto con 250 seminaristas. Si bien al cierre de esta edición no había datos definitivos, se había constatado la muerte de treinta seminaristas religiosos y diocesanos. Los supervivientes lo han perdido todo, y sus obispos necesitaban ayuda para pagarles medicinas o ropa. Las ayudas de Ayuda a la Iglesia Necesitada han sido un paliativo.
Además, como explica a Alfa y Omega don Xavier Legorreta, responsable de las ayudas para Iberoamérica de Ayuda a la Iglesia Necesitada, prácticamente las 80 parroquias de la archidiócesis de Puerto Príncipe y sus capillas (unas cuatro por parroquia) han quedado destruidas. «¡Estamos hablando de unas 320 capillas!», explica, para dar una idea de la enorme tarea que ahora tiene por delante la Iglesia local, que ha perdido al arzobispo de Puerto Príncipe y a su Vicario General.
El desafío
La operación de la Iglesia católica tiene muy en cuenta que, tras las primeras noticias de la tragedia, la maquinaria solidaria se mueve con intensidad, pero poco después ya nadie se acuerda. El cardenal Cordes explica que «la Iglesia permanecerá junto al pueblo haitiano también después, cuando el terremoto ya no sea noticia y nadie corra a prestar ayuda». Esta vez, sin embargo, detecta más signos positivos que de costumbre: «Nos alienta el hecho de que algunos Gobiernos e instituciones están planificando su ayuda en la perspectiva de futuro. Hace unos días, en Santo Domingo, se celebró una conferencia internacional de benefactores que han creado la asociación Unidos por un futuro mejor para Haití. Personalmente, he recomendado al Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo que atienda al pueblo haitiano también cuando termine la emergencia».
Lo que sólo la Iglesia puede dar
Hasta aquí, buena parte de esta enorme operación de ayuda se parece mucho a la que están llevando también acabo, y con mucho mérito, instituciones como la ONU o la Cruz Roja. Sin embargo, con su ayuda, estas instituciones católicas de ayuda buscan dar algo más: una esperanza que sólo procede de la fe. «La fe de quienes han sufrido en este desastre desempeñará un papel fundamental, no sólo para aliviar sus heridas físicas y sus pérdidas, sino también para afrontar la dimensión espiritual y el sentido que hay que descubrir en esta catástrofe -explica el cardenal Cordes-. Al visitar las zonas devastadas y hablar con los supervivientes, muchos me expresan la propia gratitud a Dios por haberles dejado en vida y por la generosa asistencia de su familia, amigos, vecinos e Iglesias de todo el mundo».
Y añade: «Dado el elevado porcentaje de la población católica (el 80% de los haitianos es católico), la fe y la concreta presencia-testimonio de la Iglesia tendrá un papel muy importante en la tragedia actual. Sin fe, esta tragedia se convertiría en un desastre completo. Por este motivo, para nuestros hermanos y hermanas, será esencial rezar juntos; experimentar que los cristianos de todo el mundo comparten su peso como miembros de la familia divina; experimentar la compasión de nuestro Santo Padre. Se trata de motivos de esperanza y de energía».
El cardenal Cordes ilustra esto con lo que le dijo el director de los Catholic Relief Services al ofrecer su disponibilidad para que esta institución coordine las ayudas católicas mundiales: «Estamos comprometidos y dispuestos a informar y coordinar la respuesta de la Iglesia, de todas las formas posibles, para que esta respuesta pueda ser un signo eficaz del amor de Dios».
Y añade: «Dado el elevado porcentaje de la población católica (el 80% de los haitianos es católico), la fe y la concreta presencia-testimonio de la Iglesia tendrá un papel muy importante en la tragedia actual. Sin fe, esta tragedia se convertiría en un desastre completo. Por este motivo, para nuestros hermanos y hermanas, será esencial rezar juntos; experimentar que los cristianos de todo el mundo comparten su peso como miembros de la familia divina; experimentar la compasión de nuestro Santo Padre. Se trata de motivos de esperanza y de energía».
El cardenal Cordes ilustra esto con lo que le dijo el director de los Catholic Relief Services al ofrecer su disponibilidad para que esta institución coordine las ayudas católicas mundiales: «Estamos comprometidos y dispuestos a informar y coordinar la respuesta de la Iglesia, de todas las formas posibles, para que esta respuesta pueda ser un signo eficaz del amor de Dios».
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