El genio del cristianismo no es un libro político, sino de arte. Su ambiente es la belleza. Trata de las creencias cristianas, de la estética cristiana, de la liturgia. Quiere hacer ver que “la religión cristiana es la más poética, la más humanitaria, la más favorable a la libertad, a las artes y a las letras; que el mundo moderno le es deudor en todo, desde la agricultura a las ciencias abstractas, desde los hospicios fundados para los desvalidos hasta los templos edificados por Miguel Ángel y decorados por Rafael”. Nadie puede negar esa combinación de racionalidad y de fe, ese acertar continuamente en el arte, en hermosas páginas literarias y en poesía por encima de cualquier maniqueísmo y arraigada en lo profundo del ser humano.
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