Autor invitado: Juan Rubio Fernández.
Sacerdote y director del semanario Vida Nueva.
Son días de gestos. Son tiempos de gestos.
Cuando las palabras sobran, en un mundo simbólico, el gesto es importante. Y el
gesto de Ratzinger fue inmenso. Ahora, su sucesor llega con nuevos y
reveladores gestos. Atentos a ellos porque son la punta de un iceberg. Otra
cosa es que lo dejen desarrollar lo que ellos significan. A mi juicio son
varias las claves que denotan
1. La puesta en escena fue impresionante
para una institución tan secular. Sencillo, amable, cargado de sentido común.
Un pastor entre lobos, decían algunas. Cara de buena persona decían otros.
Atuendo sencillo, saludo cordial y mucha empatía. Tenía esa “risa argentina”
tan peculiar, pero con sangre italiana. Va bene, comentaban los romanos. Puesta
en escena de un pastor. Soy el obispo de Roma. Lo dijo bien claro. Alejamiento
de una política de imperio, alejamiento de un escenario excesivamente político.
Un paso gigante. Y habrá mas. Ha eliminado en unas horas muchos viejos muebles
del escenario, algunos llevaban siglos. Le seguirán dejando que limpie mas y
los mande a los museos?
2. Un mensaje claro a la Curia. No ha
podido la omnipotente curia de Sodano imponer al candidato. La Conferencia
Episcopal Italiana mando un texto de saludo al nuevo papa. El texto decía
Angelo Sodano. Creían que era él, tan solo porque alguien, unos minutos antes
de saberse el nombre, desactivo su cuenta de Twitter. Sorpresa en la Curia. Los
cardenales europeos con excepciones, querían más de lo mismo. Los otros se
atrevieron con la opción Bergoglio. La Curia queda derrotada. Le han llegado
nuevos tiempos. El vencedor es Ratzinger que con su gesto quiso renovar la
curia y con este nombramiento lo ha logrado. Pero también Martini. El conclave
ha homenajeado al cardenal Martini, al que muchos quisieron como papa pero que
el renuncio en el conclave que eligió a Benedicto XVI. Ya entonces Martini,
fallecido en agosto del pasado año, le dio los votos a Bergoglio y este a
Ratzinger en la cuarta votación. Ahora los cardenales le han devuelto el
agradecimiento por aquel gesto porque entonces no podía ser otro que Ratzinger.
Tomo un nombre de reformador, Benito. Este ha tomado otro de reformador.
Francisco. Dos reformadores desde banas distintas. Uno desde lo ideológico,
otro desde lo vital. Conjugando ambos podría avanzarse para la credibilidad de
la Iglesia.
3. Un mensaje geoestratégico. La vieja
Europa no puede decidir ya tanto. La mayoría de los cristianos están en el
continente americano. No se puede hacer todo a la europea, pensar, celebrar y
hablar con criterios europeos. Hacen falta aires nuevos desde el otro lado del
continente, pero no de golpe. La Iglesia debe hacer los cambios tranquilos. Por
eso un papa de América, pero de un lugar muy europeo de América, Argentina, el
escenario en el que se representa Europa. La Iglesia se abre allá y ha de
seguir vibrando con aquellas iglesias, pese a que hay escapes, fugas, pero
también hay mucha pasión.
4. Es bueno saber que el nuevo papa viaja
en autobús, toma el tren, no vive en un palacio episcopal, atiende aun
sacerdote mayor, suele compartir mucho tiempo en las barriadas marginales. Es
bueno saberlo. Habrá cambios en este sentido. Habrá muchas sorpresas. Juan
XXIII ya lo hizo. El momento de la restauración de Juan Pablo II y Ratzinger ya
ha acabado. Empieza el momento de la renovación, de lo esencias, de lo que vale
la pena.
5. Pero hay algo que no ha dejado
indiferente. Y es que es un hombre dispuesto a abordar los grandes temas
pendientes. No lo va a lograr, pero estoy seguro que va a abrir un camino
nuevo, va a facilitar una nueva forma de ver las cosas. El confía mucho en los
jóvenes. Lo ha demostrado y siempre estará atento a abrir camino a ellos. Y eso
es ya una revolución. Deja hacer, no obstruir, no taponar. Vivir el evangelio
desde otras categorías que no solo sean las intelectuales. Ratzinger no ha muerto
y ambos podrán ayudarse. Dos maneras de ser en un solo cuerpo….
Daremos los cien días, daremos el voto de
confianza, pero ya desde el principio el gesto de elegante sencillez ha
cautivado al mundo, como hizo Juan XXIII, como la Iglesia necesita.
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