- Este es el primer estudio de la resurrección de Jesús que incluye un comentario detallado de los textos canónicos pertinentes y de una larga discusión de los diversos problemas y cuestiones, histórica y teológica, que rodean la pretensión cristiana
viernes, 27 de abril de 2012
Si Jesucristo no ha resucitado...
jueves, 26 de abril de 2012
viernes, 20 de abril de 2012
HACER EL BIEN
miércoles, 18 de abril de 2012
lunes, 16 de abril de 2012
jueves, 12 de abril de 2012
UNA BUENA PELICULA.
Prefiero el paraíso
Título Original: Preferisco il paradiso
Director: Giacomo Campiotti.
Intérpretes: Gigi Proietti (Filippo Neri), Francesco Salvi (Persiano Rosa), Roberto Citran (cardenal Capurso), Sebastiano Lo Monaco (Nerano), Francesca Chillemi, Josafat Vagni, Francesca Antonelli (Zaira).
Guión: Mario Ruggeri.
Producción: Nicolò Forte.
Música: Marco Frisina.
Montaje: Alessandro Lucidi.
Diseño de producción: Cosimo Gomez.
Vestuario: Enrica Biscossi.
Distribuidora: European Dreams Factory.
Estreno en España: 30 Marzo 2012.
País: Italia.
Año: 2010.
Género: Drama.
Duración: 123 min
Sinopsis
«Sed buenos… ¡si podéis!» se ha convertido en la proverbial expresión de San Filippo Neri, uno de los santos más queridos de la historia de la Iglesia. El santo de la alegría, el juglar de Dios, el segundo apóstol de Roma, Pippo el Bueno, todas estas son sólo algunas de las definiciones de este sacerdote que nació en Florencia en 1515 y vivió más de 60 años en Roma. Mientras tenía lugar el Concilio de Trento y comenzaba la llamada Contrarreforma, San Filippo formaba a los más jóvenes con ternura e ironía acercándoles a la Liturgia y logrando que se divirtiesen cantando y jugando en un lugar que más adelante se convertiría en el Oratorio, proclamada congregación por el Papa Gregorio XIII en 1575. San Filippo Neri, en su larga vida fue amigo de San Ignacio de Loyola y del cardenal Carlos Borromeo, pero él, en su vocación, cuando se le preguntó si quería ser nombrado cardenal, sin dilación contestó: «prefiero el Paraíso».
Críticas
[Juan Orellana - Pantalla 90]
Llega a nuestras salas una versión cinematográfica de la miniserie italiana Prefiero el Paraiso, dirigida en 2010 por Giacomo Campiotti (Corsa di primavera, Come due coccodrilli, Il tempo dell’amore, Mai + come prima). Este biopic sobre la vida de San Felipe Neri se emitió por la RAI y la vieron en su estreno televisivo casi siete millones de espectadores en Italia, con un share del 25,6%. La miniserie, producida por la RAI y Lux Vide, y protagonizada por Gigi Proietti, refleja de manera convincente y conmovedora los episodios más interesantes de la vida de este santo del siglo XVI.
Una vez más, la productora de la familia Bernabei, Lux Vide, da el do de pecho con sus miniseries televisivas que, en general, son sencillamente excelentes. Baste citar Pio XII, Pablo VI, Clara y Francisco, Juan Pablo II, Don Bosco, Santa Rita de Casia, María Goretti, Juan XXIII, San Antonio de Padua, Padre Pío… Pero también han dado la talla en series profanas como Coco Chanel, Cenicienta, Enrico Mattei, Pinocho, Guerra y Paz, Callas Onassis, La hija de Mussolini o Soraya. En esta ocasión, vuelven la mirada a una de las figuras con más carisma del siglo XVI, San Felipe Neri, un hombre que fue respondiendo a los signos de la realidad sin planes ni proyectos propios previos.
La película empieza con un Felipe ya sacerdote, adulto, que se presenta en Roma para tratar de que Ignacio de Loyola le envíe de misionero. Se nos retrata a un hombre luminoso, con mucho sentido del humor, humilde pero fuerte, y muy atento a su relación con Dios. A partir de ese momento, el guión selecciona algunos episodios de su vida que expresan conmovedoramente los aspectos esenciales de su carisma. Pero no pensemos que se trata de una cinta episódica e inconexa. Está construida como un gran largometraje en el que las tramas se van enlazando sin solución de continuidad. Por eso, la versión cinematográfica que ahora se estrena, aunque supone un remontaje en aras de una mayor brevedad, no afecta ni a la comprensión de la historia, ni a la dosificación de la emoción y la intriga. No es la primera vez que un proyecto se concibe para cine y televisión, con dos duraciones diversas. Lo hizo Bergman con Fanny y Alexander, lo hizo Jerry London con Escarlata y negro, y Garci con El abuelo.
Prefiero el Paraíso no sería igual sin la presencia de Gigi Proietti. Se trata de un actor muy versátil, curtido en los escenarios, y con una amplia trayectoria como actor de doblaje. Aquí se emplea a fondo, y consigue atrapar toda la simpatía del público, que desde el primer momento se ve impelido a acompañarle en su fascinante aventura de fe. Su sonrisa auténtica y contagiosa, su mirada humilde y luminosa, y su socarronería limpia hacen creíble a un personaje que vive de su relación con Dios. Por otra parte, una amplia galería de secundarios –muy bien dirigidos por Giacomo Campiotti– hacen de la película una excelente presentación no sólo de la vida del santo, sino de la novedad de la fe cristiana en general.
El cineasta Campiotti nació en Varese en 1957, se licenció en Pedagogía y ha trabajado muchos años en el ámbito teatral. Fue durante muchos años el primer ayudante del director Mario Monicelli y del cineasta católico Ermanno Olmi. Este cóctel se nota en su sensibilidad y en su estudiada puesta en escena. También su formación pedagógica se traduce en la importancia que da a los aspectos educativos de la relación de San Felipe con sus muchachos.
Es una gran noticia que se estrene esta cinta, cuya versión completa verá la luz más tarde en DVD. Esperemos que le vaya lo suficientemente bien en taquilla como para que la distribuidora se anime a estrenar otros títulos de la citada Lux Vide. Ello depende de usted, querido lector. No quedará defraudado.
[Juan Xipell - TacOnline]
La Semana de Cine Espiritual de Barcelona presentó esta producción italiana estrenada originalmente en la pequeña pantalla en forma de miniserie, que ahora llega con un nuevo y reducido montaje a las salas de cine españolas. La película recoge de forma modesta la vida de San Felipe Neri, fundador de la Congregación del Oratorio, que vivió en una época convulsa para la Iglesia (sus días corren paralelos a la Reforma protestante y a las posteriores medidas impulsadas en el Concilio de Trento) y dedicó su vida a los más necesitados.
Prefiero el paraíso ajusta correctamente sus pretensiones a la vez que sabe aprovechar muy bien los limitados medios de los que dispone. El director Giacomo Campiotti y el guionista Mario Ruggeri consiguen explotar las virtudes de una buena historia, la de una vida ejemplar que retratan de manera amable y simpática, capturando la esencia del entrañable y alegre carácter del santo. Sin obviar la imposibilidad de separar la figura y obra de Felipe Neri de su vida en Cristo, la película sabe trascender a los valores puramente religiosos de la labor de este sacerdote, proclamado patrón de los educadores y los humoristas, para presentar un relato universal repleto de humanidad.
Cine religioso pero muy terrenal que desprende amor y buenas intenciones por los cuatro costados, y que, pese a sus inevitables tics televisivos, deja un muy buen sabor de boca.
martes, 10 de abril de 2012
martes, 3 de abril de 2012
EL DIAMANTE DEL REY
Se cuenta que hace mucho tiempo había un rey que poseía un diamante muy valioso, uno de los más grandes, raros y perfectos del mundo. Era el orgullo del reino y solía enseñárselo a todos los visitantes.
Pero un día, cuando lo admiraba en lo alto de su castillo, el diamante se le cayó a un foso desde una gran altura. Inmediatamente mandó a rescatarlo, pero cuando al fin lo encontraron observaron que tenía rayada una de sus caras.
El rey llamó a los mejores joyeros y orfebres del orbe para que intentaran corregir la imperfección. Sin embargo, todos coincidieron en que no podrían retirar el arañazo sin cortar una buena parte de la superficie, reduciendo así el peso y el valor del diamante.
Cuando parecía que no tenía remedio, llegó un joyero no tan famoso y afirmó que él podría reparar el diamante sin problemas: “Desde mi juventud he observado al mayor orfebre de todos y con él aprendí mucho. Por eso puedo garantizarle que sabré reparar el diamante sin reducir su valor”.
Su confianza era tanta que, convencido, el rey le entregó el diamante. Después de algunos días, el orfebre volvió con la piedra preciosa y se la mostró al Rey. Éste quedó gratamente sorprendido al descubrir que el feo arañazo había desaparecido y en su lugar había sido tallada una bella rosa. ¡El rayón se había vuelto el tallo de una hermosa flor! Ahora valía más al tener grabada la imagen.
El rey, entusiasmado, dijo al orfebre: “Has mostrado un gran ingenio, ¡qué bello trabajo y qué buena idea! Ahora dime, ¿quién es ese gran hombre que fue tu maestro?”.
El orfebre respondió: “Es Dios mismo, el orfebre de la vida. Desde joven he observado cómo siempre está con nosotros, transformando, por su misericordia y poder, nuestros feos arañazos en algo bello”.
lunes, 2 de abril de 2012
DOMINGO DE RESURRECCION
8 abril 2012
Evangelio de Juan 20, 1-9
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien quería Jesús, y les dijo:
¾ Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.
Salieron Pedro y el otro discípulo, camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
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CONECTADOS A LA VIDA
Debido a sus propios límites, la mente solo puede darnos respuestas reductoras. Para ella, nuestra identidad es el yo, y la vida es algo que tenemos. Mientras permanezcamos identificados con ella y queramos entender la realidad únicamente desde la razón, no podremos superar el engaño.
Todo se modifica, sin embargo, en cuanto salimos del modelo mental de conocer: la realidad deja de aparecer como una suma de objetos separados –la separación, en realidad, es un ilusión producida por la mente-, para mostrarse como el despliegue de la Vida en infinidad de formas.
Todo es Vida, que puede expresarse como vibración, conciencia, información, energía, materia… Lo cual no es sino una “extensión” de la célebre fórmula de Einstein: E = mc2 (“m” es masa, y “c” es la velocidad de la luz). Masa y energía no son sino la misma y única realidad, aunque en “condiciones” diferentes. ¡Con razón decía Max Planck, el padre de la física cuántica y premio Nobel de física en 1918, que “la materia como tal no existe”!
La vida no es algo que tenemos, sino lo que somos. Lo que tenemos, lo podemos perder; lo que somos, permanece.
Del mismo modo, mi identidad real no es el yo, tal como la mente creía, sino –otro nombre de la Vida- la Consciencia que me percibe. No soy nada de lo que puedo observar, sino Eso que observa. Para quien realmente soy –la Consciencia-, el yo –la estructura psicosomática, el organismo cuerpo-mente- no es nada más que un objeto, en el que, de una forma transitoria, se expresa la Consciencia que soy.
En otro marco de referencia, dentro de otras categorías culturales y religiosas, la fe cristiana en la resurrección viene a afirmar, de fondo, lo mismo. La resurrección de Jesús es la proclamación irrefrenable de que la muerte no es sino un “paso” en el que, paradójicamente, despertamos a la Vida que somos. Ni el aparente fracaso, ni la tortura, ni la muerte, ni la angustia de la cruz tienen la última palabra. La Vida que somos no muere jamás.
No es necesario, por tanto, esperar a la muerte física para morir, ni tampoco para resucitar. Si queremos vivir como resucitados –tal como vivió Jesús, que llegó a afirmar: “Yo soy la resurrección y la vida”-, necesitamos comprender la verdad de quienes somos. En la medida en que lo comprendemos, dejamos de vivir para el yo –vamos muriendo a él- y nos anclamos en nuestra verdadera identidad: la Consciencia ilimitada y compartida.
De ese modo, nos experimentamos conectados a la Fuente de todo lo que es y a la Vida que somos. En esto consiste la sabiduría y la liberación: en la conexión consciente al Misterio de la Vida, a Dios, sin ningún tipo de separación ni distancia; sin costuras.
Y desde aquí podemos volver al relato del evangelio de Juan. Se trata de un texto profundamente elaborado y cargado de simbolismo. En realidad, los llamados “relatos de apariciones” son, fundamentalmente, catequesis en torno a Jesús vencedor de la muerte y a la resurrección.
María Magdalena es símbolo de aquella comunidad que se movía entre la luz y la oscuridad. Todavía vive en torno al sepulcro (muerte); por eso, “aún estaba oscuro”. Pero, al mismo tiempo, empezaba a clarear (“al amanecer”) y “la losa estaba quitada” (la losa de la duda y la resignación fatalista). Todo parece anunciar algo definitivamente nuevo: es “el primer día de la semana”; se trata, nada menos, que de una nueva creación.
En la tradición cristiana, se ha presentado la resurrección como una “nueva creación” llevada a cabo por el poder de Dios, que actúa en la muerte como había actuado, según el relato del Génesis, en la creación del mundo. Desde un nivel de conciencia en el que la identidad se reduce al yo y en una concepción lineal de la historia, no podían expresarlo de otro modo: la vida es algo que nos espera más allá, en el futuro, después de la muerte, gracias a una nueva intervención de Dios.
Desde un nivel de conciencia transpersonal y desde un modelo no-dual de cognición, se nos hace evidente esta afirmación: Todo es Ahora. Ahora es la Vida, Ahora es la “resurrección”…, aunque todavía no lo hayamos descubierto. Pero basta acallar la mente para, al menos, atisbar que Todo es.
La mente se queda en las “formas”, y hace una lectura en la que se espera un futuro mejor. Pero ya somos conscientes también de que el único que desea el futuro es el ego, por una doble razón: porque en el presente desaparece y porque, vacío como es, sueña con un futuro imaginado en el que poder saciar finalmente su inherente insatisfacción.
El ego corre, como los discípulos, pensando que en el futuro se sentirá mejor. Con frecuencia, corre tan deprisa que no repara en ninguna otra cosa que no sea su propia expectativa (o su propia creencia). En ocasiones, parece recibir la gracia de poder ver “las vendas” y de ver a través de ellas.
En realidad, para quien está atento, todo son “vendas”, signos, señales, aberturas, resquicios, ranuras, grietas por donde se cuela la Vida. Todo puede ser oportunidad para ir despertando a quienes realmente somos y reconocernos conectados a la Vida.
Pero, por lo general, para poder ver el significado que las “vendas” contienen, se requiere atención. Una atención que nos hace estar en el momento presente y acalla el parloteo mental. En ese Silencio, podrá desvelarse ante nuestros ojos la Presencia y reconocernos como la Consciencia que somos y que se despliega momentáneamente a través de lo que llamamos “nuestras historias personales”.
Sea cual la sea la historia o el “papel” que se nos haya asignado, la clave radica en abrirnos a nuestra verdadera identidad transmental y permanecer conectados conscientemente a ella y a la Vida. Eso es vivir resucitados.
Enrique Martinez