lunes, 21 de diciembre de 2009

Evangelio según San Lucas 1,39-45


En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.

Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".

Comentario del Evangelio por
Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad

«María se puso en camino»

El regocijo y el gozo eran la fuerza de Nuestra Señora. Fue su hijo quien hizo de ella la presurosa sirvienta de Dios, porque desde que entró en ella «se fue a toda prisa». Solamente el gozo podía darle la fuerza para marchar a toda prisa más allá de las colinas de Judea y convertirse en la servidora de su prima. Esto sirve igualmente para nosotras; igual que ella debemos ser las sirvientas del Señor y cada día, después de la santa comunión, apresurarnos para ir más allá de las dificultades que nos encontremos al ofrecer con todo nuestro corazón nuestro servicio a los pobres. Dar Jesús a los pobres en tanto que sirvientas del Señor. El gozo es la oración, el gozo es la fuerza, el gozo es el amor, es una red de amor gracias a la cual podréis alcanzar a las almas. «Al que da de buena gana lo ama Dios» (2C 9,7). El que da gozosamente, da más. Si en el trabajo encontráis dificultades y las aceptáis con gozo, con una amplia sonrisa, en esto, como en muchas otras cosas, daréis prueba de que vuestras obras son buenas y el Padre será glorificado en ellas. La mejor manera de mostrar vuestro agradecimiento a Dios y a los hombres es aceptándolo todo con gozo. Un corazón gozoso proviene de un corazón que arde en amor.

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