lunes, 22 de septiembre de 2008
EL TRIGO COMO SIMBOLO
El trigo simboliza el paso del estado salvaje, cuando el hombre todavía no se había hecho sedentario y vivía de caza, pesca y recoger frutos salvajes, a la dominación de la naturaleza, su control y gestión del medio de un modo más sostenible.
Luego vendrá la concienciación, por la selección de las especies vegetales (“Separar el buen grano de la cizaña” del griego" zizania ").
Fue un acontecimiento considerable para la Humanidad. Por aquel entonces se pasó del paleolítico (paleo = antiguo) a una nueva era: el neolítico (neo = nuevo). Fue la "Revolución Neolítica", hace de ello unos 100 000 a 5000 años.
De modo que fue con el trigo que se empezó a sembrar, cultivar y cosechar, en todos los sentidos de la palabra, tanto agrícolas como sociales. Giro decisivo de la civilización, por primera vez, la especie humana ha actuado sobre la naturaleza y el medioambiente, para mejorar rotundamente su subsistencia y regularizar la producción, en su beneficio.
El cultivo del trigo nada tiene de espontáneo. Cuanto más se esmera uno, más produce. Requiere programar las cosechas, seleccionar las semillas y las tierras, labrarlas, proteger los cultivos de los elementos naturales, quitar las “malas hierbas”. Parece transmitir un sentido moral a la labor humana, transcendiendo incluso el aspecto físico hacia valores espirituales.
Después de cosechar el trigo, todavía se tiene que seleccionar los granos, hacer harina y transformar esta en pan o demás alimentos.
Es como una obra alquímica por los 4 elementos: producido en la tierra, se le añade agua (y ocasionalmente levadura), luego se deja que suba (aire) y al final se utiliza el fuego para cocer la pasta. ¡Un verdadero tratamiento simbólico!
De lo contrario el trigo que desarrollaría sus cualidades nutritivas.
Pensemos también en el símbolo de la semilla. Sin sembrar no se puede cosechar.
Si el trigo no « muere », y se mantiene putrefacto en la tierra, su semilla no dará paso a una nueva planta, una nueva vida vegetal.
Recordemos en este aspecto, el culto de Deméter, en la antigua Eleusis y como no, las fiestas dedicadas a Ceres de los Romanos, las famosas fiestas de la cosecha.
Plinio el antiguo decía que durante el invierno los incipientes plantones de trigo “se nutren de la tierra”. Cabe comprender que aquí se trata no tanto de un mecanismo de absorción ordinario, sino de una acción aérea casi etérea en el sentido antiguo de la palabra, ligada a la naturaleza sutil del medio.
La labranza y el sembrar inician un calendario laboral con el que el hombre dependerá constantemente del ritmo de la tierra y seguirá las temporadas. Recordemos el poema de Hesíodo, en el alba de la historia griega, titulado precisamente "Los trabajos y los días".
El gesto de sembrar trigo seguirá siendo uno de los más simbólicos del hombre, de ahora en adelante integrado en la naturaleza domesticada. Movimiento regular como el del péndulo de un reloj, evoca la medida del tiempo que pasa, la comunión con el medio y el fervor por una vida futura. Gesto de eternidad, ya no solo se trata de una técnica, sino de un arte y de un rito.
Como lo canta Ricardo León en el Amor de los Amores:
“Yo he visto las yuntas perezosas, labrando la besana y hender la reja el húmedo terruño, y caer, como una lluvia de oro, la simiente; he visto verdear la mies y encorvarse al batir el viento y madurar al sol, caer al filo de las hoces, yacer agavillada en los surcos, bambolearse en los carros gemidores y desbordarse en las eras, crujir bajo los trillos, molerse en la aceña, tostarse en el horno, convertirse en blanquísimas hogazas... “
Y luego llega la cosecha…
"En mi alrededor, tan solo veo oro por todas partes, el color de la cosecha". Paul Claudel.
Desde los frescos egipcios, hasta los cuadros contemporáneos, pasando por los impresionistas y la escuela de Barbizon en el siglo XIX, los pintores siempre han intentado plasmar en sus obras este mágico momento de la cosecha del trigo. Su color dorado glorifica el trabajo humano: ¡Es el oro de la tierra, el oro de la labor! El haz de trigo siempre ha simbolizado prosperidad y felicidad. Como amuleto, se coloca delante de una casa nueva, cuando la carpintería está acabada, o encima de la puerta de la casa.
Mircea Eliade considera el trigo como una planta sagrada, en Historia de los Mitos y de las creencias religiosas.
Entre los símbolos relacionados con la cosecha, recordemos a la propia herramienta empleada, la guadaña que simboliza la muerte.
En la antigua Egipto, esta dimensión sagrada, divina, del trigo tenía un valor resurreccional. Lo encontramos por ejemplo en los bajorrelieves del Templo de Isis en los que se puede observar la momia de Osiris, con un sacerdote espigando el trigo, en símbolo de renacimiento. Se encuentra de nuevo el mismo símbolo en las estatuitas de arcilla de Osiris que contienen granos de trigo y que se colocaban en las tumbas, para garantizar la supervivencia de los muertos en el más allá. Esta estrecha vinculación entre la celebración de las temporadas, la muerte y el renacimiento del dios y la posibilidad de una vida, más allá de la tumba, muestra claramente la estrecha relación que existía entre el trigo y Osiris, el símbolo manifiesto de la resurrección que custodiaba en la religión egipcia.
En la simbología cristiana, el trigo y el pan son símbolos de fecundidad de la tierra, en el Antiguo Testamento [Génesis 27,28; Deuteronomio 8,7-9]. Es el obsequio de Dios, que también puede manifestar su ira, retirándolo, con las malas cosechas por ejemplo. El Nuevo Testamento vincula el fruto de la tierra con un don de Dios a los hombres. Alegóricamente, mediante las parábolas, el trigo representa un don de Dios en el corazón del hombre (la gracia), en particular en la parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13,24-25).
En cuanto al pan, siguiendo la tradición de las antiguas religiones, se convierte en el símbolo del don supremo de Dios al hombre: la Vida eterna (Jonás 6), el Cuerpo de Cristo en la Eucaristía: "Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía". (Lucas 22,19).
Por el Pan de Vida alcanzamos el acmé de la comunión entre los hombres, con la naturaleza, el Cosmos, para la gloria del Padre, al que estamos unidos por el Cristo, en el Espíritu Santo.
El pan representa de este modo la alimentación física, pero también y sobre todo espiritual, recordemos en ese sentido la multiplicación de los panes, representación de la evangelización por Cristo y más tarde, por los apóstoles o también el Padre Nuestro.
Para crear un vínculo con el judaísmo, recordemos que la ostia que utilizamos para la eucaristía es de pan ácimo o sin levadura.
Antes de conocer los métodos para fermentar la masa de harina de trigo, era muy popular el consumo de pan ácimo.
En el Antiguo Testamento, el Eterno el maná a los Hebreos, mientras cruzan el desierto [Éxodo]. Por ello, este alimento simboliza el pan en la Eucaristía y es un signo de bondad de Dios hacia los hombres. Hoy en día los judíos celebran este episodio bíblico en la Pascua o Pesah, con un ritual que implica no utilizar levaduras. Recordemos también el significado en hebreo de Belem, la “Casa del pan”.
En cuanto a nosotros, el simbolismo del trigo tal vez sea la más bella representación de nuestra vida eterna. Pero no como la imaginamos bajo una forma etérea, sino precisamente aceptando nuestra finitud, crecer, madurar y por fin regresar a la tierra en un estado de putrefacción. Dicha finitud conlleva paradójicamente la promesa de vida eterna.
Si seguimos la metáfora del trigo para nosotros mismos, seguimos el ritmo de las temporadas, respetando y cumpliendo los ciclos de la naturaleza y de la tierra. Tal vez sea esto la vida eterna, no comprendida para si mismo, sino para la humanidad. De lo contrario, ya vemos los cambios climáticos y como afectan y perjudicarán al planeta, generando posiblemente que el hombre desaparezca de la faz de la tierra.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario