Las cosas humanas necesitan ser conocidas para ser amadas. Las divinas necesitan ser amadas para ser conocidas.
Padre Pio de Petralcina
A Dios no lo conocerás por la razón
No se trata de que des con un argumento que te convenza
o que haya mil razones que no te convencen
No lo descubrirás en un libro de teología.
No lo conocerás por más que digas que crees en Él
ni encontrarás texto alguno sobre Él que signifique nada para ti
Podrás leer la Biblia mil veces
Y no sabrás de El ni un ápice más de lo que sabías antes
Para creer en Dios verdaderamente
habrás de experimentarlo
en tu corazón…
Silenciados los sentidos,
apagado todo deseo,
recogido…
habrás de saltar un inmenso vacío
que quizás percibas existe en tu interior,
de una negrura tal, que de planteartelo, da vértigo sólo el pensar
Sólo podrás asirte a un pensamiento:
¡Amarlo a El sobre todas las cosas!
que poderoso deseo…
y qué profundo abismo se abre a tus pies…
¿A dónde te conducirá
si eres capaz de encontrar fuerzas y sinceridad
para que tu alma lo pronuncie?
Más allá de esa negrura
existe una luz poderosísima
una luz que te permitirá redescubrir las Escrituras
Así se inicia el venturoso camino del Encuentro
Y es que… si me permites expresarlo de esta manera;
Dios no es un razonamiento
es una experiencia.
Juan 7, 16-17: Jesús les respondió: La doctrina que yo enseño no es mía, sino de aquel que me ha enviado. El que está dispuesto a hacer su voluntad podrá experimentar si mi doctrina viene de Dios o es mía.
1.- Cada día, cuando suene el despertador, respira profundamente, sonríe con ganas y date un aplauso. Eres una persona privilegiada. Estás vivo. Él tiempo se te regala a cambio de nada. Tienes por delante la posibilidad de ser feliz. El tiempo no es una condena, es la posibilidad del amor, del gozo, de la felicidad. No lo conviertas en un barbecho estéril. Generalmente es una cuestión que sólo depende de ti. Date una oportunidad.
2.- Mírate al espejo y ríete un poco de ti mismo. Verás que tienes el corazón despeinado, la ilusión legañosa y la generosidad en pleno bostezo. Date una buena ducha de optimismo y verás qué bien te sientes. Hay muchos que sólo se duchan por fuera, y, claro, huelen. El mejor secreto contra la vejez es aplicarse alguna crema que mantenga tersos tus ideales. Te ofrezco uná marca: la utopía.
3. Conecta tu móvil y llama. Dios te escucha. Siempre tendrás cobertura. Reza saboreando despacio tus sentimientos. ¡Cómo se esponja el corazón cuando uno se descubre amado de Dios! ¡Saltarás de gozo como un cervatillo! Te quedará un cuerpo "Danone" dispuesto a devorar el día y repartirás alegría incluso a quien no te la pide. Recuerda: de mañana y a última hora del día tienes tarifa reducida. Aprovecha y llama.
4. Mantén la línea de tu libertad. Controla la dosis de fútbol, de ruidos, de tele y de alcohol. De lo contrario perderás en la primera esquina la ingenuidad. Pasarás de ser un fan a ser un fanático, antes de que puedas darte cuenta. Si te viene la tentación cómprate un libro, es lo que más se parece a libre. Cuídate y recuerda el verso del poeta "Érase un hombre a un televisor pegado...".
5. Sonríe siempre, sonríe. La sonrisa es tu arruga más bella y te mantiene joven. Cada vez que sonríes abres mil puertas cerradas y pones nombre a la gente que pasa. No hay dinero capaz de comprar una sonrisa auténtica y, sin embargo, brota espontánea cuando es gratuita. Sé tú así, como una sonrisa, porque tampoco tú tienes precio.
6.- Haz ejercicios diariamente. Practica el perdón, la tolerancia, el respeto, la sensibilidad, el cariño... y tendrás un espíritu "cachas". Y así, cada noche, en esta competición que llaman vida, ganarás el trofeo más preciado: la paz interior y el gozo de encontrar el sentido de vivir debajo de la almohada. No te preocupes, hay trofeos para todos. Mañana más.
7.- Abre tu agenda y anota: reservado para mí. Fíjate bien, lo tienes todo ocupado: trabajo, amigos, tolevisión, clases, salir entrar, visita cultural... ¿Y tú? ¿No eres importante para dedicarte un ratito? Sí hombre. Cancela algún compromiso y siéntate contigo. Háblate mirándote a los ojos. Tienes que decirte muchas cosas. Hace ya mucho tiempo que no te ves de verdad. Eres tu mejor amigo. Confía en ti mismo y cuéntate todas tus preocupaciones. Saldrás aliviado. Los amigos están para eso.
8.- Practica el refrán: 'El que reparte se queda con la mejor parte'. No falla. Una mano abierta a los otros puede ser caricia, consuelo, saludo, ayuda... Una mano cerrada es siempre amenaza, puñetazo, distancia, desconfianza ... etc. Quien comparte su vida dispone siempre de un cheque en blanco para el amor. Hazlo y verás cómo sube tu saldo cada día. Los que viven para su cuenta corriente son sólo eso: corrientes.
9.- Consume productos sin código de barras. No cumplen la normativa vigente, es verdad, pero son los de siempre y llevan garantía. Además de ser naturales no tienen fecha de caducidad y son cien por cien ecológicos: justicia, solidaridad, tolerancia, derechos humanos, libertad. Es decir, "civilización del amor?'. Tienen la ventaja, además de que podemos cultivarlos en nuestra propia casa y no pagan impuestos. Se trata de llevar una vida saludable.
10.- Hazte un seguro de vida. "El que quiera ganar su vida la perderá pero el que pierda su vida por mí la ganará para siempre » (Lc. 9, 24) En principio te saldrá un poco caro porque te exigirá una alta inversi6n, pero luego recogerás beneficios abundantes. Hay otros seguros más baratos, pero ya no son tan seguros. Tu póliza se llama Evangelio. No admite rebajas. Si te apuntas te juegas la vida. Seguro.
Texto del Evangelio (Lc 10,25-37): En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y dijo para poner a prueba a Jesús: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».
Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».
Comentario: Hno. Lluís SERRA i Llançana (Roma, Italia)
El que practicó la misericordia con él
Hoy, un maestro de la Ley plantea a Jesús una pregunta que quizás nos hemos formulado más de una vez: «¿Qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?» (Lc 10,25). Era una pregunta que iba con segundas, pues quería poner a prueba a Jesús. El maestro responde sabiamente lo que dice la Ley, es decir, amar a Dios y al prójimo como a uno mismo (cf. Lc 10,27). La clave es amar. Si buscamos la vida eterna, sabemos que «la fe y la esperanza pasarán, mientras que el amor no pasará nunca» (cf. 1Cor 13,13). Cualquier proyecto de vida y cualquier espiritualidad cuyo centro no sea el amor nos aleja del sentido de la existencia. Un punto de referencia importante es el amor a uno mismo, a menudo olvidado. Solamente podemos amar a Dios y al prójimo desde nuestra propia identidad.
El maestro de la Ley va más lejos todavía y pregunta a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?» (Lc 10,29). La respuesta llega a través de un cuento, de una parábola, de una historia corta, sin formulaciones teóricas complicadas, pero con un gran contenido. El modelo de prójimo es un samaritano, es decir, un marginado, un excluido del pueblo de Dios. Un sacerdote y un levita pasan de largo al ver al hombre apaleado y malherido. Los que parecen estar más cerca de Dios (el sacerdote y el levita) son los que están más lejos del prójimo. El maestro de la Ley evita pronunciar la palabra "samaritano" para indicar a quien se comportó como prójimo del hombre malherido y dice: «El que practicó la misericordia con él» (Lc 10,37).
La propuesta de Jesús es clara: «Vete y haz tú lo mismo». No es la conclusión teórica del debate, sino la invitación a vivir la realidad del amor, el cual es mucho más que un sentimiento etéreo, pues se trata de un comportamiento que vence las discriminaciones sociales y que brota del corazón de la persona. San Juan de la Cruz nos recuerda que «al atardecer de la vida te examinarán del amor».